‘Hacerse un lugar: circuitos y trayectorias juveniles en ámbitos urbanos’, de Mariana Chaves y Ramiro Segura (Edits.).

Reseña por Natalia Gavazzo

De cerca y desde adentro: esfuerzos comparativos y compromiso de un equipo de investigación sobre jóvenes en las ciudades.

Tal como declaran en la Introducción, el objetivo del libro editado por Chaves y Segura es construir una mirada antropológica de las prácticas juveniles en la ciudad. Para ello, parten de dos campos en interrelación: el de estudios sobre juventudes y los estudios urbanos. En cuanto al primero, el libro propone diversas formas de definir a la(s) juventud(es), explorando, desde la variable etaria, hasta la generacional-genealógica e, incluso, la socio-política, mostrando que la edad es un factor influyente en la construcción de relaciones, disputas y espacios sociales en las ciudades. Respecto al segundo, el libro retoma algunos planteamientos de la antropología urbana, enfocándose en los usos de espacios públicos en relación a la visibilidad o invisibilidad de ciertos grupos, los significados que los lugares van adquiriendo a lo largo de la historia y las diferencias y desigualdades sobre las cuales se estructuran las relaciones entre quienes habitan estos espacios. Estas ideas son consideradas a la luz de diversos casos empíricos provenientes de dos ciudades importantes de la Argentina, como son Buenos Aires y La Plata, que no son simplemente “contexto” o “telón de fondo” de lo que se analiza, sino que son construidas como resultado de las interacciones particulares de los jóvenes que en ellas viven y crecen.

Pero, más allá de su relevancia temática, uno de los mayores méritos del libro es que se trata de un trabajo colectivo, resultado de un esfuerzo conjunto, por parte de un equipo de investigación, conformado por antropólogos y antropólogas, que trabajan desde hace ya varios años. Porque, lejos de ser una simple compilación de textos surgidos de investigaciones individuales, constituye un desafío de escritura conjunta y de análisis comparativo sin muchos precedentes. Los autores que escriben cada capítulo se proponen hacer dialogar sus ideas, sus datos, sus campos y sus conceptos entre sí, en torno a un eje identificado como común. Las comparaciones surgen tanto de sus enfoques como de las realidades que describen y analizan. Así, el libro, además de proponer una opción epistemológica y metodológica audaz, que cumple con eficacia, exhibe una unicidad y coherencia bastante mayor a la de gran parte de las publicaciones de equipos de investigación, al menos, en el ámbito de la antropología, gracias al esfuerzo colaborativo de los autores. Es justamente esa meta comparativa (que la antropología contemporánea, en muchos casos, parece haber abandonado) lo que este libro recupera y actualiza. Y al hacerlo desde una mirada etnográfica, analiza “de cerca y desde adentro”, los puntos de vista de los diversos grupos de jóvenes que lo protagonizan.

Ya en el primer capítulo del libro, Bergé, Infantino y Mora examinan prácticas estéticas de tres grupos de jóvenes, que tienen orígenes y tradiciones fundacionales muy distintas, como el punk, el break dance y el circo. Estas prácticas poseen potencialidades políticas que sirven a las autoras para postular al arte como herramienta entre la reproducción y la transformación, entre la hegemonía y la crítica contestataria. Asimismo, dan claves para comprender usos del tiempo y del espacio en disputa, que son explicados en término de relaciones de poder concretas. Punks, breakers y cirqueros de Buenos Aires y La Plata, muestran que las prácticas artísticas – musicales, dancísticas y teatrales – pueden ser usadas, no sólo para construir diferencias, sino también para denunciar desigualdades, a la vez que producen espacios, circuitos y grupos en las ciudades. Aparecer, bailar y actuar implica ocupar espacios públicos para poder “ser vistos” y asumir así lógicas de relaciones sociales asociadas a modos de ser, de mostrar(se) y agruparse, propios de los jóvenes en las ciudades. Las autoras definen a estas prácticas como “artístico-estético-políticas”, ya que disputan concepciones hegemónicas de lo que es considerado música, danza y teatro y rompen con los espacios consagrados para el arte y – por ende – con su reproducción social. Se trata de producciones artísticas auto-gestionadas e independientes que, en un contexto de mercantilización de la cultura, desafían la visión normativa y adultocéntrica de lo que debe ser la política y la participación.

