Reseña por Ana Maria F. Almeida
Fabricando la desigualdad
El estudio que dio origen a este libro se corresponde con las transformaciones ocurridas en Argentina a partir de la crisis del 2001, que condujeron al cuestionamiento de la imagen, hasta entonces dominante, de que Argentina era un país igualitario, tal vez una excepción en América Latina. Este estudio se integra, por tanto, a una serie de trabajos que se multiplicaron en las dos últimas décadas, dedicados a examinar las desigualdades sociales y, en particular, la contribución de los procesos educativos a la producción de esas desigualdades. Por su densidad y rigor, el presente libro es testimonio de la madurez de un campo de estudios que es también efecto de las fuertes inversiones realizadas en el país en la formación de nuevas generaciones de investigadores.
Miembro de esa nueva generación de científicos sociales argentinos a quienes se les ofrecieron condiciones especialmente adecuadas de formación, entre las cuales se incluye el estímulo a la movilidad internacional, Victoria Gessaghi presenta, en este libro, un análisis de los procesos a través de los cuales se construye una clase social, identificando los principios y las lógicas subyacentes al establecimiento de las relaciones de asimetría y de dominación que materializan las desigualdades sociales entre clases y entre segmentos de clases.
Como resultado de una excelente etnografía, la investigadora da espacio a la multiplicidad de experiencias – muchas veces contradictorias y de posiciones que no son siempre armónicas -, que constituyen la pertenencia a la clase alta, y la posición de clase se nos presenta como algo que no es resultado de una experiencia lineal, determinística y mucho menos ahistórica.
Se trata de un trabajo de inmersión, amparado por una laboriosa inversión en el establecimiento de vínculos con los miembros de esos grupos privilegiados, permitiendo el desarrollo de entrevistas a profundidad, muchas veces repetidas, marcadas por la reflexividad. Se trata también, más allá de eso, de un arduo trabajo de doble objetivación, durante el cual la construcción progresiva de la comprensión sobre las visiones del mundo defendidas por los sujetos se da en medio de operaciones de objetivación de la visión de la propia investigadora sobre esos sujetos y sobre el mundo de ellos. El resultado es alentador. Muestra la productividad del abordaje, ya que permite identificar las dinámicas que articulan las condiciones objetivas de existencia a experiencias históricamente determinadas, dando origen a sensibilidades que orientan a esos individuos en el mundo, que los separan a unos de otros en función del género y de la edad, entre otros, justificando y ayudando a explicar sus tomas de decisiones, sus preferencias, sus adhesiones y rechazos.
Todo eso, no obstante, no es construido a partir de estudios sobre una “clase alta” débilmente definida, sino a partir de la exploración de un grupo social específico, delimitado por la propia historia de la investigación. La entrada en el campo, facilitada por presentaciones por parte de una amiga de la facultad, tiene consecuencias definitivas sobre la investigación, ya que hace a la autora introducirse en un segmento específico de las clases altas, el de las “familias tradicionales”, encontradas en apartamentos espaciosos y bien amueblados, localizados en tradicionales barrios elegantes de Buenos Aires.
Para los individuos que constituyeron el foco del trabajo, que negocian permanentemente su posición privilegiada con los otros – que pueden ser sus propios padres e hijos -, pero también consigo mismos, el nombre tiene un papel fundamental. Él es lo que anuncia, permite, garantiza la pertenencia al grupo parentesco, primero por medio del nacimiento, pero también por medio de alianzas matrimoniales, momento en que se definen ganancias y pérdidas cruciales. A la vez es el nombre lo que, demostrando la pertenencia al grupo, permite los privilegios, claramente, pero también obligaciones, deberes, sumisiones a deseos de otros que no son siempre coincidentes con los que los propios individuos construyen en su relación con outsiders, que pueden ser de varios tipos, lo que puede conllevar – y ciertamente conllevó – a ciertos individuos a construir trayectorias de distanciamiento del grupo.
Explorando la multiplicidad de significados asociados engañosamente a los términos formación y educación, la autora indaga ampliamente los circuitos educativos seguidos por esas familias, el significado atribuido a la experiencia educacional y, finalmente, las experiencias concretas que vivenciaron como parte de su educación.
En la primera parte de esa discusión, acompañamos las angustias y ansiedades de madres y padres en relación con la escuela de hijos e hijas. Atestiguamos sus dilemas e incluso, lo que es más importante, la constante negociación con la propia historia escolar y con las expectativas del círculo familiar y del círculo de amigos en relación con la escolarización más apropiada, más productiva, en términos de producción de pertenencias al grupo y de la construcción del futuro, en un espacio que se transforma y sobre el cual las familias individualmente, por más que debatan, tienen muy poco control.
En la segunda parte, acompañamos la construcción del sistema argentino de enseñanza y sus transformaciones a lo largo del siglo XX, por medio de un dislocamiento temporal, resultado de la decisión de investigar las trayectorias educativas de los abuelos que pasaron por la escuela en los años 1920 y 1950. En particular, comprendemos cómo se expande poco a poco la segmentación del sistema que va a tornar cada vez más exclusiva y segregada la escolarización de las clases altas. Aunque las escuelas privadas existiesen desde el final del siglo XIX, inclusive escuelas destinadas para las élites, su importancia crece en los años 1930, en general asociada a las escuelas católicas. El caso argentino no es la excepción. El crecimiento progresivo de la importancia de lo privado se repite en otras latitudes, inclusive en Brasil. No obstante, la maestría que nos comparte Victoria Gessaghi, como si fuésemos escalando peldaños, nos permite conectar las experiencias individuales a procesos y dinámicas de amplio alcance y de largo plazo y es una herramienta poderosa para que comprendamos las implicaciones de reformas educacionales y, en particular, del papel desempeñado por la iglesia católica en la constitución de una polarización social en el sistema de enseñanza.
El libro culmina con la examinación pormenorizada, casi clínica, de los principios que condicionan la búsqueda por legitimidad de la posición privilegiada ocupada por esos individuos. La autora capta con suspicacia la aparente paradoja de una legitimación que se apoya simultáneamente en los principios lógicamente excluyentes del “familismo” y del mérito. En esta parte del libro, la sensibilidad, que permite a la autora explorar las fracturas de género en el interior del grupo, es un instrumento poderoso para la comprensión de las dinámicas que simultáneamente llevan a la valorización del trabajo y la eufemización del privilegio garantizado por herencia, al mismo tiempo en que se protegen los mecanismos que permiten la transmisión de esta última.
Se trata de un bello libro. Una excelente etnografía, basada en una seductora construcción de argumentos que, por su densidad, minuciosidad y honestidad, logra transformar al lector, desde las primeras páginas, en cómplice, compañero de jornada y, al mismo tiempo, árbitro bien informado de las elecciones empíricas y teóricas realizadas a lo largo del trabajo. Como tal, el libro ciertamente será una fuente de inspiración alentadora para investigadoras en diferentes etapas de su carrera.
Referencias Bibliográficas
GESSAGHI, V. La educación de la clase alta argentina – entre la herencia y el mérito. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2016.
Palabras clave: grupos dominantes, desigualdades sociales, educación.
Fecha de recepción: 06/02/2017
Fecha de aceptación: 10/02/2017