Introducción
Innumerables estudios han indagado el fenómeno de la juventud en la sociedad contemporánea, sus prácticas culturales, sus formas de expresión y sus banderas de luchas. Problematizando las fronteras etarias y la idea de que se trata de una fase de la vida marcada por atributos comunes y universales, las investigaciones reafirman el carácter histórico y socialmente heterogéneo de la categoría juventud (Bourdieu, 1983; Pais, 1995). Esta se refiere tanto a los significados atribuidos por una sociedad a ese momento del ciclo de la vida, como al modo como es vivido por los sujetos. Considerar al joven como sujeto social significa decir que tiene una historia, interpreta y actúa en relación al mundo “y en esa acción produce y, al mismo tiempo, es producido en el conjunto de las relaciones sociales en las que se inserta” (Dayrell, 2003, p.43).
No obstante, desde el punto de vista del sentido común, la visión difundida en las calles y en los medios de comunicación tiende a asociar al joven a una fase de transición marcada por las crisis, la irresponsabilidad y el desinterés. Para evitar generalizaciones arbitrarias es fundamental observar las trayectorias, recorridos, intereses, perspectivas y aspiraciones de los jóvenes (Pais, 1995). De ese modo, en virtud de las grandes disparidades sociales, lo más apropiado sería que hablásemos de “juventudes” (Novaes, 1997) para enfatizar las diferentes y desiguales experiencias que esta categoría recubre, particularmente si consideráramos las profundas transformaciones vividas por las sociedades occidentales en las últimas décadas (Giddens, 1991). No se puede perder de vista que los jóvenes se diferencian en términos de orientación sexual, gusto musical, pertenencias asociativas, religiosas, políticas, de placer. Tales marcadores de identidad aproximan a jóvenes socialmente distantes en la misma medida en que distancian a jóvenes socialmente próximos, como se observa en lo referido a las torcidas organizadas del fútbol.
Considerando, entonces, que hay múltiples modos de ser joven y de vivir la condición juvenil, en este artículo me propongo discutir la experiencia de las Torcidas Jóvenes cariocas. En la primera parte, presento algunas de las características del tipo de sociabilidad juvenil que promueven, situándolas como importantes espacios de pertenencia, promoviendo aprendizajes y la creación de lazos sociales. Por tratarse de asociaciones heterogéneas, que integran a individuos que difieren en edad, instrucción, profesión, visión del mundo, origen social, estas torcidas no pueden ser clasificadas exclusivamente como agrupaciones juveniles. No obstante, diversos estudios demuestran la participación significativa de los jóvenes (Murad, 1996; Teixeira, 2003; Toledo, 1996).
Por otro lado, es interesante destacar que los cuatro clubes más importantes cariocas (Botafogo, Flamengo, Fluminense y Vasco da Gama) tienen, por lo menos, una torcida organizada que se autodenomina JOVEN. Estas ganaron visibilidad por la creación de un estilo de torcer que atrae a innumerables jóvenes desde fines de los años 60 y sintetizan de modo ejemplar las principales características de esa experiencia social, así como algunas de las contradicciones vividas por estos gremios en la actualidad. Por todo eso, cuando hablo de “torcida joven” no me refiero tanto a un grupo etario objetivamente definido, sino a un cierto “espíritu”, “estilo de vida”, que para esos torcedores caracterizan la pertenencia y explican cómo se entiende la relación con el club y con la torcida.
En la segunda parte, discuto las nuevas fases del asociativismo que se da en las torcidas juveniles, sus acciones de resistencia frente al llamado proceso de mercantilización del fútbol. La legislación represora y la transformación arquitectónica de los estadios para la realización de los megaeventos en el país (Copa del Mundo en 2014 y Olimpíadas en 2016) favorecieron la constitución de redes más amplias de coalición para defender su modo de torcer.
En ese sentido, tanto la Federación de las Torcidas Organizadas de Río de Janeiro (2008) así como la Asociación Nacional de las Torcidas Organizadas (2014) vienen implicándose públicamente en la divulgación de los aspectos positivos de estos grupos y en la resolución de los problemas relacionados con los episodios de violencia que envuelven a sus miembros. Además, tienen como objetivo afirmarse como sujetos de derechos y definir una pauta de acciones colectivas para expresar intereses comunes y establecer diálogos con el poder público.
1-“Torcida” y “torcer”. “Torcida” se refiere en Brasil a asociaciones formales o informales de simpatizantes o fans de los clubes de fútbol. El término proviene del verbo “torcer”, que en portugués también significa apoyar o mostrar gran simpatía por algo y que en el contexto futbolístico se refiere específicamente a todas las acciones realizadas para apoyar a los clubes durante los partidos, que incluye cantar, vestirse con las camisetas del club y sus jugadores, portar banderas, entre otras acciones. Consideramos que no existen términos equivalentes en español con los cuales expresar el significado particular que ellos poseen en el presente artículo en función de su objeto y del contexto al que se refiere, por tal motivo, creemos conveniente mantener tales términos en portugués especificando aquí su significado.