Metodología
En el terreno de la pedagogía social, la metodología participativa usada con más éxito y frecuencia (principalmente en el mundo anglosajón) ha sido el Photovoice (Wang, 2006). Esta técnica se articula a partir de un doble proceso: encuadrar visualmente una determinada problemática social (a través de las fotografías tomadas por los participantes a lo largo de su día a día) para, posteriormente, dar paso a una reflexión en grupo sobre las imágenes que la representan; podemos resumirlo como el proceso de visualizar, verbalizar y, finalmente, reaccionar, con el objetivo de “permitir a las personas identificar, representar y mejorar su propia comunidad a través de una específica técnica fotográfica” (Wang, 1999, p. 185).
Su naturaleza inclusiva y su adaptabilidad entre grupos culturales diferentes ha permitido llevar a cabo experiencias para dar voz a determinados colectivos y promover cambios en el centro de una comunidad, como la erradicación de la violencia juvenil (Wang et al., 2004), la integración social de minorías raciales (Pritzker et al., 2012) o bien la prevención del crimen (Ohmer; Owens, 2013). Las dos experiencias que comprenden este artículo desarrollan, a continuación, de manera detallada sus metodologías específicas. Ambas reúnen elementos unívocos que permiten establecer un marco metodológico más amplio y común:
1. Una dinámica formativa, donde las personas participantes adquieren determinadas competencias en alfabetización audiovisual en cuanto a técnica y gramática audiovisual.
2. Una dinámica de análisis y conceptualización de los mensajes a narrar a partir de vivencias propias, ejemplos, referentes audiovisuales y comentarios de las personas formadoras y/o participantes.
3. Una dinámica de producción de los materiales.
4. Una dinámica de visualización, reflexión, intercambio y participación de las producciones realizadas.
Estos cuatro movimientos articulan una metodología de trabajo que se desglosa de manera particular en cada experiencia, modulando las aportaciones singulares de acuerdo con cada caso: (1) a los objetivos; (2) al tipo de participantes (edad, género, competencias etc.); (3) al tiempo de desarrollo de la actividad; y (4) a la respuesta que se prevé obtener.
El proyecto HEBE
Para rastrear las acepciones y derivas del concepto de empoderamiento juvenil (Úcar et al., 2016), el proyecto HEBE se estructuró en varias líneas de trabajo: (1) la revisión de la literatura científica existente relacionada con el término empoderamiento; (2) cuestionarios dirigidos a los jóvenes para recoger sus apreciaciones al respecto; (3) los relatos de vida de varias personas que hacían emerger elementos significativos sobre el tema con el fin de derivar una batería de indicadores (Llena-Berne et al., 2017); y (4) el desarrollo de una plataforma audiovisual, a modo de documental interactivo, que tenía el propósito de ser una herramienta para reflexionar sobre el empoderamiento e incitar a la ciencia ciudadana. El resultado obedece a una estrategia triple: la ilustración, mediante el audiovisual, de los procesos de empoderamiento vitales de cada uno de los jóvenes participantes; la creación de un circuito de empoderamiento adicional por la toma de conciencia progresiva de cómo se ha producido esa capacitación personal; y la constatación de un aprendizaje instrumental en el uso de los equipos técnicos y audiovisuales como mecanismo de expresión y de autoafirmación (Jiménez-Morales; Salvadó; Sourdis, 2016).
Los perfiles de los 6 jóvenes escogidos respondían a los criterios: (1) de diversidad geográfica a lo largo del territorio catalán, cubriendo zonas rurales y urbanas; (2) de género, 3 chicos y 3 chicas; (3) de pluralidad en su identidad sexual; (4) de variedad en su condición activa en la sociedad, estudiantes, trabajadores, desempleados etc.; (5) de diferencia de edad, entre 18 y 27 años; (6) de diferencia en la clase social; y (7) de amplitud en la ideología y las creencias.
Con el propósito de propiciar ese intercambio para la creación audiovisual, el documental se desarrolló a través de un taller de pedagogía audiovisual que pretendían trabajar dos grupos de metacompetencias:
1. Metacompetencias de pensamiento crítico y autorreflexión, de las cuales dimanan competencias de conocimiento propio y grupal, y conceptualización de dichos procesos.
