Foto: Marlene Barros

Madre Social: la construcción de un paradigma de cuidado maternal en los centros de acogida institucional

Una madre profesional: historia, conceptos y discusiones

Para iniciar la discusión sobre este asunto, conviene abordar, dentro de la reducida literatura, algunos autores que discuten el asunto, resaltando puntos conflictivos dentro de dicho ejercicio profesional (Figueiredo, 2006; França, 2005; Lima, 2009; Nogueira; Costa, 2005; Parente et al., 2006; Sá, 1998).

Sin embargo, antes de eso vamos a historizar su concepto, partiendo de informaciones de la institución que actúa con madres sociales más conocida en Brasil, las Aldeas SOS. En la página electrónica de dicha institución consta que la profesión de madre social surgió en el año de 1949, cuando un estudiante de medicina austriaco, Hermann Gmneiner, decidió iniciar un trabajo de acogida de niñas y niños huérfanos en su país. En aquella ocasión, muchos países aún sentían el impacto de la 2ª Guerra Mundial, y el resultado de esos acontecimientos a nivel poblacional fue un número elevado de niñas y niños huérfanos y mujeres viudas. Hermann decidió dedicarse al trabajo de unir a esos niños y niñas con las viudas, haciendo que surgieran las primeras madres sociales4.

Esas mujeres se fueron a vivir a casas construidas por voluntarios, dedicándose de manera exclusiva a la atención de esos niños y niñas. Todo ese proceso culminó en la creación de las Aldeas SOS, que son instituciones dedicadas a la asistencia de jóvenes en situación de vulnerabilidad social y que lanzaron la profesión de madre social al mundo, la cual surgió en Brasil, en 1967, en la ciudad de Porto Alegre (RS) (Oliveira, 2011).

La madre social es una profesional reglamentada por la ley nº 7.644, del 18 de diciembre de 1987, que mantiene la función de cuidadora de jóvenes en situación de acogida, “con exclusividad” y proporcionándoles “condiciones propias de una familia”5 (Brasil, 2007).

Así, las atribuciones de la madre social son:

I – propiciar el surgimiento de condiciones propias de una familia, orientando y auxiliando a los menores puestos bajo sus cuidados;

II – administrar el hogar, realizando y organizando las tareas pertinentes a este;

III – dedicarse, con exclusividad, a los menores y a la casa-hogar que les sean confiados” (BRASIL. Ley nº 7.644, del 18 de diciembre de 1987. Define la Reglamentación de la Actividad de Madre Social y da Otras Providencias. DOU, Brasilia, 21 de diciembre de 1987).

França (2005), al hacer un análisis sobre el nombre “madre social”, describe la unión de esos dos términos, referentes a los ámbitos privado y colectivo como una marca que resalta su posición ambigua de madre y profesional, y le asegura un lugar impreciso.

La posición ocupada por ella, principalmente en el caso de las madres sociales de las Aldeas SOS, muchas veces puede ser su única posibilidad de ejercer la maternidad, en función de la exclusividad exigida y del rango de edad al que debe pertenecer6.

En las entrevistas realizadas en la investigación, escuchamos cosas muy interesantes de las madres sociales, que resaltan bien esa mezcla de profesional y madre:

Es que cuando hacemos la entrevista para entrar al proyecto, ellas piden que los abracemos como hijos, que no haya distinción entre mis hijos biológicos y ese niño, ¡y creo que yo hice eso muy bien! (Laura – 60 años – PAR).

Yo los agarraba desde que tenían 1 añito hasta ir a adopción, eran bebés, entonces te vuelves mamá, no hay como huir, y yo soy muy intensa. La mamá había acabado de amamantar y me la entregó: “ah, cuida bien de mi hijita!”. Entonces era una escalerita, había un bebé de 3 meses, de un año y 6 meses, había otro bebé de 2 años y 6 meses, y otro niñito de 4 (Ângela – 46 años – Aldeas SOS).

Yo me siento madre de los hijos que ya pasaron por mí, incluso aquellos que ya salieron, porque en mi corazón son mis hijos, o por lo menos los trato como si fueran mis hijos, entonces a veces les digo eso, cuando me peleo y creo que fui rígida, después les digo “disculpas, pero hablo contigo como si hablara con mi hijo, yo no dejaría a mi hijo hacer eso, por eso no te dejé”, entonces, yo actúo como si fuera su madre (Cristina – Tía – 43 años – Aldeas SOS).

