Introducción
Tradicionalmente las diferentes técnicas etnográficas y específicamente las herramientas audiovisuales de recogida de datos se han centrado en estudiar al sujeto desde fuera y, tal como afirma Sucari (2017) prevalecía la mirada del otro como objeto de estudio, como sujeto contenido de un discurso ideológico.
Sin embargo, en los últimos años, este enfoque ha sido desafiado, sobre todo desde el ámbito de Investigación y Acción Participativa (IAP),
Un método de estudio y acción que busca obtener resultados fiables y útiles para mejorar situaciones colectivas, basando la investigación en la participación de los propios colectivos a investigar, que así pasan de ser “objeto” de estudio a sujeto protagonista de la investigación (Alberich, 2008, p. 139).
La IAP, además, considera el dispositivo audiovisual como una herramienta para generar conocimiento, participación y cambio social, todo ello a partir de la emergencia de nuevas formas de comprender la interacción social. En este sentido la narración audiovisual en la que el o la sujeto a investigar es protagonista de su historia resulta potente.
La toma de conciencia de los pasos hacia esa capacitación personal mediante los relatos audiovisuales resulta, en sí misma, una acción empoderadora. Pero ¿qué entendemos por empoderamiento? Tomando como referencia determinados estudios que rastrean la conceptualización del término, Rappaport (1981; 1987), Freire (1987), Zimmerman (2000) y Úcar et al. (2016), la noción de empoderamiento refiere esencialmente a la capacidad de tomar decisiones vitales de manera autónoma y a una segunda variable, el hecho de llevarlas a cabo. El contexto y las condiciones favorables para que eso se lleve a cabo adquieren un papel fundamental en este proceso. En este sentido, son múltiples las iniciativas que no únicamente rastrean esos procesos de toma de decisiones y sus contextos para llevarlas a la acción, sino que también explicitan esos desarrollos y se vuelven, así, agentes de empoderamiento. Ese es el punto de partida del presente artículo.
Para explicar esta dinámica, en la presente comunicación se presentan dos experiencias de trabajos de investigación, el Proyecto HEBE (nombre de la diosa griega de la juventud), financiado por el Ministerio de Economía, Industria y Competitividad y liderado por la Universidad de Girona, España, y en el que participan investigadores e investigadoras de cuatro universidades más: Universidad Autónoma de Barcelona, Universidad de Barcelona, Universidad Pompeu Fabra y Universidad Autónoma de Madrid, España; y el proyecto Activismos en Femenino (ActiFem): el discurso feminista en las mujeres jóvenes en grupos reivindicativos (no feministas) y en su cotidianidad, financiado por Agencia Catalana de Juventud de la Generalitat de Cataluña y liderado por la Universidad Pompeu Fabra, España. En ambas investigaciones, la creación audiovisual es uno de los instrumentos de investigación materializados en diferentes tipos de productos que se interseccionan con el resto de la metodología.
Así, por una parte HEBE tiene como objetivos definir e identificar cuáles son los espacios, momentos y procesos que intervienen en el empoderamiento de los jóvenes e identificar los factores potenciadores y los factores limitantes del empoderamiento juvenil a través del análisis de discursos y prácticas de los educadores y educadoras. En la línea de alcanzar estos objetivos, ha desarrollado en su primera fase un documental interactivo que recoge el testimonio de empoderamiento de seis jóvenes después de haber participado en un taller de pedagogía audiovisual y, en una segunda etapa, una plataforma participativa a través de unos cuadernos de campo en los que grupos de educadores reflexionan sobre las acciones que hacen para empoderar a los jóvenes con los que trabajan. El resultado en ambos casos es un dispositivo digital abierto al usuario y en forma de collage virtual, que enlaza las reflexiones de los educadores con piezas audiovisuales y grupos de discusión.
