Foto: Gerd Altmann

La sociabilidad automatizada de los niños brasileños en las redes sociales

Entrevista de Amanda Antunes con Renata Tomaz

Amanda Antunes – Cuente un poco sobre su formación, trayectoria académica y profesional y sobre cómo usted se aproximó al tema de la infancia y los medios.

Renata Tomaz – Soy periodista e hice maestría y doctorado en el área de Comunicación. En la maestría, comencé a interesarme por el modo como los niños eran representados en esos comienzos del siglo 21, e hice una investigación sobre subjetivación y adolescencia, intentando entender cuáles son los recursos que la cultura contemporánea ofrece para que el individuo se convierta en alguien. Posteriormente, en el doctorado, trabajé con la cuestión del uso que los niños hacen de las plataformas digitales, como es el caso de YouTube. Entonces, buscaba entender cómo los niños salen de un lugar periférico – socialmente hablando – para un lugar de relevancia social, para un lugar de protagonismo social.

Amanda Antunes – ¿Sus estudios de posdoctorado también constituyen desdoblamientos de estas investigaciones?

Renata Tomaz – Soy investigadora del Núcleo de Estudios de Medios, Emociones y Sociabilidades (Nemes), en la UFRJ, y actualmente me propongo comprender cómo los niños están movilizando las emociones en el ambiente digital – rabia, odio, ansiedad, miedo, son emociones que están circulando por los medios sociales.

Amanda Antunes – ¿Cómo usted ve las diferencias y aproximaciones entre las infancias de hace algunas décadas y las de hoy, ante la avalancha de los medios? ¿Cómo los nuevos medios afectan la infancia hoy?

Renata Tomaz – Cuando comencé la investigación, tenía el objetivo de identificar justamente eso, las continuidades y discontinuidades de estas infancias. Pero, conforme fui investigando, percibí que no era algo con fronteras tan demarcadas. Realmente, entendí que existían muchas más tensiones, un juego de fuerzas entre aspectos que en momentos se diferencian, en momentos se aproximan. Lo que más me llamó la atención fue la idea de las interacciones y de los juegos, de la sociabilidad de los niños. Cuando vamos a investigar un tema así, pensamos que el niño que usa mucho la computadora, el Tablet, el Smartphone, es un niño aislado, que se queda en el cuarto encerrado por horas, sin conversar con nadie, sin usar juegos. Pero, en la concreta, los niños no están aislándose. Ellos están buscando conectarse con otros niños, con otras redes, con otros grupos, aunque de forma bien diferente de lo tradicional. En muchos casos, buscan hasta encuentros cara a cara con niños que ellos conocieron en las redes digitales-sociales.

Pude etnografiar encuentros presenciales y vi que los niños están tejiendo otros lazos en esas dinámicas de conectarse unos con otros. ¡Y ellos sí juegan! Ellos recuperan juegos: aquella muñeca que ya no era tan usada comienza a ser convocada para producir un video en YouTube y las niñas juegan para mostrarles a sus amigas. Aquel juguete que les regalaron en el cumpleaños, que no tenía más uso, es reutilizado en ese momento en que se hacen los videos; o entonces, los niños ven un video que despierta una forma nueva en que un juguete puede ser utilizado.

Por tanto, al contrario de lo que se pensaba, se mantiene la idea del juguete, de los lazos, de las interacciones. Pero, esos juegos se distinguen de lo que observamos en el pasado, porque ellos van a ser hechos para que alguien los vea. En esta infancia del siglo 21, familiarizada con las redes sociales, los niños están todo el tiempo jugando con la cámara encendida. Ellos hacen eso para que todos vean cómo juegan – eso es muy curioso – como si la cámara estuviera encendida. Por ejemplo, conversando con madres y niños, oí relatos sobre ese comportamiento: “Algunas veces voy a dibujar, estoy jugando y comienzo a hablar: ‘entonces, ¿todo bien con ustedes?, estoy aquí dibujando y jugando’”. ¡Pero no hay ninguna cámara encendida! Entonces, existe ese modo de jugar, esa cultura lúdica dirigida a alguien que ve el juego, dirigida a otra mirada, a alguien más.

Un segundo aspecto que deconstruí en la investigación es la noción de que los niños usan instintivamente las tecnologías y los medios digitales, un poco dentro de aquella idea de que los niños son nativos digitales, que saben usar las herramientas tecnológicas mejor que sus padres, enseñando a sus abuelos. ¡Pude percibir que no es tan así! En realidad, los niños están movilizando y usando dispositivos de una forma sin precedentes, pero ellos continúan necesitando de personas que los ayuden en esa faena. Investigué, en el doctorado, cuatro canales de YouTube protagonizados por niñas entre 9 y 11 años. Todas tienen por lo menos un adulto de la familia que se dedica a ayudarlas. Sin eso, ellas no tendrían cómo dar cuenta de tantos dispositivos, programas, aplicativos, edición de música. Conversando también con otras niñas, ellas decían: “Yo quisiera tener un canal. Pero no tengo quien me ayude; yo no sé hacer mi perfil; no sé insertar mi foto”. Entonces, de hecho, ellas están demandando mucha ayuda.

Un tercer aspecto que me llama la atención es el hecho de que esa infancia que podríamos llamar infancia digital continúa dándose, en su mayor parte, en el ambiente doméstico, la mayoría de las veces, en una familia nuclear. Son elementos que podríamos percibir en el discurso que surge de la interacción de quien produce los medios o de quien los usa. Es una infancia que aún es doméstica, pero, visibilizada, expuesta, abierta. Es un doméstico sin paredes. Esta apertura y visibilidad acaban trayendo nuevos interlocutores para las niñas, más allá de la familia, los vecinos, la escuela. Estas niñas están lidiando con un entorno de interlocución sin límites.

