La importancia del trabajo en la transición hacia la vida adulta en el habla de los jóvenes
A continuación presentaremos algunos datos de una investigación realizada sobre la transición hacia la vida adulta y su relación con la cuestión laboral. Han participado en la investigación 19 jóvenes cariocas y quebequenses licenciados, con edades entre 25 y 30 años (12 jóvenes del sexo femenino y 7 jóvenes del sexo masculino). Al discutirse el contexto de ingreso a la vida adulta a partir de los conceptos de individualización y desinstitucionalización, consideramos la pertinencia de la realización de este estudio con un grupo específico de la juventud brasileña, la de jóvenes de clase media.
Los jóvenes participantes en este estudio, en sus relatos, parecen destacar el trabajo como factor importante en este momento de ingreso a la vida adulta, al contrario de lo que han afirmado algunos autores, para los cuales el trabajo ya no sería importante cuando se habla de adultez (Boutinet, 1998; Gorz, 1988). El trabajo es criterio definidor para identificarse o no a una persona como adulta, sea como presencia o falta, como en el caso de los jóvenes cariocas. La idea de responsabilidad, por ejemplo, tan estrictamente asociada a la idea de adulto, la expresan muchos como responsabilidad económica de poder mantenerse o mantener una familia. La independencia económica se destaca entre los jóvenes como condición para lo que ellos han nombrado independencia emocional, o sea, como condición para el establecimiento de una seguridad subjetiva que les permita reconocerse como adultos. Sin embargo, la experiencia de acercamiento al universo laboral difiere para jóvenes cariocas y jóvenes quebequenses, considerando que estos últimos, en función de contextos socioculturales y económicos, parecen tener acceso a experiencias previas de trabajo, aunque informales, lo que facilita el acceso a la vida adulta en una moratoria más “permeable”.
En el análisis de las entrevistas con jóvenes de Quebec, constatamos el destacado énfasis dado por esos sujetos a la idea de que el trabajo debe ser algo placentero, significativo y que tenga una función social, una vez que se pasa una gran parte de la vida en ese medio. El trabajo debe posibilitar, ante todo, la felicidad y una manera de autorrealización.
“¿El sentido del trabajo? Te tiene que gustar tu trabajo, la gente debe sacarle provecho. Ya que vas a estar tanto tiempo ahí, te tiene que interesar. […] Debes tener un interés, hubo varios momentos de mi carrera en los que no quería levantarme por la mañana, me dolía la cabeza, cuántas noches me entraba un dolor de cabeza porque yo tenía que volver al trabajo. Entonces te tiene que gustar el trabajo, sabes, debe ser un lugar donde quieras estar. […]” Jérémie, 30 años, quebequense.
No dejar que el trabajo les consuma, dar más importancia a la convivencia social, eso parece estar relacionado a la posición que defienden categóricamente de que el trabajo no debe limitarse a la cuestión financiera, a ganar dinero. Admiten que prefieren elegir un trabajo en el que cobren menos, pero que les guste, para poder sentirse más satisfechos y más felices.
Es como si la asociación al hecho de haber una recompensa financiera para el trabajo, asociada por ellos a la sociedad de consumo, tuviera que ser inmediatamente rechazada.
“Para mí, el trabajo es importante, es la base. Se debe trabajar en la vida. ¿Por qué estudiar tanto si no es para trabajar? Pero como ya lo he dicho, el sueldo no debe prevalecer sobre la calidad del trabajo. Es necesario que ame lo que hago. No puedo quedarme en un trabajo que no me guste. Prefiero privarme de algunas cosas financieras a hacer algo que no me guste.” Anne-Sophie, 26 años, quebequense.
Recordemos que estos discursos son de jóvenes que, al contrario de los jóvenes cariocas, disfrutan de un sistema de apoyo, principalmente de políticas públicas, que les puede proporcionar este tipo de posicionamiento.
Cuando el trabajo es comprendido por los jóvenes con connotación negativa, asociada al dinero y la sociedad de consumo, pierde importancia en cuanto al lugar que pueda ocupar en sus vidas.
“Digamos que pongo a la familia, pongo a los amigos, pongo todo eso muy antes que el trabajo. […] Creo que mi trabajo… es importante trabajar para mantenerse, para vivir… Es necesario un mínimo de dinero para vivir y eso. […] Porque es necesario mantenerse, pero también es necesario ser feliz con lo que uno hace […]” Martin, 28 años, quebequense.
Lo que parece estar siendo construido por los jóvenes es una nueva ética del trabajo, en la que construyen límites a su compromiso con el trabajo.
En Brasil, a diferencia de lo que había sido indicado en el habla de los jóvenes quebequenses, el trabajo no asume connotación tan negativa, siendo considerado incluso como parte del proceso del constituirse como persona. También asume la función de promoción de reconocimiento y permite la sensación de sentirse útil y parte de la sociedad. El trabajo parece tener un valor más central, noción rechazada por los quebequenses, lo que nos lleva a pensar que los efectos del proceso de individualización y su discurso de flexibilidad parecen impactar menos en los jóvenes cariocas. La condición de flexibilidad, que se está volviendo hegemónica y que está reformulando las formas, relaciones y leyes en el marco del trabajo, se traslada a la subjetividad, imponiéndole al sujeto, por tanto, también una flexibilidad en su modo de ser y estar en el mundo. Si percibimos, por un lado, que las condiciones económicas y socioculturales pueden perjudicar a los jóvenes cariocas respecto de la vivencia de la moratoria, como vimos, haciéndola más impermeable, por otro lado los protege de los efectos del discurso individualizante.