Atenciones médicas, respuestas comunitarias
Me interesa problematizar qué sucede cuando una dolencia o enfermedad afecta a las niñas y los niños pytã o kiringüe. Mi intención es complejizar este punto atendiendo a las relaciones interculturales con el sistema público de salud, ya que son más cotidianas que en la edad adulta por ser la población de mayor control estatal. Este es punto importante a tener en cuenta porque el sistema médico hegemónico exige el cumplimiento del calendario de vacunaciones y los llamados controles del niño sano que se desarrollan durante el primer tiempo de vida, ya. Agreguemos también que estos exámenes se presentan como requisito para ser beneficiarias/os de distintos planes y programas sociales. Lo cierto es que estas acciones estatales conllevan a un control periódico de las y los infantes que en contextos de pobreza tienden a registrar especialmente situaciones de desnutrición (Leavy, 2014).
Como anticipé, la cotidianidad de los intercambios con el sistema público de salud depende en gran parte de los espacios geográficos y políticos en los que viven las y los mbyá. En la zona noreste de la provincia de Misiones, Argentina, la cercanía de las comunidades a la ciudad permite que las consultas puedan ser más cotidianas que en espacios recluidos o de difícil acceso. Para comprender a qué me estoy refiriendo es necesario caracterizar el espacio en el que realizo trabajo de campo: la estructura edilicia sanitaria en los núcleos; las visitas de las/os médicas/os y la participación en los espacios biomédicos por género y edad. Al explayarme sobre estas características intento contextualizar cómo dialogan los cuidados médicos hegemónicos y mbyá cuando acontece una enfermedad en la niñez.
El hospital de la ciudad de Iguazú tiene la característica de ser Centro de Salud Intercultural provincial desde 2017. Como parte de las políticas de interculturalidad se señaló en lengua indígena y se incorporó una agente sanitaria mbyá a quien se le designó una oficina propia. Las consultas de las y los indígenas al hospital suelen ser por derivación y no utilizan esta estrategia como primera instancia.
Quienes derivan hacia el hospital son las médicas y los médicos que asisten a las comunidades una o dos veces por semana, o las y los agentes sanitarias/os indígenas que forman parte de las comunidades. Estas consultan se hacen en los Centros de Atención Primaria a la Salud (CAPS) en aquellas comunidades que cuentan con estas salas y cuando no existe se hace bajo un árbol al lado de la casa del cacique. Los días que la salita está abierta, sea atendida por la médica o por las/los agentes sanitarias/os, se hace tiempo afuera con unas sillas de plástico que están guardadas en la sala y se sacan a medida que las personas van llegando. Es importante notar que son mujeres con niñas y niños quienes esperan para ser atendidas/os.
Siendo esta la oferta de atención sanitaria estatal, un conjunto de representaciones sobre los cuidados de la familia se pone en juego al momento de una consulta médica. Durante una entrevista con la médica pediatra del hospital me comentaba que a veces debía negociar con las formas de atención. Debido a la intensidad y cantidad de demandas por día había propuesto a sus pacientes cumplir con horarios de consultas, pero estos no eran respetados. Según ella, era debido a la falta de costumbre a cumplir horarios. Esta conversación derivo en la consulta sobre el uso de medicamentos:
Durante la conversación me comentaba que cuando trabajaba en la comunidad se encontraba negociando algunas cosas. A veces tenía una demanda de 50 personas y le era imposible atenderlas. Les decía entonces que había horarios para la atención, les aseguraba que los iba a atender y les pedía que respeten un poco esos horarios. Sin embargo, me comentaba que entendía que lo de los horarios no era algo fácil porque estaba trabajando con personas que no acostumbraban a esa sistematicidad. Entonces le pregunté qué pasaba con aquellos medicamentos que implicaban tomarlos cada tanta hora o a determinadas horas. Aunque las madres no hablaban con ella, la médica se daba cuanta que le entendían porque la evolución siempre había sido buena, por lo que consideraba que los tomaban correctamente. Dice que nunca se encontró con complejidades grandes, nunca tuvo un caso que se haya agravado. Pero me comentó que ella no permitía los yuyos, que aceptaba el uso de estas medicinas para adultas/os, pero no para niñas/os. Sí otras medicinas alternativas, pero la de ingerir yuyos, infusiones o cualquier otra cosa que entre por la boca, no, porque el metabolismo de las/os chicas/os era muy complicado entonces las dosis podían llevar a un cuadro más complejo. Dice que sabe que hacen medicinas alternativas que, por ejemplo, piensa que en los embarazos van a consultar al opy, pero que cada vez es más difícil y ellas/os lo reconocen, porque la llegada a esos medicamentos, el acceso a ellos – que traduzco como el acceso al monte – es cada vez más restringido (Entrevista a médica pediatra, febrero 2018).
