“Así, ¿quién quiere estar integrado? La cuestión de la inclusión en la escuela argentina”, de Lucía Garay.

Reseña por Margareth Diniz.

Los desafíos de la inclusión social en América Latina.

El libro ‘Así, ¿quién quiere estar integrado?’ nos interroga a partir de una pregunta provocadora, “¿quién quiere estar integrado?”, abordando a través de su contenido la cuestión de la inclusión en la escuela argentina. Sabemos que la desigualdad es un rasgo característico muy fuerte de América Latina. Las sociedades son altamente desintegradas y fragmentadas debido a la persistencia de la pobreza y a la gran desigualdad en la distribución de la renta, lo que genera índices de exclusión. Todos los países están realizando importantes esfuerzos para lograr el acceso universal a la Educación Básica y mejorar su calidad y equidad, no obstante, aún persisten importantes desigualdades educativas, lo que significa que la educación no está siendo capaz, en muchos casos, de romper el círculo vicioso de la pobreza, ni ser un instrumento de movilidad social. El mayor acceso a la educación ha posibilitado una mayor diversidad de alumnos en la escuela, no obstante, los sistemas educativos siguen ofreciendo respuestas homogéneas, que no satisfacen las diferentes necesidades y situaciones del alumnado, lo que se refleja en altos índices de desaprobados y abandono escolar, que afectan en mayor medida a las poblaciones que están en situación de vulnerabilidad.

La autora de ‘Así, ¿quién quiere estar integrado?’ recopila datos de la UNICEF y de la UNESCO acerca de la Educación en América Latina y el Caribe (del año 2012), según los cuales existen aproximadamente 117 millones de niños, niñas y adolescentes en edad escolar desde el nivel inicial hasta el secundario. De ellos, 6,5 millones no van a la escuela y 15,6 millones de los que asisten están allí acumulando fracasos y desigualdades, y viven el desfasaje edad/serie (Garay, 2015).

En un primer momento, su análisis aborda los problemas devenidos de la globalización y sus efectos devastadores en un contexto de crisis económica, el que, según su criterio, dificulta la inclusión escolar sin lugar a dudas. La falta de recursos materiales, la inmigración y la crisis son señalados por Lucía Garay como factores que excluyen de la escuela a los más pobres, lo que determina que su educación esté marcada por condiciones de carencia y privación, lo que ella considera que trae como resultado una educación “disminuida”. La autora menciona la “Asignación Universal por Hijo” (AUH) en Argentina, la cual prioriza a los niños entre 0 y 5 años, como una medida fundamental para garantizar el acceso y la permanencia de niños pobres en la escuela, entendiendo que ese período de escolarización es fundamental para equiparar los derechos entre niños que son hijos de trabajadores formales y los hijos de trabajadores informales o desocupados, reafirmándose así la asociación positiva entre progreso social y éxito escolar y trascendiéndose las barreras de la desnutrición infantil. En relación con los jóvenes, la autora analiza que más de 900 mil jóvenes en Argentina, entre 16 y 24 años, ni estudian ni trabajan, lo que evidencia los efectos devastadores de tal fenómeno para la sociedad argentina. En cuanto a la escuela, Lucía Garay enuncia que gran parte de la exclusión del joven se debe al fracaso escolar, o sea, el problema es intrínseco a la escuela. En lo que respecta al trabajo – que, según ella, continúa siendo un tema central en la sociedad – al no existir ofertas adecuadas de empleo, se generan grandes problemas sociales, como la exacerbación de la violencia, así como el descrédito, tanto de las instituciones que son de escolarización, como de las que no lo son.

En su análisis, la autora hace referencia a los diversos actores responsables por esa situación, implicándolos e igualmente responsabilizándolos: las instituciones, los sujetos y la sociedad. A lo largo del libro, la investigadora muestra que es imposible no enfrentar la dialéctica de ese cuadro bastante complejo: los contextos sociales que funcionan como contextos de vida, las instituciones educativas y sus crisis, y los sujetos que en ella se educan o trabajan.

