El presente trabajo refiere a la parentalidad en sus funciones de subjetivación/socialización de los hijos e hijas y la actual tendencia al uso de recursos tecnológicos devenidos ayudantes primordiales de la crianza.
Tal tendencia propia de la época probablemente no sea extensiva a los contextos sociales de menor poder adquisitivo, ya que el acceso a los gadgets implica un alto costo económico. No obstante, es frecuente la presencia de la tecnología en los dispositivos de crianza en muchas familias argentinas, pertenecientes a contextos socioculturales altos y medios (según nuestra indagación). Las coordenadas socio culturales actuales, comandadas por la lógica del consumo y el capitalismo creador de necesidades, hacen de los sujetos objetos de consumo a la vez que consumidores.
Para dar cabida a una aproximación a la tendencia mencionada, se seleccionaron dos notas extraídas de una revista de difusión masiva, dirigida a un público no especializado.
La revista Hola.com, publica en dos ediciones distintas las siguientes notas: Siete dispositivos ‘babytech’ que revolucionarán las nuevas tecnologías para papás y mamás en 2017 y Nueve ‘apps’ muy resultonas para papás y mamás en 2014.
Nuestra intención es tensar la vinculación que existe entre los objetos y las propuestas que presenta el mercado para facilitar las funciones parentales durante la crianza, desde los vínculos tempranos en el desarrollo integral de niños y niñas. Desde nuestro punto de vista, esa facilitación propone una peligrosa ilusión de parentalidad exenta de conflictos, ficcionada con el guión de que “tener” evitará frustraciones, como si los imprevistos y desencuentros fueran evitables y las pulsiones educables.
Bebé, eso no existe…
El subtítulo parodia la referencia winnicottiana, que pretende destacar el estado de dependencia absoluta en la que un bebé nace; y la importancia de que un sujeto como su madre o quien desempeñe tal función, lo sostenga afectivamente en un proceso complejo y singular.
El deseo y las significaciones sobre el hijo o hija es lo que configuran ese lugar humanizante y psíquico al que el sujeto advendrá luego de su nacimiento. Se trata de un lugar que comienza a gestarse incluso antes de la concepción en tanto implica el deseo – de ser madre y/o de ser padre – y la propia historia como hija o hijo. Es decir, que no se trata de una decisión consciente de asumir la maternidad o la paternidad, aunque puede o no implicarla, sino de una dimensión inconsciente, una función simbólica asumida desde una posición subjetiva y que se sostiene en los sucesivos actos subjetivantes que los adultos dirijan a ese niño o niña.
Del lado del niño o niña, luego del nacimiento existe un cuerpo, caracterizado por una inmadurez neurobiológica y emocional que se desarrolla y estructura en términos psíquicos siempre en y a partir del vínculo con Otro. Se trata de un cachorro humano en términos de Bleichmar (1998), o infans como lo plantea Aulagnier (1988), un potencial devenir sujeto si lograra entramarse en la dimensión cultural y simbólica que representan y vehiculizan sus progenitores o quienes cumplen tal función.
Winnicott (1981) distingue, durante el primer año de vida, dos momentos de dicho vínculo, de la dependencia absoluta hacia la dependencia relativa, advirtiéndose el dinamismo y desarrollo psíquico infantil. La dependencia es del Otro a quien el autor llamó madre suficientemente buena, en tanto se encarga de la satisfacción de necesidades físicas y psíquicas en el ejercicio de su función que identifica como holding.
Podemos señalar que, en estos momentos, el sujeto en desarrollo condensa carencia y potencialidad y que en el encuentro subjetivante con el Otro, comienzan a jugarse particularidades que promueven desencuentro y malos entendidos propios de tal desarrollo. De este modo, se destaca que el lugar del niño o niña no es pasivo en su relación con el campo del Otro.
[…] decíamos que en los orígenes de la constitución psíquica se encuentra el Otro, como condición y como posibilidad. Este Otro que nutre, asiste, arrulla, mima, toca, abriga, habla, imagina a su bebé, acompaña el cuidado de sus necesidades básicas como sólo otro ser humano con una subjetividad constituida puede hacerlo […] (Karol, 1999, p. 84).
Del lado del adulto tenemos un sujeto estructurado psíquicamente, es decir, atravesado por la ley del lenguaje y es quien ocupa el lugar de madre o sustituto. El adulto que cumple la función materna y quien cumple la función paterna, serán garante de la salud psíquica del cachorro si logra libidinizarlo e introducirlo en la cultura, inscribirlo simbólicamente. En términos de Minnicelli (2010), el Otro legisla el cuerpo del bebé con la mirada, la voz, el sostén del cuerpo, a través de sucesivas inscripciones ceremoniales. Aulagnier, (1988) acuñó el término de violencia primaria para referirse al ejercicio de tal función dando cuenta al mismo tiempo de lo que implica para el infans: se trata de la violación de un espacio psíquico, de una irrupción de libido y significaciones que motorizan el desarrollo psicológico infantil. Aludimos a la inauguración del psiquismo infantil, allí se inicia la potencialidad subjetiva y esto se metaforiza con el acto de amamantar, acto que proporciona alimento y afecto de parte de quien sostiene hacia quien depende de ello.
Estos momentos inaugurales marcan con claridad la asimetría en el vínculo, restando varios años – periodo que llamamos infancia – para lograr independencia, autonomía y estructuración psíquica.
Las conductas de sostén del cuerpo, la voz y la palabra por parte de quien ejerce la función materna permitirá al bebé avanzar del sostén a la transgresión (Calmels, 2009). Entendemos que no hay mejor sostén que aquel que habilite a la transgresión, entendida ésta como la posibilidad de despliegue autónomo.
Resulta importante destacar que trasgresión (Calmels, 2009), frustración paulatina (Winnicott, 1979), las fallas en la experiencia y la novedad están en juego en este proceso y que el infantil sujeto también opera en el campo del adulto, lo conmueve e interroga en su condición y posición de madre o padre y la historia singular de cada uno como hijo o hija que hace a tales posiciones. De modo que los aspectos implicados en el proceso de subjetivación/socialización son complejos, dinámicos y singulares.