Emergencia de la categoría juventud indígena
La emergencia y visibilización relativamente reciente de la categoría juventud indígena se explica, en gran medida, por las razones planteadas en el epígrafe anterior: hasta 2007, cuando el gobierno de la Revolución Ciudadana asume la conducción gubernamental del estado, había un escaso o nulo interés académico e institucional expresado en una marcada ausencia de políticas públicas orientadas hacia el establecimiento de una estructura que propicie la igualdad de oportunidades, sobre todo desde los ámbitos de educación y salud.
Por otro lado, las mismas dinámicas de relacionamiento y reproducción comunitaria en las que, si bien se reconoce la presencia de ‘jóvenes’, no permiten o dificultan el reconocimiento de la ‘juventud’ como un espacio socio-comunitario definido con unos ciertos contornos y demarcaciones que los distinga de los adultos, debido, sobre todo, a ciertas condiciones de precariedad y necesidades de sobrevivencia.
En una perspectiva histórica de mayor alcance, el análisis de varios factores de orden estructural atinentes a la configuración de la estructura hacendataria y relaciones de dominación de matriz colonial, como antecedentes destacados de reproducción de la sociedad comunal en la Sierra Central de Ecuador, muestra la virtual imposibilidad de constitución del espacio social de la juventud indígena hasta épocas recientes (Unda y Muñoz, 2011).
En la medida en que la población indígena era objeto de sometimiento y explotación a través de la relación con la tierra, la forma predominante de socialización comunitaria se concentraba en el trabajo que debían cumplir los miembros de la familia, impidiendo, con ello, el establecimiento de un espacio social que se denomine juventud tal cual sucedió con la invención social de la juventud en el espacio urbano, donde la presencia de la escuela y educación escolarizada se fue convirtiendo en el paso obligado de la niñez hacia la adultez.
Con otras palabras, la débil y parcial presencia de la escuela en la comunidad indígena, hasta prácticamente los años setenta del siglo pasado, explica la inexistencia de un espacio social donde se produzca juventud, en tanto espacio y temporalidad distinta a la de la niñez y a la de la adultez. Sencillamente, los niños/as que estaban creciendo no siempre disponían de un espacio físico que los identifique como un sector o grupo etario particular. Se trataba de jóvenes que apenas dejaron de ser niños se incorporaron rápidamente a las prácticas que desarrollaban sus padres para asegurar el sustento económico familiar. En suma, los/as jóvenes indígenas vivían un periodo de juventud muy corto con relación a la juventud urbana o relativamente inexistente puesto que, una vez que dejaban de ser niños, asumían los roles que la comunidad les asignaba para su reproducción cultural y biológica.
Tal situación constituye la principal razón por la que la juventud indígena, en tanto categoría histórica y analítica sea una ‘invención’ relativamente reciente en el contexto de la sociedad ecuatoriana. Es con los procesos de urbanización de los años cincuenta y setenta del S. XX que el espacio social de la juventud indígena empieza a configurarse en su singularidad y ya no solo como producto de la ampliación de la cobertura educativa escolar impulsada por el estado sino que también por la convergencia de procesos relacionados con el problema de la tierra, la migración y la diversificación de la demanda de fuerza de trabajo ejercida desde los centros urbanos.
En efecto, las transformaciones estructurales de la economía y la política que ocurrieron sobre todo en la década de 1970 cuando Ecuador se convierte en un país petrolero, se asientan en las dinámicas de urbanización creciente de la sociedad ecuatoriana ante el inevitable agotamiento de la estructura de relaciones ancladas en la hacienda que, tras la reforma agraria iniciada en 1964, terminó en la minifundización de la tierra con la consecuente precarización de las condiciones de producción para los pequeños productores, es decir, para la mayor parte de la población indígena.
En este escenario, la búsqueda de mejores condiciones de vida encontró en los procesos migratorios del campo a la ciudad una de sus estrategias más recurrentemente utilizadas. En el lapso de una década, la sociedad ecuatoriana invierte su composición demográfica de una mayoría de población rural a una mayoría de población urbana (Quintero, 1999)
La posibilidad real de generación de ingresos para la población migrante estaba dada por la incorporación de ‘mano de obra’ a diversos trabajos relacionados con el sector servicios y con el ámbito de la construcción, donde se requería albañiles y peones. Y, por otro lado, la obtención de ingresos económicos para la supervivencia implicó la generación de un cada vez más nutrido sector informal urbano (De Mires, 1995)
Todos estos factores y procesos determinaron una progresiva y más clara segmentación de las franjas de edad en la comunidad indígena andina y, de modo obvio, la presencia visible de sujetos jóvenes que empezaron a desarrollar y complejizar un conjunto de prácticas que los distinguían de los/as niños y adultos de sus comunidades. Adicionalmente, los procesos de urbanización, en los que intervenían estos jóvenes, propiciaban la adopción de nuevos estilos de vida y pautas de comportamiento que, definitivamente, terminaron por diferenciar a los jóvenes de los niños y de los adultos. Se había constituido, con sus propias singularidades y particularidades, el espacio social ‘juventud indígena’ en el contexto de las relaciones comunitarias.
No obstante, en el campo de estudios de juventud existe un alto consenso acerca de la presencia marginal o minoritaria de la juventud indígena. Se trata de una categoría que no reviste aún una especial importancia, excepto en ciertos países en los que la trayectoria y presencia de lo indígena exige su estudio.