Lucía Garay apunta que el campo de la sociología ha difundido la perspectiva de que existe un quiebre de las instituciones y de los lazos sociales que las instituciones crean, trayendo como consecuencia que los sujetos solo puedan confiar en sí mismos. Y, de forma crítica, Garay evidencia, en tono de denuncia, los recodos ocultos y silenciados de las prácticas en el sistema educativo que denotan esa concepción apuntada por la sociología, elucidando mecanismos sutiles de poder vinculados al saber de las instituciones. Por otro lado, manteniendo una posición crítica, Garay apuesta por el sistema educativo como la única posibilidad de develar dispositivos que muestren alternativas y posibilidades plurales para la sociedad.

La autora intensifica la discusión al preguntarse cuál es el lugar de la escuela hoy para niños y jóvenes. ¿Qué lugares ocupan padres y jóvenes en la sociedad hoy? ¿El papel de la escuela debe ser el de socializar o preparar al joven para el mercado de trabajo, muchas veces sin puestos de trabajo suficientes?

Garay defiende y no desacredita la docencia como dispositivo de formación, pues entiende que profesores y profesoras, aun cuando también presentan condiciones precarias por la situación económica y social, al ser críticos en relación a los currículos en curso, pueden integrar a sus disciplinas temas como ciencia, arte, sexualidad, humanidades, salud, medio ambiente, seguridad, tránsito, informática, capacitando así al joven para las oportunidades laborales que por ventura puedan surgir, sin disociar inclusión escolar e inclusión social.

El libro en cuestión pretende justamente exponer los resultados de la investigación acompañados de una consistente y relevante producción teórica en torno a las posibilidades y límites relativos al currículo y a la inclusión, mostrando la importancia de la escuela como agente de inclusión social y como agente de inclusión educativa. Su estudio se concentra en la búsqueda de regularidades, mecanismos y estrategias para intervenir con un sentido educativo transformador, disminuyendo la evasión y el fracaso escolar.

En su análisis del contexto investigado, Garay afirma que, desde la década de 1990, viene observando la existencia de una crisis que irrumpe desestructurando el orden y el equilibrio social, institucional y personal. La llamada “crisis” se manifiesta en la instancia del sujeto, en su cuerpo, en sus afectos, en sus vínculos, en sus saberes y creencias. En el sistema educativo, esa crisis se hace sentir en términos de violencia, malestar y carencias de aprendizaje. La investigadora evidencia que la crisis del equipamiento escolar es sentida cuando hay una ruptura en el sistema social y este comienza a demandar de la escuela respuestas a las exigencias y necesidades que esta no puede o no quiere satisfacer.

El libro destaca cuánto la categoría subjetividad escapa de las lecturas que son hechas sobre la escuela y sus relaciones con el mundo, aunque esas relaciones sean siempre de sujetos para sujetos. Al incorporar esa lectura de la subjetividad como inherente a los procesos educativos, la investigadora enuncia que tanto docentes como estudiantes quieren ser reconocidos por sus historias, por lo que hacen y piensan y, si eso no se da, pueden recurrir a la violencia y a la agresividad para hacerse notar. En el otro extremo aparecen las necesidades institucionales de reconocimiento social, de credibilidad y autoridad, lo que viene perdiéndose paulatinamente, de la misma forma que acontece con el prestigio social de los y de las docentes, haciéndose necesario reinstalar los valores del bien común, de la colectividad y de la solidaridad.

Al final del libro, la investigadora, que se propone a lo largo de su obra develar las relaciones entre la inclusión social y la inclusión escolar, se lanza a la aventura de implicarse personalmente en las lecturas e interpretaciones del material que registró y en sus estudios y propone fundar nuevas organizaciones y nuevas relaciones pedagógicas.

Garay destaca también la cuestión del docente como educador sin desvincularlo de su posición de sujeto. La investigadora lo hace a partir de su propia posición de escucha clínica y de formadora en cursos y seminarios, y se implica al analizar ese material, afirmando que es fácil perderse en medio de las cuestiones vividas por los docentes y sus complejas relaciones con los alumnos y alumnas cuando no se toma en cuenta la necesidad permanente de reflexión sobre la práctica a través de la formación continua.

