Foto: Basquiat

La violencia contra los jóvenes en Brasil: ¿con la participación del Estado?

Heloisa Bezerra: No entra en las estadísticas.

Dijaci Oliveira: Ellas van a quedar apenas en la memoria del individuo, en las prácticas de socialización violentas. Es el bullying. La lógica del bullying es mostrar innumerables prácticas dentro de la escuela que son permeadas por algún tipo de agresión más amplia, como sexismo, homofobia, prejuicio racial y de origen. Si es del nordeste, negro, deficiente, no vale nada.

Heloisa Bezerra: ¿De qué forma el tráfico de drogas se asocia a la violencia contra los jóvenes?

Dijaci Oliveira: En algunas regiones eso es más tenso. En el estado de Goiás, el tráfico de drogas es reciente, diferente de otros lugares en que ya aparece mucho más estructurado, como en Rio de Janeiro, Espírito Santo, São Paulo. Lo que la gente sabe es que cuando comienza a haber un ingreso que no va a ser encontrado dentro del mercado laboral formal, la práctica de la violencia se hace más compleja y resistente. Si el ingreso medio es de R$ 1.800 a 2 mil, ¿por qué los individuos van a dejar ese empleo? Si el joven puede ganar R$ 2 mil, ¿por qué va a rechazar un ingreso que solo tendría con la enseñanza superior?

Heloisa Bezerra: Entonces, el tráfico de drogas abre las puertas al mercado laboral.

Dijaci Oliveira: Exactamente. Y cuando hace eso, se institucionaliza de una forma que no se consigue enfrentar. El tráfico de drogas de alta rentabilidad, como el de la cocaína, por ejemplo, al afianzarse, garantiza al individuo poder, posibilidad de consumo e ingreso fácil, sin toda aquella necesidad de tener que conquistar el mercado de trabajo, tener escolaridad. Los teóricos de la educación ya mostraron que esos grupos no van a superar esa barrera fácilmente. O sea, la escuela no fue hecha para garantizar que esos muchachos se tornen empresarios u ocupen cargos importantes.

Heloisa Bezerra: Reflexionando sobre otras formas de violencia, ¿podría hablar un poco sobre la violencia practicada contra jóvenes transexuales y homosexuales?

Dijaci Oliveira: En la investigación que hice sobre la desaparición de personas, me llamó la atención el gran número de jóvenes que figuraban como desaparecidos, pero que, en realidad, habían huido de su casa porque no conseguían hablar de su condición sexual, además de los jóvenes expulsados de sus casas por los padres. Es una situación problemática, pues, al mismo tiempo en que se crea la posibilidad de conquista, de un escenario positivo en que algunos grupos comienzan a ganar derechos, nos encontramos con una reacción muy fuerte hasta en la misma política. Aquello que en el Congreso aparecía como posibilidad de progreso, ahora se configura como una amenaza. En la Comisión de Derechos Humanos se discutía la posibilidad del reconocimiento de la unión homo-afectiva. Ahora no. Ahora contamos con proposiciones que intentan eliminar lo que ya fue conquistado, un escenario de auge de los conservadores que quieren revertir los derechos conquistados. Eso contribuye al crecimiento de aquel grupo que tenía un cierto recelo de manifestarse, de acusar. Ahora esos individuos conservadores se sienten más cómodos para asumir abiertamente una postura más violenta y decir “estoy a favor de la dictadura”, “estoy contra los homosexuales”.

Heloisa Bezerra: Esas victorias parciales, como el matrimonio homo-afectivo, algunas políticas que garantizaron derechos para el grupo transexual y homosexual, ¿hicieron aumentar la violencia como una reacción de la parte conservadora de la sociedad ante los derechos adquiridos?

Dijaci Oliveira: Es una discusión compleja, porque está la resistencia religiosa, está la resistencia de la sociedad machista y homofóbica, no sabemos exactamente lo que está contribuyendo con la violencia en curso. Yo no sé hasta qué punto la ascensión del segmento conservador acaba contribuyendo con el aumento de la violencia. Sabemos que hay una reacción. En São Paulo, donde existe la Parada Gay, en estos últimos años, ya vimos episodios de atentados, de violencia, provenientes de grupos que hasta entonces se manifestaban haciendo burlas. Esta es la novedad. Segmentos que ahora aceptan la agresión. Hay un movimiento de casi tres millones de personas que son vulnerables a un atentado con bomba y nadie sabe quién puede salir afectado. Esa incertidumbre es la que va produciendo miedo.

Heloisa Bezerra: Y en cuanto a la reducción de la mayoría de edad penal, ¿esto puede implicar un aumento de la criminalización de los jóvenes pobres?