Se puede apreciar que, si bien las actitudes de las mujeres son vistas como una barrera en lo que tiene que ver con cumplir horarios o hablar con la pediatra, respondían “correctamente” al tratamiento de sus hijas/os, lo que ella constataba a partir de la evolución de las y los niñas/os. Para la pediatra el uso de yuyos o de medicinas alternativas de ingesta oral, que no sean las que ella prescribe, representan una amenaza para las niñas y los niños. Por otro lado, la pérdida de espacios de los pueblos indígenas está intrínsecamente relacionada a las demandas de atención médica (Lorenzetti, 2011). Así, la médica reconoce que el confinamiento territorial limita el uso de plantas medicinales y lleva a modificar algunas prácticas. Es importante resaltar que cuando se trata de la consulta a la medicina institucional la responsabilidad recae sobre las madres. La médica nunca se refiere al cuidado o a charlas con los padres. Como mencioné anteriormente, en mis registros se hacen estadísticamente relevantes las mujeres consultando ante la enfermedad en el sistema hegemónico, aunque desconozco la atención dedicada de los padres cuando se hacen curaciones en el opy o se consulta a especialistas indígenas (que pueden ser opyguas, en general hombres que llevan adelante las ceremonias religiosas o kuña kurai, mujeres con un alto conocimiento de plantas medicinales). Sin embargo, sí aparecen referencias al cuidado y la dedicación de los padres cuando se aboca a la crianza y la atención cotidiana (Cantore, 2020).
La escasez de recursos en los centros de salud restablece algunas estrategias de medicina tradicional indígena. En una ocasión en la cual que conversábamos con una agente sanitaria en el patio de su casa nos comentaba sobre el cómo afectaba la reestructuración del Programa Remediar de Nación (brinda acceso y cobertura de medicamentos esenciales a través de su distribución directa a los centros de salud) a las partidas por los medicamentos:
Le preguntamos cómo estaba la situación en el centro de salud. Nos comentó que en este momento estaba preocupada porque no había medicamentos en la salita, pero que en el hospital tampoco estaban recibiendo partidas. Nos dice que en el CAPS no tienen casi nada y que lo que más necesitan son antibióticos, pero como en el hospital tampoco hay recursos, les dan recetas para comprarlos. Ella aclaraba que en este momento “por suerte” no había nadie enfermo grave, pero que estaban resolviendo la situación consultando a la médica jurúa, pero también a las/os expertas/os del núcleo. Consultaban principalmente a la kuña karai de la comunidad para que las y los oriente, porque necesitaban ser muy cuidadosas/os. Esas precauciones se debían a que en otra comunidad hubo dos niñas/os intoxicados con medicamento de yuyos. Entonces utilizaban estas hierbas en pocas cantidades y dosis bajas para que no suceda lo mismo. Según relataba, las personas habían cambiado el recorrido para tratar a sus hijas/os. Primero consultaban a la especialista indígena y si no obtenían buenos resultados se presentaban en la salita. La médica jurúa estaba de acuerdo con la ingesta de infusiones cuando no sean excesivos los preparados de té por los riesgos que podían provocar (Diario de Campo en coautoría Enriz y Cantore, Iguazú, mayo 2016)4 .
Este registro deja ver algunas estrategias que utilizan las y los indígenas ante la falta de recursos que solían ser brindados por el Estado. Como se trata de problemáticas en las que la médica jurúa solía intervenir, a la hora de cambiar el tratamiento se la involucra para que legitime el uso de medicinas alternativas, más allá que sea una práctica habitual para el grupo. Las/os agentes sanitarias/os en calidad de efectores de sistema público de salud se presentan favoreciendo diálogos entre unas y otras prácticas. Ante la falta de partidas gubernamentales el uso de yuyos aparece como una solución, aunque su uso diario no dependa de que lo aprueben o no las médicas/os.
Más tarde, otras personas me relataron que las plantas medicinales no las/os habían intoxicado y, aunque no he podido confirmarlo, es destacable que para la agente la administración debía ser solo por la especialista indígena y hacerse de manera muy cuidadosa. Sabemos que la consulta a estas especialistas no se realiza únicamente ante las carencias estatales, pero posiblemente se agudicen en los momentos en que el ámbito institucional no puede dar respuesta.