El libro defiende la necesidad de transcender los momentos catárticos subjetivos de los y de las docentes en torno a lo que les falta, las vivencias de abandono y desconocimiento acerca de sí mismos. Según la autora, el trabajo consiste en interpretar que sus dolencias y reivindicaciones insatisfechas son expresiones de inseguridad e impotencia. Tales sentimientos pueden derivarse de incesantes cuestionamientos sobre ‘qué hacer’ y ‘cómo hacerlo’; cuestionamientos que parten de los y de las propios/propias docentes y de otras personas de la vida escolar cotidiana. La investigadora apunta que, la mayoría de las veces, la urgencia por responder tales cuestiones lanza a los y las docentes a un activismo de carácter inmediato que les impide pensar sobre sus práticas.

Lo que la autora busca es transformar el material empírico encontrado en un corpus teórico que sustente sus intervenciones con el objetivo de transformar e innovar el campo de la educación y de la escolarización, indagando el sentido común que atraviesa lo que va hallando. Garay busca huir del sentido común, considerando que debemos indagar sobre las historias de los sujetos y sus trayectos inconclusos. Ella comprueba que la mayoría de los/de las docentes responde con desconfianza y apatía ante propuestas de formación que no tomen en cuenta sus urgencias, pero apuesta en que ellos y ellas acepten su propuesta y se concedan tiempo para ir pensando sobre las cuestiones que propone.

Su experiencia se basa en establecer una relación pedagógica fraternal que busque la verdad sobre el sujeto a partir de los procesos educativos y escolares, no con los fines de conservar y reproducir intereses individuales y escolares, sino con el objetivo de reconocer a los/las docentes y estos/as a sus alumnos/as como sujetos de derechos e identidades posibles. Con esa intención, ella se propone conocer al y a la docente, su vida y su persona y garantizar que este saber no sea usado contra ellos/as, construyendo de este modo una confianza mutua para que el escenario educativo pueda contar con vínculos fraternales y solidarios. Para la investigadora, eso solo se dará si se dejasen “caer las máscaras” en torno a lo que los propios docentes vivenciaron en situaciones de exclusión, revividas en el contacto con la enseñanza para niños y jóvenes, para de esa forma recomponer su identidad fragmentada y hacerse reconocer.

Ese reconocimiento se dará gracias a un conocimiento construído sobre estas complejidades que permita operar con la práctica, descontruyendo saberes estáticos dentro y fuera de la escuela, por supervisores y directores que buscan en los alumnos y alumnas explicaciones para sus dificultades: problemas neurológicos, psicológicos, familiares o derivados de la pobreza o crisis familiares. Más allá de eso, ese reconocimiento se traduce en la necesidad de apoyo y ayuda a los docentes, lo que puede darse cuando él mismo o ella misma asume para sí el “diagnóstico pedagógico” acerca de las dificultades de sus alumnos y alumnas, concretando el problema y facilitando la búsqueda de soluciones para el mismo.

Para la investigadora, cuando un o una docente en posición de educador/a no reflexiona sobre su propia práctica, él o ella se condena a reproducir lo que está instituído en el mundo social. Y, para los y las jóvenes en situación de aprendizaje, la falta de reconocimiento y la no construcción de una práctica docente sobre la que se reflexione (que los/as incluya) seria negar la posibilidad de lo que más ansian: que sean reconocidas sus diferencias y que, de ese modo, sean integrados/as.

 

Referencias bibliográficas

 

GARAY, L. Así, quien quiere estar integrado? La cuestión de la inclusión en la escuela argentina. Buenos Aires: Comunicarte, 2015.

Palabras clave: inclusión social, sujeto, educación.

Fecha de recepción: 13/01/2016

Fecha de aceptación: 29/03/2016

 

Margareth Diniz dinizmargareth@gmail.com Doctora en Educación. Profesora Adjunta de Psicología de la Universidade Federal de Ouro Preto (UFOP), Brasil. Profesora del Programa de Maestría en Educación de la UFOP.