Foto: Flávio Pereira

La curiosidad en la adopción: ¿terreno pantanoso o cuestión de salud psíquica?

La “revelación”

Una de las dudas y angustias más frecuentes de los padres adoptivos se refiere a cuándo y cómo contarle al niño que ha sido adoptado. Actualmente hay consenso acerca de que el niño necesita saber su condición de adopción. Aunque algunos autores impongan restricciones sobre ello (Schechter, 1964; Wieder, 1977, 1978), hay casi unanimidad entre los profesionales que lidian con adopciones a favor de que se le informe al hijo, de la forma más natural posible, que es adoptado (Abadi, Lema, 1989; Diniz, 1993; Garma et al, 1985; Giberti, 1992; Hamad, 2002; Lifton, 1994; Mattei, 1997; Triseliotis, 1973, entre muchos otros autores). En general, se presenta la situación a partir de las propias indagaciones del niño sobre sexualidad, alrededor de los tres o cuatro años de edad, cuando este quiere saber de dónde vienen los bebés. Esta pregunta lo remite, como también a los padres, directamente a la cuestión de su origen. Solemos afirmar que lo mejor para el niño es que a él le parezca que “siempre supo que era adoptado”, que no hubo un “día de la revelación”.

Los padres pueden introducirle este tema al hijo a través de historias en las que haya un personaje adoptado. Muchas veces lo que pasa es que el propio niño les pregunte, después de cierto tiempo de maduración: “Papá, mamá, ¿es esta mi historia?”. En muchas familias, la información sobre la adopción se da de modo más directo o, a veces, con connotaciones místicas y religiosas, según sus creencias. El “hijo del corazón” se diferencia del “hijo de la barriga”, pero lo que resalta es el amor que existe entre padres e hijos, independientemente de la relación biológica. Con el tiempo, si todo va bien, el niño hará preguntas en el sentido de comprender mejor y con más detalles la historia inicial de su vida.

En entrevistas de orientación a padres adoptivos, destacamos el hecho de que no van a hablar sobre la adopción con su hijo apenas una vez. Por el contrario, deben prepararse para hablar de ello durante toda la vida, lo que no significa hacerlo todo el tiempo (Levinzon, 2014a). A cada fase de la vida, el tema del origen es revisto, según el nivel de desarrollo cognitivo y afectivo del niño.

Las angustias de los padres adoptivos

La experiencia clínica muestra que las preguntas del hijo sobre la adopción se hacen cuando hay espacio psíquico para esa investigación. Padres muy angustiados respecto de su parentalidad pueden reprimir, de forma consciente o inconsciente, la búsqueda de una historia anterior o de un sentido para la separación del niño o del adolescente en relación con su herencia biológica.

Cuando la esterilidad de la pareja adoptiva no está bien elaborada, hablar con el niño sobre su origen biológico significa asumir su imposibilidad de generar hijos. En estos casos, hay una ‘herida narcisista’ difícil de ser superada, acompañada del sentimiento de castración de la fantasía de continuidad biológica y la inmortalidad de los padres (Levinzon, 2014b). Puede haber sentimientos de inferioridad, asociados a una vergonzosa incapacidad para generar hijos (Triseliotis, 1973).

Según Freud (1914/1980), los padres atribuyen a los hijos la extensión idealizada de sí mismos. En el campo de la adopción no hay un lazo genético, lo que puede dificultar esa identificación. En esos casos, crear un niño “que no han engendrado” puede ser todavía más penoso para los padres cuando se presentan diferencias físicas, de raza, de personalidad. Les gustaría, consciente o inconscientemente, que su hijo hubiera nacido “de su barriga”. La adquisición y el fortalecimiento del sentimiento de filiación deben ocurrir a pesar de la discontinuidad biológica. El desafío es lidiar con las diferencias, sin verlas de modo peyorativo o asociarlas a la “maldita herencia” dejada por sus genitores (Levinzon, 2014c).

Otro punto importante que puede estar presente en el psiquismo de los padres son las ‘fantasías de robo’, que podemos identificar con frecuencia en la clínica y que han sido descritas por varios autores (Wieder, 1978; MacDonell, 1981; Garma et al, 1985; Grinberg, 1982). Los padres pueden sentir como si “hubieran robado” al niño y temen perderlo o sufrir alguna retaliación. Esta fantasía corresponde a deseos edípicos inconscientes infantiles1, y pueden manifestarse al tomar como hijo a un niño nacido biológicamente de otra persona. Además, frecuentemente se siente como si la ausencia de lazos de sangre no afianzara la adopción. El miedo a perder al hijo adoptivo es uno de los fantasmas más temidos por los padres.

Para algunos hay una especie de pensamiento mágico: “si no lo veo, entonces no existe”. De ello puede resultar: “si no hablamos sobre el pasado de nuestro hijo, eso no estará allí para atormentarnos…”. Este tipo de actitud resulta en serias dificultades para el niño, que siente que hay algo en el aire que no se dice y puede interpretar ese hueco de formas variadas. Intuye algo que no se le confirma y eso perjudica la confianza en su percepción y la relación con los padres. Fantasías como “si no hablan del tema es porque debo haber hecho algo muy malo” o “mi pasado es vergonzoso, tengo que rehuirlo como sea” pueden predominar. El niño pasa a bloquear su curiosidad, ya que la investigación es sentida como peligrosa y destruidora. En conversas con niños y, principalmente, con adolescentes adoptados se escucha: “no se lo pregunto para no afligirlos” [a mis padres]; se van a enfadar conmigo; van a pensar que ya no me gustan; ya no les gustaré…”.

Estudios, como el realizado por Woiler (1987), muestran los perjuicios causados en el aprendizaje debido a la dificultad de lidiar con la investigación sobre la adopción. ¿Cómo estar abierto para aprender si hay importantes puertas y ventanas cerradas en el camino hacia el conocimiento?

1 – A edad temprana, el niño tiene fantasías de tomar el padre o la madre para sí, y rivalizar con el progenitor del sexo opuesto. Es el llamado Complejo de Édipo, normal en el desarrollo humano. Pueden formar parte de esa fase deseos inconscientes de «robar» a los bebés que los padres sean capaces de engendrar. Con el crecimiento, esas fantasías son conferidas con la realidad y abren paso a una relación más realista consigo mismo y con el otro.

Gina Khafif Levinzon ginalevinzon@gmail.com

Psicoanalista, miembro efectivo de la Sociedad Brasileña de Psicoanálisis de São Paulo, Doctora en Psicología Clínica-USP, profesora del Curso de Especialización en Psicoterapia Psicoanalítica CEPSI-UNIP, São Paulo, Brasil.