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Evaluación del desarrollo psicomotor: pruebas de screening latinoamericanas

En las últimas décadas, el desarrollo infantil ha sido considerado una dimensión crítica de la calidad de vida de niños y niñas1 desde la perspectiva de los derechos humanos (Brooks; Hanafin, 2005; UNICEF, 2015). Las investigaciones acerca de la primera infancia destacan que los resultados hallados en las evaluaciones de desarrollo cognitivo, desarrollo socioemocional, estado físico y crecimiento (estatura, peso y estado nutricional) son indicadores determinantes de la salud, el bienestar y la capacidad de aprendizaje durante toda la vida (Organización Mundial de la Salud, 2007).

En América Latina, el porcentaje de niños menores de 6 años en riesgo de presentar problemas en su desarrollo varía según el medio donde viven y la edad en que fueron evaluados. Específicamente en Argentina, en los niveles socioeconómicos medios, los niños en riesgo representan el 10%, mientras que en los sectores más desfavorecidos este porcentaje asciende al 40% (Lejarraga et al., 2002, 2014).

En este sentido, la evaluación del desarrollo infantil es de suma importancia para detectar niños en riesgo, a la vez que ofrecer la atención oportuna y sistemática, otorgando mayores oportunidades de mejorar la calidad de vida de los infantes (Figueras et al., 2006; Vega; Santibáñez, 2010). De ahí que se hace necesario disponer de instrumentos de evaluación breves, estandarizados, sensibles, fiables y diseñados para tal fin (Rizzoli; Delgado, 2015).

El presente trabajo se propone revisar herramientas de screening latinoamericanas que permitan pesquisar el desarrollo psicomotor infantil. Con tal propósito, se llevaron a adelante dos estudios: uno teórico, que consistió en la búsqueda bibliográfica, en bases de datos especializadas, de instrumentos de pesquisa o screening del desarrollo infantil elaborados o utilizados en Latinoamérica, con el fin de sistematizar sus características principales. El otro, empírico, que consistió en probar y comparar en un pilotaje tres pesquisas latinoamericanas reconocidas y ampliamente utilizadas en la región: Prueba Nacional de Pesquisa (PRUNAPE) (Lejarraga, 2013), Escala Simplificada de Evaluación del Desarrollo Integral del Niño (EDIN) (CEN-CINAI, 2013) y Escala Abreviada del Desarrollo (Ortiz Pinilla, 1999).

Conceptualizaciones acerca del desarrollo

La evaluación del desarrollo en la infancia se presenta a través de diferentes instrumentos que responden a distintas perspectivas psicológicas. El desarrollo psicológico en tanto proceso de cambios que se producen en el psiquismo humano ha sido sometido a distintas definiciones y recortes, según los modelos teóricos que se han adoptado en la disciplina psicológica. Tradicionalmente los modelos explicativos han sido el mecanicista y el organicista. El primero, enmarcado en la teoría conductista, sostiene que el desarrollo psicológico carece de dinámica interna propia y se limita a ser una historia de aprendizajes. El organicista, enfatiza los procesos internos más que los externos y propone la existencia de una “necesidad evolutiva” que hace que el desarrollo pase en todas las personas por determinados fases o estadios que constituyen universales evolutivos (Palacios, 1991). Actualmente, existe una gran heterogeneidad de teorías explicativas del desarrollo psicológico que responden al modelo del ciclo vital o contextual dialéctico, el cual supone una fractura conceptual y metodológica respecto de los modelos clásicos de desarrollo (Palacios, 2017). Este enfoque extiende el desarrollo a lo largo de toda la vida del sujeto, entendiéndolo como un proceso multidireccional, contextualizado e interpersonal (Martí Sala, 1991). Se le atribuye al individuo un papel activo, pero se insiste en la importancia de las condiciones socioculturales a las cuales se le otorga una influencia decisiva en la modelación del curso del desarrollo individual (Gutiérrez Martínez, 2005).

Desde este marco teórico, se concibe al desarrollo psicológico como un proceso en el que intervienen múltiples factores determinantes y en donde debe considerarse la interacción entre lo biológico, lo psicológico y lo histórico cultural (Delval, 2011). Es caracterizado como multidireccional y multidimensional, es decir, orientado hacia metas diversas, no universales y conformado por diversas áreas o dimensiones (cognición, lenguaje, social, emocional, sexual, entre otras). En este sentido, el desarrollo no sigue una secuencia predeterminada sino un curso socio-genéticamente mediado y dependiente de los procesos de aprendizaje que ocurren en el doble y complementario plano de la interacción educativa y la participación cultural y social (Palacios, 2017). Así, su estudio requiere algún tipo de recorte, dado que ninguna teoría puede abarcar en forma completa la complejidad del proceso de desarrollo psicológico.

El desarrollo infantil, en términos generales, suele definirse como el proceso gradual y progresivo de adquisición continua de habilidades a lo largo de la infancia, relativas al lenguaje, la cognición, la motricidad, la interacción social y la conducta (Comité De Crecimiento y Desarrollo, 2017), en el cual se pueden identificar etapas o estadios de creciente nivel de complejidad, determinadas por la interacción social y las experiencias de aprendizaje, donde es preciso que la maduración biológica abra posibilidades para la manifestación de diferentes niveles de conducta. En este proceso, el niño es un agente activo, de tal forma que afecta y es afectado por las interacciones cotidianas con sus padres, su familia y demás miembros de la comunidad (Ortiz Pinilla, 1999). Según la Organización Mundial de la Salud (2009), existen “periodos críticos” en el desarrollo, durante los cuales se produce una mayor susceptibilidad y vulnerabilidad a los efectos positivos y negativos del ambiente. Los años tempranos son críticos y sensibles tanto para el desarrollo del cerebro y de los senderos neuronales relacionados con las emociones, conductas, lenguaje como para el desarrollo cognitivo y socioafectivo.

En lo que respecta al desarrollo psicomotor específicamente, si bien está sujeto a leyes biológicas en relación con los procesos madurativos, se encuentra determinado por las interacciones que se desplieguen en los contextos de crianza y escolares: la psicomotricidad es el resultado de la relación de las implicaciones psicológicas del movimiento y de la actividad corporal con el organismo y el medio en que se desenvuelve.  A través del movimiento y sus acciones, el niño entra en contacto y se relaciona con personas y objetos de manera constructiva. El desarrollo psicomotor es producto de la acción conjunta de la programación madurativa con las circunstancias contextuales y las características del niño (Palacios; Mora, 2017).

1 – Se decide utilizar el niño, los niños, los infantes, el adulto, el cuidador, etc., en un sentido genérico y básicamente para facilitar la lectura, sin implicar por ello, sesgo de género alguno
Ana Laguens analaguens@gmail.com

Centro de Estudios en Nutrición y Desarrollo Infantil de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CEREN/CIC-PBA), Argentina. Licenciada en Psicología, Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina. Becaria Doctoral de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC-PBA) en el CEREN, Argentina.

Maira Querejeta mairaquerejeta@gmail.com

Doctora en Psicología. Licenciada y Profesora en Psicología. Investigadora en el Centro de Estudios en Nutrición y Desarrollo Infantil de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires, Argentina. Profesora Adjunta de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina.