Conflictos y diferencias generacionales en el uso de las tecnologías digitales

En cuanto al tiempo libre, los padres ejercían un control mucho mayor de las actividades y tiempos dedicados al ocio, donde los momentos de soledad eran poco admitidos. También, podían hacer valer su autoridad sobre los contenidos de la radio, el cine y la televisión censurando programas y horarios, jerarquizando o catalogando lo bueno y lo malo.
Cuando la computadora e Internet son incorporados al hogar, los padres al mismo tiempo que reconocen sus ventajas, se sienten inseguros y amenazados, porque a sus ojos aparecen como mundos autoreferentes que no necesitan de su intervención para adquirir significados para los jóvenes. Allí están todas las preguntas y las respuestas, también están todos los puntos de vista y las opciones de aprendizaje. No sólo que ya no pueden calibrar ni controlar la calidad y la cantidad de lo que ven sus hijos, sino fundamentalmente no pueden inculcar ni dominar el sentido de la experiencia. Internet y el celular, también producen reticencias porque introducen “extraños” en el hogar fuera de su control. Estos extraños (conocidos o desconocidos) que conviven en la Red con sus hijos en espacios y tiempos inaccesibles, provocan recelos y fantasías de exclusión. Tienen que tolerarlos en su propia casa sin poder controlar su entrada y su salida, y mucho menos establecer si son buenas o malas compañías para sus hijos.

Experiencias generacionales que contraponen la representación del tiempo y espacio

Los jóvenes y adultos de las familias de clase media y alta suelen invertir la misma cantidad de tiempo en Internet, pero la organización y el significado de este tiempo es distinto, y la clave está en la resistencia de los adultos a lógica de la simultaneidad. Por ejemplo en el caso del chat (gmail, yahoo, facebook), los jóvenes lo definen como una herramienta que les permite ganar tiempo mientras sus padres lo definen como algo que les hace perderlo. En la percepción de los jóvenes se gana tiempo porque se pueden hacer varias cosas simultáneamente, uno no chatea con una persona sino con 5 o 6 contactos. No se espera la respuesta a una pregunta, sino que se intercalan nuevas preguntas y respuestas antes de tener la respuesta a la primera pregunta, sin que esto represente ningún conflicto de sentido, porque el sentido no surge del intercambio puntual sino del contexto más general donde se inscribe la relación con los pares. Hay que recordar que el diálogo comenzó en la escuela en la mañana, continúa luego en su habitación en Facebook, más tarde en la calle con el celular, y al día siguiente otra vez en la escuela, sin que esto les plantee desde el punto de vista práctico y simbólico ninguna ruptura de sentido entre el mundo offline y online.
Los adultos necesitan imponer a la relación con Internet el mismo orden de la vida cotidiana, primero una cosa, luego la otra y después una tercera que sólo puede hacerse si la segunda se resolvió en función de la primera. Si uno escribe un texto, espera una respuesta para poder organizar la siguiente pregunta o comentario. De ahí la desesperación o el cansancio de estar esperando mucho tiempo una respuesta en el Chat, o la resistencia a trabajar con varias ventanas al mismo tiempo. Por el contrario, en las rutinas de los jóvenes, se admite y se disfruta la posibilidad de andar a la deriva, y están dispuestos a cambiar los protocolos y las rutas de acceso tantas veces como sea necesario. Aunque tengan sus preferencias, no crean dependencias ni con un determinado tipo de máquina ni con un determinado espacio físico, pueden conectarse en la universidad, en un cibercafé o en la casa, sin que estos espacios representen ataduras de sentido como para los adultos. Las máquinas y los espacios son funcionales en la medida que pueden garantizar el acceso a sus redes. En ese sentido, la mayor confrontación de sentido que sufren los padres y mentores es la de la exclusión: no se trata solo de no dominar el lenguaje icónico, la navegación o el hipertexto, se trata de algo más radical como quedar fuera del sentido de la experiencia de hacer del continuum offline-online un universo existencialmente coherente, afectivamente significativo y cognoscitivamente lúdico.
Los adultos reconocen la necesidad de las TICs y de cómo éstas han cambiado positivamente sus vidas a pesar de los tropiezos iniciales y de la falta de pericia en muchas aplicaciones, pero sienten la necesidad de marcar una distancia con respecto al papel que ocupa en sus vidas. Sólo en la medida en que pueden marcar su independencia, se sienten tranquilos frente al extrañamiento que experimentan subjetivamente respecto a los jóvenes.

Rosalía Winocur rosaliawinocur@yahoo.com.mx

Rosalía Winocur es profesora e investigadora en el Departamento de Educación y Comunicación de la Universidad Autónoma Metropolitana de México. Es antropóloga, especializada en los usos cotidianos de las tecnologías de información y comunicación en sectores de diversa pertencia socio cultural. Su último libro, Robinson Crusoe ya tiene celular, fue publicado por Siglo XXI México.