Foto: Pxhere

El sufrimiento psíquico de niños y jóvenes en los días actuales

Sonia Borges – Buscando acompañar un poco lo que usted acaba de decir, nos gustaría que hablase sobre el aspecto de la patologización de la vida, con profusión de diagnósticos como el Trastorno de Déficit de Atención – con o sin hiperactividad –, trastorno bipolar, depresión, tanto para niños como para adolescentes. Algo que hemos percibido y que ha sido discutido, es que algunos profesionales del área de la salud piensan que esa profusión ponga de manifiesto, también, una dificultad de los padres y educadores, en fin, de quienes lidian con los niños, de sustentar y poder manejar las frustraciones y las crisis relacionadas con la existencia, tanto de niños como de adolescentes, porque el día a día los confronta con una serie de dificultades y frustraciones. Nos gustaría que nos hablase sobre eso.

Edson Saggese – Coincido con esas afirmaciones, de que las dificultades de las familias y de los profesionales de la educación, y otros, para lidiar con los niños y adolescentes en su sufrimiento, o su proceso de desarrollo vital, están relacionados con eso. Pienso que es verdad, pero que podríamos ir un poco más allá y pensar por qué es que pasa eso. ¿Por qué las dificultades son más intensas? Creo que hay muchos autores que lo comentan, estamos en un periodo de cierta transformación civilizatoria. Es muy difícil que digamos eso porque estamos dentro del proceso, entonces: ¿cómo se da? ¿Cuál es el alcance de ese proceso? Pero no hay dudas de que vivimos un periodo de intensa transformación. Algunos teóricos llaman de hipermodernidad, modernidad tardía, modernidad líquida, metamorfosis de la civilización. Pero, realmente, vivimos en un periodo muy acelerado de transformaciones. En parte, por la aceleración de los cambios tecnológicos, que amplió, de cierta forma, mucho, el mundo en que las personas vivían. Hoy en día, no se sustenta la autoridad familiar, lo que es vivido dentro de la familia se interconecta directamente con lo que es vivido por el mundo, es invadido por el mundo. Y es muy difícil controlar eso, con el mundo posinternet, con el mundo pos celular, que acelera cada vez más la trasformación tecnológica. Eso se liga a causas también económicas, una cierta transformación, una aceleración de nuestro sistema económico básicamente capitalista, ya que las alternativas al capitalismo desaparecieron del mundo a partir de los años 80, y una aceleración de lo que convencionalmente se decidió nominar como neoliberalismo, no sé si ese sea el mejor término. Pero el hecho de que existe una concentración enorme de las riquezas en términos económicos, que aplasta a todo el mundo, destruye un poco la posibilidad de construcción de otros valores. Entonces, creo que no podemos simplemente responsabilizar a la familia o a los profesionales de una cierta incapacidad para actuar o inhabilidad de lidiar con las nuevas cuestiones que surgen para los niños y adolescentes. Es una transformación realmente sociocultural de los referentes simbólicos del mundo que se transforma y con la que se hace más difícil lidiar.

Sonia Borges – Tal vez no haya quedado muy claro en la pregunta anterior que existe una asociación entre el exceso de medicalización y la perspectiva de que eso pueda estar atravesado por todo el proceso que acaba de mencionar. Pero creo que podemos comprender esa relación, si…

Edson Saggese – Puedo complementarlo un poco. Nos podemos aproximar más al tema de la medicalización, la identidad y el espíritu de la época. El espíritu de nuestra época, sobre todo, a partir de los años 90, se volcó hacia la comprensión del funcionamiento humano a partir de la biología, de lo orgánico. El crecimiento de del acceso a las imágenes, del funcionamiento del cerebro, el crecimiento del conocimiento sobre genética, sedujo un poco al mundo académico, y después al mundo en general, haciendo creer que la causa del sufrimiento psíquico estaba en ese nivel: orgánico, genético, cerebral. Eso causó la impresión de que encontraríamos también, a partir de ahí, respuestas para eso. Y eso también tiene continuidad en el factor económico, que es el lucro, la potencia de los grandes laboratorios farmacéuticos que están entre las principales fuentes de producción de riqueza en el mundo capitalista. Esas cosas se unieron, primero, la idea de un hombre cuyo sufrimiento es cerebral, de que hay algo que no funciona bien en su cerebro; segundo, la idea de que la respuesta también deba ser genética, deba derivarse de la genética, a partir de sustancias, o de interferencias en su cerebro. Lo que se une a una tercera cuestión que comenzamos a abordar, que es el caso de una crisis identitaria que aparece a partir de la transformación de todo ese universo simbólico que sustenta al sujeto. Creo que pensamos eso, que el hombre no es un ser de la naturaleza, existe un gap entre el hombre natural y el hombre que vive en sociedad, que tiene un lenguaje propio, eso no es nuevo. Pero tal vez estemos pasando por una época en la cual ese sustento de la red simbólica haya sido bastante conmocionado, resultando inmediatamente en una cuestión identitaria. Es decir, ¿qué sustentaría la búsqueda identitaria del hombre? Entonces, no solo está la idea de que esos saberes expertos, de que esos saberes eruditos de la ciencia impongan al sujeto identidades. Esas identidades también son queridas y requeridas por las personas que tienden a explicar sus problemas a partir de ahí, tales como: “yo tengo una deficiencia de serotonina”, “yo me levanto bien y me acuesto mal porque soy bipolar”, “mi hijo no sale bien en la escuela porque tiene un déficit de atención, hiperactividad”. Eso para quien, como yo, está en el área de salud mental desde hace muchas y muchas décadas, es espantoso, como niños de 2 años son clasificados de bipolares. Cómo un porcentaje inmenso de niños toma medicamentos, sin que siquiera se sepa los daños a largo plazo que esa medicación va a ocasionar. Cómo es difícil que te rehúses a medicar a un niño, cómo es difícil discutir que cuestiones escolares pueden ser deficiencias del proceso educacional de una escuela determinada. Cómo es difícil conversar con los padres para decirles que la relación conyugal interfiere en la vida del niño. Todo puede ser simplificado a través de un diagnóstico y de la medicación. ¡Es espantoso! Por ejemplo, medicar a un adolescente hace cuatro décadas, en general, encontraba mucha resistencia del adolescente, ahora, invariablemente los adolescentes se resisten a no ser medicados, “porque lo vi, lo descubrí en internet”, “soy bipolar, ¿usted no lo ve?”.

Renata Monteiro – Nuestra próxima pregunta se refiere a aquellas cuestiones del cuerpo que ya mencionó desde el inicio. Si no me equivoco, podemos hablar de dos lecturas sobre el cuerpo, un cuerpo atravesado por el lenguaje y lo simbólico, y el cuerpo del saber médico, de las neurociencias, que sufre otro tipo de intervención. Inclusive, constatamos por la lectura de algunos de sus artículos, que en la adolescencia se le concede un lugar privilegiado al cuerpo, del que tal vez podamos hablar, un lugar de sufrimiento, de direccionamiento. En uno de sus artículos, usted aborda una serie de comportamientos de los jóvenes que apuntan hacia el intento de crear puntos de identificación, basados en el cuerpo, como piercings, tatuajes, comportamientos extravagantes, en la búsqueda de una seguridad identitaria. Pero, ¿cómo podemos comprender, por otro lado, cuando el cuerpo se torna objeto de ataque, en ese caso, a través de otras manifestaciones que también han sido más frecuentes y recientemente, aparecen más en la clínica, como son los casos de anorexia, bulimia, o el cutting y hasta comportamientos de riesgo ligados a la sexualidad, al uso de drogas? ¿Cómo el cuerpo aparece como lugar identificatorio, de presentación, de construcción identitaria, pero, al mismo tiempo, el lugar de cierto ataque?