Luego, Bover y Fuentes, en otro capítulo del libro, analizan los trayectos y trayectorias urbanas de dos grupos de jóvenes también muy distintos: “las chicas del CUBA”, como llaman a las jóvenes de clase media alta de un barrio de zona norte del Gran Buenos Aires, y los que ingresan a la Policía Federal Argentina, mayormente de sectores populares del sur y oeste de la Ciudad de Buenos Aires. Examinan sus posiciones de clase, en función de la construcción de relaciones, desplazamientos por el espacio, circuitos y “pedazos” (término que retoman de Magnani, quien cierra el libro). Sus diferentes posiciones determinan moralidades y territorios que – tal como afirman – están “en juego” en cada caso. La moralidad se convierte en diacrítico diferenciador y en clave para la construcción de sentidos de comunidad y, por ende, de campos de sociabilidad. Asimismo, implican prácticas territorializadas jerarquizadas que influyen en la construcción de corporalidades en las que “ser de zona norte”, “ser del sur” o “ser del oeste” muestra que territorialización y diferencia moral se articulan inexorablemente. Es que el espacio impregna tanto a los cuerpos como a los actores, y los lugares que habitan y por donde circulan en sus trayectos cotidianos, no sólo van acumulando significados, sino que se vuelven moralizantes, en tanto están cargados de valores.

Por su parte, Galimberti y Segura retoman la dicotomía centro-periferia para observar los modos dominantes de regulación de la ciudad, especialmente los usos del espacio público urbano que realizan los jóvenes de los barrios populares de La Plata. Se enfocan en los conflictos en torno a los usos del espacio más visible de la ciudad, la Plaza San Martín, a partir de un hecho que definen como “traumático” (la represión sufrida por jóvenes de la “periferia” al ingresar al “centro”). Analizan tanto la perspectiva de los jóvenes como la de una organización creada para la defensa de los derechos de los niños en situación de calle e, incluso, de los medios masivos de comunicación. Este análisis ilumina las lógicas de inclusión y exclusión de estos jóvenes, y a la vez, aporta a los debates en torno a la juventud, la inseguridad y el acceso a la ciudad. En el contexto del debate sobre la baja en la edad de la imputabilidad (que los afecta mayormente a ellos), la estigmatización, el maltrato y la persecución policial que muchos de estos jóvenes periféricos enfrentan a diario provoca la auto-exclusión de zonas del centro, lo que, o bien invisibiliza su existencia (porque los recluye al barrio), o bien la visibiliza de modo conflictivo (porque están “fuera de lugar”). El “derecho al anonimato” que parece corresponderles, como denominan los autores, implica que la simple presencia de estos jóvenes periféricos en el centro desafía las lógicas y usos legítimos de la ciudad.

A continuación, Fajardo y Giorgetti analizan la noción de “barrio” y “territorio” que elaboran los miembros de un movimiento social, en este caso los jóvenes del FPDS (Frente Popular Darío Santillán), que toma su nombre de un joven asesinado por la policía durante una protesta en 2002. Como describen, surge como respuesta a la destrucción del Estado de bienestar y a la consecuente reclusión en los barrios que tal destrucción ha implicado para las familias menos favorecidas. Comparan dos barrios en donde trabaja el movimiento: Lanús, Gran Buenos Aires, y Berisso, Gran La Plata, ambos sede de fábricas surgidas en la década del ‘30 y ‘40 y testigos del surgimiento de una clase obrera. Los autores se enfocan en la construcción de “territorios” y en los sentidos que sobre esa categoría – a la que movimientos como éste aluden con frecuencia – elaboran quienes componen el movimiento. Buscan comprender el lugar de los jóvenes del movimiento en la transformación social buscada por el FPDS, mediante la construcción de “territorios comunes” en donde “articular” acciones solidarias con otros actores. Pero los jóvenes disputan con ellos el control de esos barrios, y muchas veces son más restringidos en su acción y más limitados en su acceso a la ciudad. Los autores proponen entonces redefinir conceptos clave como “poder popular” y así reevaluar el potencial del FPDS – y especialmente de sus juventudes – para disputarle al Estado su espacio político.

En el último capítulo, Hernández, Cingolani y Chaves exploran los modos de ver, sentir y hacer la ciudad por parte de niñas, niños, adolescentes y jóvenes (NNAyJ) de un mismo barrio de la periferia urbana de La Plata. Estudian los modos en que se estructuran los barrios y la pobreza desde la visión de los sujetos y también desde la visión de los otros que interactúan con ellos. Su método es “andar por el barrio”, ya que permite comprender los modos de habitarlo de los NNAyJ, sin caer en la visión estereotipada de la niñez en condiciones de pobreza. Para ello, muestran su cotidianidad y los circuitos que emplean y construyen en los ámbitos que usan, no sólo en el “barrio”, sino incluso dentro del hogar. Así, buscan destacar la dimensión etaria de la espacialidad o, como dicen las autoras, los “espacios con edades”, ya que – junto con el territorio, la clase y el género – la espacialidad constituye un dato social y modela la experiencia. La edad construye espacialidades tanto comunes como diferenciales, que implican – por ejemplo – que “estar en la calle” sea una característica diferencial de los NNAyJ de sectores populares en comparación con otros más favorecidos. Esta producción de “alteridades etarias” muestra que edad y espacio se interrelacionan en una construcción mutua, modelando la experiencia de la niñez en la pobreza.

