Foto: Adalberto Camperos

Identidades juveniles y consumo musical de ‘reggae’ y ‘rap’ en Cuba.

‘Reggae’ y rastafari: ¿las dos caras de una moneda?

La cultura rastafari, en algunos casos también denominada como movimiento rastafari1, ha dejado un legado en muchas sociedades contemporáneas. El interés por estudiarla se ha debido, entre otros elementos, a su carácter contracultural, y al funcionamiento articulado de su sistema simbólico expresado a través de la simbiosis de elementos ideológicos, religiosos y materiales. Muchas investigaciones culturales y antropológicas la han tenido como protagonista, indagando en los elementos culturales que ha aportado a cada contexto social; así como su impronta como exponente y fiel defensora de tradiciones y costumbres africanas.
Durante la primera etapa de su desarrollo, muchos jóvenes de los ghettos urbanos de Jamaica, hicieron suyos la filosofía de este movimiento, aportándoles su herencia social, espíritu emprendedor y ansias de rebeldía resultantes de haber crecido en condiciones de franca pobreza. A esto se suma el surgimiento del ‘reggae’, como resultado de la evolución de la música popular jamaicana. Este nuevo ritmo musical constituyó un vehículo de proyección crítica hacia la sociedad: “entonces muchos jóvenes como Jimmy Cliff, Bob Marley, Peter Tosh etc., utilizarían el ‘reggae’ para expresar anhelos rastas y censurar con fuerza el orden social vigente». (Furé, 2011, p.44)
Al comenzar la década de los setenta, en su tercera etapa, rastafari y ‘reggae’ constituían ya un sistema articulado alrededor de una unidad temática, donde los problemas sociales y una visión realista del futuro eran preocupaciones fundamentales. En esta fase se fortaleció la secularización, los entonces símbolos religiosos y atributos espirituales fueron adoptados por personas de todo el mundo como resultado de la ininterrumpida globalización cultural.
Como fenómeno eminentemente importado, la cultura rastafari entra a Cuba en la década del 70 del pasado siglo, siendo uno de los estilos alternativos de la juventud, identificándose dentro de este grupo etario, “los provenientes del sector estudiantil (medio y universitario), y el trabajador (sobre todo el obrero)” (Furé, 2011, p.47). El canal principal de entrada de esta cultura fue mediante la difusión del ‘reggae’, el cual alcanzó gran aceptación por parte de algunos sectores de jóvenes, debido al ritmo que proponía a pesar de ser una música foránea, en inglés. La presencia en el país de grandes grupos de extranjeros, algunos en calidad de turistas y otros como estudiantes caribeños, contribuyó con la socialización del fenómeno cultural en el contexto cubano. Estos en su mayoría eran portadores de información y nuevos estilos asociados a la realidad de esta cultura. La aceptación del ‘reggae’ y luego de la Ideología rasta, fue un elemento de distinción para los jóvenes que tomaron esta como una nueva forma de expresión, y contribuyó a la conformación de esa nueva identidad cultural microsocial.
El consumo de este ritmo musical los condujo a indagar en el trasfondo de sus letras, las cuales no tenían un significado si no se hacían acompañar de aquellos símbolos y atributos reveladores de la esencia rastafari. Dígase el uso de los ‘dreadlocks’2, con la carga conceptual, espiritual que la sustenta, cambios en los hábitos alimenticios, etc. En otras palabras, el ‘reggae’, influyó sobre la forma de actuar y de pensar de las personas, logrando modificar la manera como los sujetos conocían y comprendían su realidad más inmediata.
En el caso de la cultura rastafari, algunos de sus principales símbolos devienen en prácticas que la sustentan. Esta articulación entre lo simbólico y los comportamientos, revela el carácter sistémico y relacional que caracteriza la formación identitaria de lo rastafari. Donde no es apreciable un elemento primario en la relación causal, sino que se complementan e interrelacionan dialécticamente.
El sistema simbólico rastafari tiene como principal exponente al ‘reggae’. Este género musical constituye un elemento que nuclea y articula al resto de los componentes del sistema3. Ha servido de instrumento de defensa de esa cultura para resaltar sus valores espirituales y éticos. En este caso la música funge como generadora de un modelo de adscripción manifiesto a través de las propias letras. No obstante hay que aclarar que rastafari hace suyo el ‘reggae’, pero todo ‘reggae’ no es exclusivo de rastafari.
El consumo de esta música, los reproduce como grupo social, además deviene en un espacio de producción, en la medida en que la promueven o la crean para socializar sus mensajes. En el intento por marcar pautas e identificarse como una cultura, los rastas llevan a cabo otras actividades asociadas con la socialización de esta música, tal es el caso del concierto de ‘reggae’. Este consiste en una «presentación en vivo de una o más bandas o solistas que interactúan con un público heterogéneo, organizada con apoyo institucional o sin él y siempre en lugares públicos. Es un proceso cardinal del proceso sociocultural generado por esta música y sus mensajes, como respuestas principales de identidad desde el sujeto hacia el otro.” (Furé, 2011, p.155) Constituye una propuesta de reafirmación grupal y de defensa de sus patrones culturales.
El uso de escenarios específicos, generalmente urbanos para desarrollarlos, habla de su denotación citadina mayoritariamente; y la definición contracultural y de resistencia se manifiesta cuando defienden en mayor grado espacios no institucionalizados y menos oficiales para la realización de los conciertos. La celebración de estos, en ocasiones se realiza para conmemorar fechas simbólicas del movimiento, las cuales devienen en momentos de encuentro y de reafirmación cultural.
Según el investigador cubano Samuel Furé, “el ‘reggae’ aquí no es una expresión musical consolidada, legitimada e institucionalizada como el ‘rock’ y el ‘rap’. Es simplemente ‘manufacturado’ en Cuba, pero las fusiones con estructuras musicales del país y el contenido social de las letras le imprimen características distintivas, cubanas (…)” (Furé, 2011, pp.144-145). Se puede hablar en Cuba de la producción de un tipo de ‘reggae’ distintivo al proveniente de Jamaica y comercializado internacionalmente. Y aunque no ha logrado su institucionalización en el ambiente cultural del país, se hace notar en pequeños espacios de consumo de los rastas y de otros grupos sociales, adeptos a este ritmo.