2. Macrocompetencias de creación y expresión, de las que derivan competencias de análisis de relatos fílmicos y competencias técnicas para la creación de relatos audiovisuales.
A lo largo del taller (Jiménez-Morales; Salvadó, 2018), se desarrollaron diversas sesiones que avanzaban por diversas fases: (1) la conceptualización abstracta del término empoderamiento, (2) la apropiación del concepto y la aplicación a la experiencia personal, (3) la sensibilización expresiva a través de referentes audiovisuales que plasmaban procesos de autonarración del crecimiento personal; y (4) el desempeño técnico del relato textual y fílmico para lograr trasladar el resultado de la vivencia unipersonal de empoderamiento.
De este modo, las competencias de pensamiento crítico y autorreflexión se trabajaron para derivar indicadores propios y grupales de empoderamiento, que sirvieron a los jóvenes para poder narrarse. El hecho de pensarse, en su dimensión más íntima, y detectar qué elementos habían sido empoderadores fue considerado por los jóvenes como un hecho empoderador en sí mismo. Igualmente, el contrastarlo con el resto resultó determinante.
Pero fueron las actividades derivadas del trabajo de creación y expresión las que catalizaron no solo un aprendizaje inédito hasta el momento, sino esa toma de conciencia y la plasmación de un discurso que permitía hacer tangibles las consideraciones previas sobre el concepto en abstracto y aplicado a su experiencia.
El ejercicio consistió en relatar audiovisualmente las tres grandes dimensiones que la investigación detectó (Planas et al., 2016): los espacios, los momentos y los procesos que contribuyen a la capacitación juvenil (Soler et al., 2017).
Estos relatos contuvieron una dinámica empoderadora en diversos movimientos:
1. La ideación de las piezas audiovisuales, que debía aunar el itinerario crítico con la inserción de una reflexión sobre el empoderamiento y su propio proceso capacitador (Salvadó; Jiménez-Morales; Sourdis, 2017).
2. La preproducción audiovisual de las piezas, que supuso el primer contacto con la estructuración creativa del relato, pero también la asimilación de las aportaciones críticas.
3. La producción de los vídeos, la cual abrió posibilidades expresivas inesperadas, agudizando las capacidades comunicativas de los jóvenes ante limitaciones técnicas e infraestructurales.
4. La proyección pública de los audiovisuales, a partir de la cual los jóvenes se sometieron al escrutinio y la crítica de sus propios compañeros, y aprendieron a observarse a sí mismos desde fuera para establecer un diálogo entre el testimonio fílmico y su posicionamiento presente, evolucionado y madurado.
Dicha evolución se recogió en unos grupos focales integrados en el documental. En ellos se repasa todo el recorrido de los jóvenes correlacionando su discurso con los elementos de la investigación. El resultado permite una navegación multifocal, que favorece la profundización de los materiales de acuerdo con las preferencias de quien interactúa en la plataforma. Asimismo, el documental resulta una herramienta que permite hacer aportaciones de doble índole: por un lado, relativas al concepto de empoderamiento; por el otro, ligadas al relato personal que introduce una perspectiva nueva y que dialoga con los materiales dispuestos.
La segunda etapa mantiene la coherencia con la propuesta de su documental interactivo. Se trata de una plataforma participativa en la que 10 educadores abordan los procesos que limitan y potencian el empoderamiento a través de una miscelánea de materiales. Pertenecen a unos cuadernos de campo digitales que incluyen textos, fotos, piezas audiovisuales, sonidos y dibujos. El proceso se completa con un material fílmico, desarrollado a través de la metodología pedagógica de HEBE y con unos grupos focales. Del conjunto se pretende extraer los elementos que los educadores trabajan con los jóvenes, a partir del contraste con la batería de indicadores de la primera fase.
Durante la escritura de este artículo, se está abordando el ordenamiento de los materiales creados y su clasificación de acuerdo con los indicadores y sus dimensiones.