Edson Saggese – Existe más de una manera de abordar ese asunto. Una de ellas está dada por la medida en que se concentra la búsqueda identitaria en el cuerpo, las exigencias sociales sobre el cuerpo se propagan y el adolescente se ve insatisfecho con el cuerpo propio, ya sea delgado, gordo, alto, bajo. Nosotros sabemos que un ideal, sea el que sea, principalmente un ideal referente al cuerpo, es siempre inalcanzable. Es como el cachorro que corre detrás de su propio rabo. O sea, mientras más alguien intenta acercarse a lo que sería el ideal de su cuerpo, más ese ideal se aleja y el individuo nunca consigue acercarse lo suficiente a él. En este caso se dan dos cosas. La primera es que existe cierta concentración de la construcción de la identidad a partir del cuerpo. Yo soy lo que es mi cuerpo y el cuerpo tiene una plasticidad relativa. Tomemos como ejemplo la imagen de un elástico, el elástico tiene una plasticidad, el cuerpo también tiene cierta plasticidad, pero existe un límite. Entonces, en la medida en que el sujeto quiere estirar demasiado esa elasticidad del cuerpo para moldearlo según el ideal que ha sido socializado, comienza a sufrir daños. Por ejemplo, un ejemplo clásico, la anorexia. O sea, el ideal del cuerpo delgado, diseminándose a través de las modelos de la propaganda. Vivimos también en una era de la imagen, de la predominancia de ese universo imaginario, que avala en alguna medida otras presentaciones del yo. El yo se presenta como ese yo corporal, un yo imaginario. Eso comienza a dañar y causar sufrimiento psíquico como, por ejemplo, en el caso de la anorexia. Tal vez no sea solo eso, tal vez también se acelere la propagación de ciertos comportamientos que sirven para expresar el sufrimiento psíquico, como es el caso del cutting. Tenemos internet, celulares, que multiplican mucho la difusión de ciertas marcas de lo que sería el sufrimiento psíquico. Por otro lado, la frase, “yo estoy sufriendo”, pierde fuerza ante la imagen de un miembro sangrando, de un cuerpo cortado, de una serie de cicatrices. Claro que esa proliferación, esa cierta contaminación del sufrimiento de uno por medio del otro no es una novedad. Sigmund Freud hablaba, refiriéndose a la histeria, de lo que podría producir el desmayo. En un cuarto de muchachas, después de que una de ellas se desmaya al recibir una carta de amor, las otras también lo hacen, ¿no es verdad? Pero creo que eso se multiplica debido a internet y el celular, por la difusión de las imágenes. Vivimos fuertemente influenciados por eso. Y la cuestión del sufrimiento que es reconocido en cuanto sufrimiento que se expresa en el cuerpo, a través del adelgazamiento extremo, de un corte, del vómito, y del resto de situaciones que atraviesan la identidad corporal.

Edson Saggese edsonsaggese@gmail.com
Psicoanalista, psiquiatra y profesor del Instituto de Psiquiatría de la Universidade Federal do Rio de Janeiro (UFRJ), Brasil, donde fundó el CARIM, uno de los primeros CAPSis del país. Creó y coordina el grupo de investigación Proadolescer. Entre sus últimas publicaciones se destacan los livros: Juventude e Saúde Mental: a especificidade da clínica com Adolescentes, Rio de Janeiro: Cia de Freud, 2015 y Proadolescer: pesquisa e clínica com adolescentes na rede de saúde mental, Rio de Janeiro: 7 Letras, 2013.

Renata Alves de Paula Monteiro rapmonteiro2014@gmail.com
Profesora Adjunta del Instituto de Psicología de la Universidade Federal Fluminense (UFF-Niterói), Brasil. Investigadora permanente del Núcleo Interdisciplinar de Pesquisa e Intercâmbio para a Infância e Adolescência Contemporâneas (NIPIAC/UFRJ). Editora Asociada de la Revista DESidades. Coordinadora del curso de posgrado lato sensu Psicanálise e Saúde Mental (UFF). Miembro del Espacio-Taller de Psicoanálisis.
Sonia Borges soniarborges@uol.com.br
Psicóloga Clínica, Máster y Doctora en Psicología por la Universidade Federal de Rio de Janeiro (UFRJ), Brasil. Graduada en Comunicación Social, con habilitación en Periodismo, por el Centro de Ensino Unificado de Brasília. Investigadora permanente del Núcleo Interdisciplinar de Pesquisa e Intercâmbio para a Infância e Adolescência Contemporâneas (NIPIAC/UFRJ). Editora Asociada de DESidades – Revista Eletrônica de Divulgação Científica da Infância e Juventude.