Amanda Antunes – Tal vez porque, como YouTube tiene predominantemente la característica de un audiovisual, él se aproxima mucho a la televisión. Entonces, las niñas heredan muchas de las cosas del contenido y formato televisivo que ya son lo bastante familiares y conducen al YouTube.

Renata Tomaz – ¡Con certeza! Las niñas ya vienen de una cultura audiovisual que les muestra el mundo. La televisión viene funcionando, en las últimas décadas, como si fuese una ventana al mundo utilizada por los niños. YouTube, más allá de continuar siendo una ventana al mundo, un dispositivo que permite a los niños ver más allá de las paredes de su casa, más allá de la formación de su propia familia, es también una cámara hacia adentro. Ellos no solo ven el mundo, sino que también son vistos por él. Es una ventada hacia adentro. Es una ventana hacia la infancia. Es un modo de ser observados y no solo de observar el mundo.

Amanda Antunes – En los programas de televisión con la participación de niños, muchas veces ellos están produciendo lenguajes, prácticas e interacciones de los adultos que son diseminadas por estos programas. ¿Cómo usted ve la participación de los niños en el escenario mediático? ¿Existe una participación que no responda apenas a los intereses comerciales de los adultos? ¿Hay espacios de creatividad y autonomía en esos medios nuevos?

Renata Tomaz – Cuando comencé a investigar la infancia y los medios, también observé algo de televisión, pues es donde el niño comienza a ganar espacio como interlocutor de la cultura, aunque con un discurso constantemente disciplinado por el adulto. En ese aspecto, considero que la actriz Maísa Silva es un caso emblemático. A los 3 años de edad, ella llegó a la televisión, donde ha estado por más de 10 años ininterrumpidamente. Comenzó el programa Raul Gil, vistiéndose como adulta, para hacer aquellos números de principiantes. Y ganó espacio justamente porque imitaba bien a los adultos. El mérito de ella estaba en la capacidad de bailar, cantar y comunicarse como una adulta. Después de haber pasado por la Record y por la Band, Maísa fue para el SBT e hizo cambios significativos en su imagen. Allí, ellos le colocaron rizos, un vestidito de pliegues, la arreglaron con medias y zapatos de muñeca. Ella fue reformada para parecer una niña. Se pasó de la explotación de una estética adulta a la de una estética infantil. Por ejemplo, la directora tenía el micrófono abierto junto a ella, y la niña hablaba lo que le venía a la cabeza. Inclusive, en la época, ella grabó una canción llamada “Todo lo que viene a la cabeza”. Ella se estresaba con los niños, mandaba que se callasen, soltaba pum, se arreglaba el pantaloncito, hacía cosas de niña.

El caso de Maísa nos muestra cómo la TV va alterando la idea de que la niña precisaba parecerse a un adulto para llamar la atención. Ella, entonces, representa la imagen de una niña que puede aparecer en la televisión como niña. Pero, es obvio que el hecho de que ella no precise más aparecer en la TV como adulta no quiere decir que su imagen de niña no esté siendo explotada. La niña puede estar al servicio de los objetivos comerciales de los adultos, lo mismo apareciendo como niña que como adulta.

El concepto de imitación prestigiosa habla de esa idea de que los individuos reconocen comportamientos y actitudes que son imitables, o sea, admirados en determinados contextos. La niña es completamente capaz de percibir actitudes, prácticas que son valorizadas por la sociedad. Y entonces, ella las hace para ganar espacio, para ser atendida, escuchada. Esa imitación muestra el interés de la niña, dejándola vulnerable de cara a la explotación. Ella es capaz de percibir aquella figura admirada y aplaudida e intentar, de alguna forma, ser igual a ella. Es claro que eso luego puede ser captado y comercializado por los adultos. Pero también muestra una capacidad de la niña.

Amanda Antunes – ¿Cómo usted analiza las posibilidades que la internet representa para esas subjetividades infantiles de las que estamos hablando?

Renata Tomaz – Trabajo con el concepto de subjetividad alterdirigida de David Riesman. Para él, se trata de una subjetividad contemporánea y alterdirigida porque convoca al otro. Convoco todo el tiempo a alguien a dialogar conmigo y, en ese diálogo, voy a producir una narrativa sobre mí. Voy a producir posiciones de sujeto, producir mis identidades en el mundo a partir de ese proceso. Los individuos acaban posicionándose en el mundo a partir de esa interlocución con el otro. Entonces, los niños que utilizan internet, sea en el YouTube, en Facebook, en Instagram, están produciendo textos visuales, verbales, audiovisuales sobre ellos mismos encaminados al otro. Ellos están participando activamente como interlocutores de esas producciones identitárias.

Renata Tomaz renatactomaz@gmail.com
Periodista. Doctora en Comunicación y Cultura por la Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil, donde realiza Posdoctorado en la Escuela de Comunicación, con bolsa FAPERJ. Investigadora del Núcleo de Estudios de Medios, Emociones y Sociabilidad.
Amanda Almeida Antunes amandaantunesrj@gmail.com
Publicista. Doctoranda en Comunicación en la Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro, Brasil. Investigadora del Grupo de Investigación Juventudes Cariocas, sus Culturas y Representaciones Mediáticas.