1 – La cultura rastafari surge y se desarrolla en Jamaica, a partir de 1930. En sus inicios, se convirtió en un movimiento de resistencia, y una respuesta cultural alternativa ante el colonialismo vivido por tantos años en esta isla caribeña. Los postulados ideológicos promovidos desde las etapas iniciales exaltaban el orgullo racial y la valorización de la cultura y la historia de África; a través de las corrientes de pensamiento: el etiopianismo y el garveyismo.
2 – Dreadlocks’: Son largas trenzas, que se logran a partir de tejer el cabello de forma natural.
3 – Integran el amplio complejo simbólico de la cultura rastafari: los ‘dreadlocks’, los colores rojo, amarillo, verde y negro, Bob Marley, Haile Selassie I, el león, prácticas como el consumo de ganja o marihuana, el vocabulario rasta, el no consumo de carnes ni pescado, la concepción de Babilonia, las ideas de paz y amor, así como las ideas de retorno a África, entre otras
Yoannia Pulgarón Garzón cesjyoannia@opjm.ujc.cu

Licenciada en Sociología por la Universidad de La Habana, Cuba (2009). Cursa la Maestría en Sociología por la misma Universidad. Investigadora del Centro de Estudios sobre la Juventud, La Habana, Cuba, donde ha trabajado las temáticas de los valores, cultura e identidades juveniles. Es coautora del libro “Realidad de la juventud cubana en el siglo XXI” (2013) de la Editorial Ciencias Sociales. Miembro del Consejo Editorial de la Revista ESTUDIO.