Además de lo dicho, los logros y desafíos que el libro plantea para quien se interesa en estas cuestiones están bien resumidos en el Epílogo escrito por Magnani, coordinador del Núcleo de Antropología Urbana de la USP (Universidade de São Paulo) en Brasil, y con quien este equipo de investigación mantiene constantes intercambios. Magnani destaca que la perspectiva antropológica que construyen demuestra lo que la mirada etnográfica aporta desde sus inicios: el punto de vista de los sujetos. Es la visión de los jóvenes la que protagoniza el libro, lo que permite contrarrestar la mirada “desde afuera” que, frecuentemente, los enfoca como un todo homogéneo. Este es, según Magnani (y coincido), uno de los puntos más salientes del libro: su énfasis en describir y problematizar la diversidad de situaciones, de lógicas y de modos urbanos de los jóvenes en las ciudades “de cerca y desde adentro”. Una heterogeneidad de prácticas juveniles que, sin embargo, tiene en común el hecho de estar marcadas por la segregación y la desigualdad. De ahí, la importancia de un análisis antropológico preocupado por la diferencia en el contexto de relaciones de poder, que no ve solo caos y fragmentación, sino también situaciones de intercambio y formas de asociación y solidaridad en torno a un bien común. Un análisis comparativo de las diversidades que, si bien desafían nuestra capacidad de generalizar, dan cuenta de las múltiples e irreductibles experiencias de “ser joven” en las ciudades. La comparación ayuda aquí a organizar esa heterogeneidad, a comprender algunas regularidades, pero también los límites que tenemos para dar explicaciones simplificadas de los fenómenos sociales que analizamos. Comparaciones como las realizadas en este libro constituyen un desafío que sería interesante ver continuado en otros libros que – independientemente de su temática – pretendan ser más que una recolección de investigaciones individuales. Distintos trabajos de investigación, barrios, juventudes, ciudades, recorridos, moralidades, enfoques, estéticas, territorios y apropiaciones de espacios, conversan en una polifonía de voces que se armonizan en su búsqueda de un conocimiento que mejore tanto la comprensión de numerosos procesos sociales, como de la transformación de una sociedad injusta y desigual.

En relación a eso, hay otro punto destacable del libro: el equipo de investigadores claramente entiende que su actividad académica, lejos de devaluarse, se ve enriquecida por el compromiso social y político con los sujetos con los que trabajan. Así, vemos cómo combinan sus tareas de investigación con otras actividades realizadas y planificadas conjuntamente con grupos y organizaciones sociales de muy diversa índole. Algunas de estas acciones se vinculan con proyectos de extensión universitaria llevados a cabo mediante una metodología de investigación-acción participativa, que si bien cuenta con algo de tradición dentro de la antropología, esta última no acaba de incorporarla como “deseable”. Sin embargo, es este compromiso lo que permite afirmar las potencialidades – aún inexploradas – de coproducir conocimiento y, al mismo tiempo, de usarlo para la construcción de una sociedad más equitativa, que no desvalorice a sus juventudes. Se trata de una forma de práctica profesional que, sin pretender dar soluciones radicales, se preocupa por establecer relaciones más igualitarias con los sujetos (en este caso los jóvenes), por conocerlos antes de concluir a priori modelos para su “tratamiento”, y de “andar la ciudad” con ellos, en vez de tratarlos como simples fuentes de datos. Este libro consigue mostrar que es posible, y – más aún – potencialmente esclarecedor, establecer un diálogo entre saberes académicos y otros ajenos a la academia, provenientes de la experiencia de los jóvenes. Y asumir un compromiso frente a las desigualdades observadas en las ciudades, en donde – de múltiples formas, como las analizadas en el libro – tanto los autores, como los niños y jóvenes con los que trabajan, procuran “hacerse un lugar”.

Referencia Bibliográfica

CHAVES, M.; SEGURA, R. (Edits.). Hacerse un lugar: circuitos y trayectorias juveniles en ámbitos urbanos. Buenos Aires: Editorial Biblos, 2015.

Palabras clave: antropología, juventudes, ciudad.

Fecha de recepción: 29/01/2016
Fecha de aceptación: 22/02/2016

Natalia Gavazzo navegazzo@yahoo.com Doctora en Antropología (Universidad de Buenos Aires, Argentina). Profesora e Investigadora Asistente del CONICET en la Universidad Nacional de San Martin.