Pero la recurrencia en el sistema de salud público tiene también que ver con las exigencias y obligaciones del Estado a atender a población vulnerable y apunta principalmente a la niñez por la delicadeza de esta etapa de vida. Esto se deja notar principalmente en las vacunaciones y los controles sanitarios durante el primer tiempo de vida que, si bien son una exigencia estatal, también les permite a estas personas ser beneficiarias de distintos planes y programas que se interrelacionan. Las personas de la comunidad son muy receptivas de programas como los de vacunación que apuntan a la prevención de enfermedades. No suele haber resistencias a las vacunaciones o controles de peso y talla de las/los más chicos/as. Además, los planes y programas sanitarios tienen otra veta que es el acceso a fuentes de ingreso – como las asignaciones familiares – que son primordiales en situaciones de empobrecimiento extremo como en las que viven estas poblaciones. Lo cierto es que estas acciones estatales conllevan a un control periódico de las y los infantes en poblaciones de emergencia por sus índices de desnutrición y pobreza (Leavy, 2014). Una agente sanitaria indígena me comentaba respecto de estos temas:
Le pregunté por los controles de peso y talla y me contó que 14 niñas/os tenían bajo peso y por eso habían entrado en el plan Hambre Cero, pero agregó que este plan solo les enviaba leche para que recuperen peso. Ella, por su parte, se estaba acercando a las mamás que estaban con este plan para enseñarles cómo preparar la leche y aconsejarlas para que rinda más y sea más rica. Esta decisión había sido porque “vi que en la otra comunidad las mamás preparan la leche caliente y después le agregan fría y así no sirve, no quiero ver eso mismo acá”. Fue entonces que le pregunté sobre el amamantamiento y dijo que eso no era un problema en la comunidad, que todas las mamás daban la teta. Con respecto a esto dijo sorprendida que le habían contado que en Brasil estaba prohibido dar la teta en público y que ella lo había evaluado, pero pensaba que “no era ningún pecado darle de comer a tu hijo” (Diario de Campo en coautoría Enriz y Cantore, Iguazú, mayo 2016).
Podemos ver que para la agente sanitaria no alcanza con darle leche de formula a las/los niñas/os para un buen crecimiento y recuperación del peso, una serie de factores conllevan al buen desarrollo de lo que se considera una/un niña/o sana/o. Como ocurre en otras regiones argentinas la nutrición infantil de las poblaciones indígenas se convierte destinatarias principales para los sectores de salud porque “exponen críticos indicadores sanitarios, que exhiben la profunda desigualdad al interior de la sociedad nacional y abren una serie de disputas en torno a los modos de construir los datos epidemiológicos” (Leavy, 2014, p. 55) y que son por ello destinatarias de programas estatales de emergencia. Para la promotora de salud el mal preparado de la leche de fórmula no debería ser una problemática en esta comunidad y por ello busca enseñarles a las madres cómo debería ser según la receta médica. Además, es necesario conocer el estado nutricional de las madres porque muchas de ellas pueden estar sufriendo déficits (Leavy, 2014). Si bien desconocemos la dieta exacta que las madres dan a sus hijas/os, es importante resaltar que las veces en las que hemos compartido comida hemos registrado la dificultad de una dieta variada debido a las condiciones de pobreza en la que están inmersas estas personas. De aquí que la agente considere que el programa de Hambre Cero no soluciona los problemas de alimentación de las y los niñas/os al solo dar leche de fórmula.
Por otro lado, el amamantamiento no aparece como un inconveniente entre las madres mbyá, en palabras de la agente sanitaria, “no es pecado alimentar a los hijos”. El amamantamiento es un proceso influenciado por diferentes factores y una red de relaciones que se inmiscuirán en esa práctica (Carvalho et al., 2012). Para las y los mbyá-guaraní, dar leche de pecho es una parte importante del cuidado durante el primer tiempo de vida, lo que también es alentado por médicas y médicos, pero ello no nos lleva a desconocer los estados de salud de las madres (Leavy, 2014).
Analizando muy brevemente algunos registros de enfermedades o atención y/o promoción de la salud intenté exponer hasta aquí algunas de las concepciones que aparecen ante el uso de las posibilidades de atención médica. Podemos ver que muchas veces las madres no construyen los mismos criterios de observación que las y los médicas/os, incluso pueden disentir entre ellos. Pero, en general, suele haber una buena recepción de ellas a los criterios médicos. Si bien, como explican Marcela Nari (2004) y Adelaida Colangelo (2006), a través de la puericultura y la pediatría el saber sobre los cuidados de niñas y niños queda en manos de las/os expertas/os médicas/os, esto no quiere decir que lo saberes de estas/os especialistas no sean cuestionados o resignificados entre los responsables familiares de cuidado y que, en algunos casos, resulten en itinerarios terapéuticos que no se limitan al sistema público de salud. Un segundo punto a prestar atención es que el sistema público de salud solo destaca a las madres como las únicas responsables de llevar adelante un buen tratamiento lo que veíamos con la entrevista con los tratamientos mencionados por la pediatra o la correcta receta de preparación de leche que la agente sanitaria enseñaba a las madres.