Dijaci Oliveira: Los jóvenes están pagando un precio muy caro por diversos problemas de la sociedad, principalmente, están siendo responsabilizados por el aumento de la violencia, que no es cometida específicamente por ellos. Ellos son el chivo expiatorio de la historia. Cuando se tienen estadísticas que muestran que los jóvenes menores de 18 años responden por el 2% de la violencia, y todo el mundo quiere reducir la mayoría de edad porque cree que vamos a tener un escenario totalmente diferente de seguridad, existe un segmento de la población que va a pagar bien alto por esto. El que debería ser el segmento más protegido, acaba siendo el que más muere en Brasil.
Ningún país que aprobó ese tipo de medida logró la reducción de la violencia. La aprobación de la ley del crimen hediondo es otro ejemplo de fracaso. El criminal no tiene derecho a fianza, la ley es más dura, mas no cambió nada en Brasil. La reducción de la mayoría de edad penal es un tipo de política de endurecimiento de las penas y de más encarcelamiento. Brasil ya experimentó las dos cosas, las leyes se hicieron más rígidas, como en el caso de la ley del crimen hediendo, y hoy se encarcela tres veces más que en la década de 1990. Ni por eso los crímenes disminuyeron. Lo siento, pero no existe una expectativa de reducir la criminalidad. Existe mala fe.
En los Estados Unidos, lo que garantizó la reducción de la criminalidad entre jóvenes fueron las mejoras en las políticas sociales. Más oferta de empleo, becas de estudio para que los jóvenes infractores concluyesen la educación básica, acompañamiento de las familias.

Heloisa Bezerra: La reducción de la mayoría de edad requiere la revisión del artículo 228 de la Constitución Federal, que define un límite etario en cuanto a la responsabilidad social y de consumo de los individuos.

Dijaci Oliveira: La PEC 171/93, del ex-diputado Benedito Domingos, del Distrito Federal, no se diferencia de las otras propuestas de reducción de la mayoría de edad penal. Nosotros tenemos proyectos de autoría de José Roberto Arruda (PSDB), Benedito Domingos (PP), Osório Adriano (DEM), Alberto Fraga (DEM), y todos tienen como fuerte figura de apoyo al empresario Osório Adriano, que es dueño de la mayor revendedora autorizada Volkswagen en Brasilia. El relator de la PEC 171/93 y el delegado Laerte Bessa (PR), de la bancada de la bala. Eso evidencia el interés del segmento de re-venta de automóviles para jóvenes ricos de 16 y 17 años. Venderán muchos carros para ellos. Eso es lo que importa y no la inseguridad, como afirman. En busca del lucro, no miden esfuerzos ni les importan los problemas que surgirán. Imagínese como será el mercado de explotación sexual comercial sobre los adolescentes de 16 y 17 años o el mercado de bebidas sobre ese segmento. Los estragos no serán pequeños. Todos nosotros sabemos que el automóvil está por detrás de los altos índices de mortalidad juvenil, junto al alcohol. El efecto será trágico.

Heloisa Bezerra: ¿Qué otras consecuencias sociales podemos esperar con la exclusión o revisión de ese artículo de nuestra Constitución?

Dijaci Oliveira: Dramáticas, diría yo. Por ejemplo, la bebida es la droga más consumida en la sociedad brasileña, es una droga legal, causa de un fuerte porcentaje de suicidios, de prácticas de violencia, de accidentes. Con la reducción de la mayoría de edad, los adolescentes que hoy van a los shoppings podrán fácilmente pedir una cerveza. Imagina, si los jóvenes pueden conducir, pueden ir a la cárcel, ¿qué será tomar una cerveza?
Actualmente, incluso cuando el consumo de bebidas alcohólicas está prohibido para los adolescentes, cerca del 25% en el grupo etario de 16 y 17 años ya consumieron alguna bebida alcohólica. Y cuando llegan a los 18 años, ese porcentaje prácticamente se duplica. Con el fin del límite propuesto en el artículo 228 de la Constitución Federal, ¿qué tendremos? Existen buenas posibilidades de que esos índices pasen para grupos de edades más bajas. Si adolescentes de 16 y 17 años pasan a beber legalmente, consecuentemente aumenta el consumo entre los jóvenes de 14 y 15 años.

Heloisa Bezerra: Desdoblamientos en términos de permisividad de lo que hoy no es legal – consumo de carros, de bebidas, de cigarro…

Dijaci Oliveira: Una serie de cambios en diversas esferas y también en el mercado del trabajo. Si hoy los jóvenes de las clases bajas ya son empujados a abandonar la escuela y comenzar a trabajar a los 17, 18 años, eso va a acontecer a los 15, 16 años. Creo que vamos a tener problemas también con la finalización de la educación básica, con más adolescentes abandonando la enseñanza media mucho más temprano. Si el objetivo de la reducción de la mayoría de edad es ampliar la seguridad, el camino escogido es pésimo. Va a intensificar la vulnerabilidad de los jóvenes, incidir en el aumento de la violencia en general contra esos jóvenes. Vamos a pensar en la explotación sexual comercial. Si hoy existe un asedio para que las muchachas posen desnudas para las revistas desde los 18 años, ese asedio va a recaer sobre las adolescentes de 16, 17 años. Va a ser la gran novedad del mercado. Habrá una presión del mercado pornográfico, de la prostitución, sobre los grupos etarios que siguen hacia abajo, sobre las niñas y niños de 14, 15 años. Son los efectos perversos de la reducción de la mayoría de edad.

Dijaci David de Oliveira dijaci@gmail.com
Doctor en Sociología por la Universidad de Brasília (UnB), profesor de la Facultad de Ciencias Sociales (FCS) de la Universidad Federal de Goiás, Brasil (UFG). Especialista en estudios sobre violencia y desaparición de personas.
Heloisa Dias Bezerra diasbezerra.h@gmail.com
Doctora en Ciencia Política, profesora de la Universidad Federal de Goiás y de la Universidad Federal del Estado de Rio de Janeiro, Brasil. Editora asociada de DESIDADES. Investigadora en el área de juventud, democracia y nuevas tecnologías.