Mientras que, por otra parte, ActiFem (Activismos en Femenino) analiza las expresiones feministas cotidianas de mujeres jóvenes participantes en grupos reivindicativos no feministas. El proyecto busca recoger las voces de mujeres jóvenes y contribuir así en su empoderamiento, de esta manera se seleccionaron cuatro chicas del total de participantes para trabajar con ellas cápsulas autobiográficas audiovisuales con el objetivo de reflejar sus vivencias de género como jóvenes en la cotidianidad.
Las cuatro participantes tienen historias de vida y realidades socio económicas distintas, pero las une una visión reivindicativa del mundo, están muy vinculadas al arte y la expresión corporal, herramientas que utilizan para manifestar sus emociones y evidenciar aquello que consideran injusto. Son jóvenes conscientes de las desigualdades de género en la cotidianidad y, aunque se consideran más defensoras de las ideas feministas que feministas en sí mismas, manifiestan su deseo de ser agentes de cambio en los contextos en los que se desenvuelven.
La autonarración a través del audiovisual
Por un lado, tal como afirma Sucari (2017), “La posesión y control de los dispositivos técnicos establece desde siempre una relación de poder entre quienes los manejan y controlan, y entre aquellos que los consumen” (p. 70) y, aunque quizás no son del todo conscientes, los y las jóvenes hacen uso frecuente de esta posesión y control. Producen y comparten imágenes continuamente, saben cómo prefieren verse y ser vistos, hasta el punto de que compartir una experiencia se ha convertido incluso más importante que la experiencia en sí misma, especialmente en las redes sociales, estos factores influyen en la construcción de su identidad personal (Fernández-Planells; Masanet; Figueras, 2016).
Además, tal como afirma Lévy (2007), las competencias y dispositivos técnicos tienen la doble potencialidad de fomentar la cristalización y memoria de las personas y, a su vez, ser instrumentos que vigorizan la capacidad de sentir y expresar. Así, con estas herramientas audiovisuales podemos generar imágenes vinculadas a la imaginación, pero también a la memoria y el deseo, lo que requiere y provoca una reflexión sustentada. De este modo, ceder el control del producto audiovisual a las y los jóvenes los sitúa en una condición de igualdad con respecto a quienes investigan; tanto en términos de comunicación, como al otorgarles el dominio técnico.
Sin embargo, la autonarración a través del audiovisual no supone únicamente dar voz a las y los jóvenes investigados, sino que pretende un ejercicio de autorreflexión, descubrimiento, reconocimiento y reconstrucción identitaria y es aquí donde surgen las preguntas formuladas por el antropólogo visual Jean Rouch (1974) que se cuestiona ¿Cómo penetrar en la otredad para hablar a partir de ella?, ¿Cómo hacer que el sujeto asuma la voz de su propia historia para dejar de ser un objeto de estudio y pasar a ser el artífice de su propio discurso?
En esta línea Rivas (2007) reflexiona sobre el significado de dar voz a las personas que participan, no sólo desde una perspectiva descriptiva de sus vidas y pensamientos sino motivando que las y los participantes se cuestionen a sí mismos a partir de sus discursos y sean capaces de contextualizar sus relatos para otorgarles un sentido social, político, moral y económico. Así, dotar a los y las participantes de una herramienta de expresión creativa como es la cámara, nos brinda la oportunidad de generar una mirada crítica hacia el entorno en el que viven para reforzar el vínculo que tienen con él.
En esta línea, Freire (1970) ya planteaba a mediados de los noventa la necesidad de que “el oprimido” reflexione sobre su situación y tome consciencia sobre sí mismo y su entorno como vía para su “liberación”. Todo ello a través del diálogo y la colaboración propiciando, de esta manera, “romper la cultura del silencio donde lo audiovisual, especialmente si es utilizado por las mismas personas oprimidas, podía ayudarles a reflexionar sobre sus experiencias, articulando el descontento y clarificando las ideas para la acción” (Singhal et al., 2007, p. 216).
Por último, destacamos la aplicación de la metodología participativa a través del audiovisual por su capacidad de incidir en la predisposición a la participación democrática ya que contribuye a su definición como personas críticas, comprometidas y participativas.