A partir de ahí, podemos identificar una tensión establecida en esa dinámica, ya que existe una exigencia del ejercicio de determinada función, de la existencia de características esperadas de una madre – bastante naturalizadas, como se puede ver en el ejemplo anterior –, pero ellas no pueden haber experimentado eso que se les exige antes, en la medida en que algunas comienzan el trabajo bastante jóvenes, en torno a los 25 años, y no tuvieron hijos – y no pueden tener, si quieren quedarse en las Aldeas. Tampoco pueden ejercer la función en caso de que tengan hijos menores.

Así, hay una intensa demanda y exigencia para que ellas ejerzan su función a partir de una postura maternal – dada como universal, lo que puede ser comprobado a partir del discurso de la directora nacional de las Aldeas SOS:

Ser madre social es más que una profesión, es una opción de vida”, resalta Luisa Marinheiro, directora nacional de la organización, recordando los vínculos de afecto que son establecidos con los niños que les son confiados. “Por eso, es imprescindible que la candidata a madre social tenga instinto maternal aflorado, capacidad de amar incondicionalmente a sus hijos con diferentes necesidades y en situaciones diversas, tener una base religiosa y, sobre todo, tener vocación para asumir con nosotros la misión de criar familias.7

Madre Social es, por lo tanto, un ejercicio profesional, y al mismo tiempo una especie de donación y opción de vida, marcando una hibridez y complejidad en su posición. Además, el fragmento resalta la existencia de un “instinto maternal”, ya discutido por tantos autores y autoras, en general refiriéndose a los estudios de Badinter (1985). Es interesante notar que la función principal de la madre social es “propiciar el surgimiento de condiciones propias de una familia, orientando y auxiliando a menores”, conforme es tratado en la ley que reglamenta la profesión. Pero ¿qué condiciones son esas y en qué parámetros están basadas? ¿Qué dispositivos de poder atraviesan a esa profesión y de qué forma las madres sociales se han apropiado de ese lugar de madre en nombre de la protección de los acogidos?

Nogueira y Costa (2005a) señalan dificultades para encontrar estudios relacionados al tema en cuestión, hecho que se mantiene actualmente, dado que en el levantamiento bibliográfico se encontraron pocas investigaciones dedicadas a la comprensión del lugar ocupado por las madres sociales, así como a cuestiones relacionadas a sus elecciones y los desdoblamientos de esta opción para sus vidas. Resaltamos también nuestra dificultad para encontrar textos y trabajos que abordaran esa temática.

Nogueira y Costa (2005) continúan su discusión y plantean que la madre social es una profesional que responde a los cuidados de niños y niñas en estado de extrema fragilidad, que demandan atención y calidad en su atención.

Sá (1998, p. 1-2) define a la madre social como “una persona de la comunidad, supuestamente calificada para cuidar niñas, niños y jóvenes residentes en una casa-hogar” (traducción libre). De ese modo, se trata de una madre substituta que “cuida, protege, guarda, cela por el bienestar, integridad física y moral de sus pupilos”. Por ser una actividad remunerada, su posición acaba por diferenciarse de la madre biológica o adoptiva, pero varias actividades y funciones la aproximan a esta: “ser autoridad, persona de referencia, coordinadora, administradora y cuidadora”. Ella “lidia con múltiples demandas y se vuelve objeto de afecto, desafecto, expresión de deseo, agresión y hostilidad”.

Parente et al. (2006) también definen a la madre social como la responsable por los cuidados, educación, diversión y salud de niñas y niños acogidos, funcionando incluso como facilitadora de las relaciones entre los jóvenes y en el lidiar con la falta de la madre biológica.

Nogueira y Costa (2005a) resaltan la importancia de dicha profesional en la promoción de la salud mental de los jóvenes acogidos, ya que ella se responsabiliza por sus rutinas y actividades, acompañándolos en su desarrollo. Así, “ellas son las que observan y están en contacto directo con las reacciones, comportamientos, demostraciones de angustia, ansiedad, alegría y dificultades de los niños” (p. 38-39, traducción libre).

Figueiredo (2006) habla sobre la opción de ser madre social, como una nueva categoría de madre, dentro del punto de vista psicoanalítico, resaltando que esa actividad sería una respuesta para las cuestiones del abandono que perduran hasta hoy en día.

Al discutir las tensiones existentes en la institución y en el papel de la madre social, en el momento en que ella debe contribuir en la construcción de un modelo familiar, França (2005) pregunta: “(…) si la persona que cuida se considera y se pone en el lugar de madre, ¿cómo será posible que ella ayude al niño a adaptarse en su nueva familia y, en última instancia, como ella podrá permitir su partida, sin que eso se vuelva un episodio traumático para ambos?” (p. 3-4, traducción libre).

Para la autora, tales relaciones, al posibilitar una mezcla entre la figura maternal y la profesional, pueden constituirse como una paradoja, ya que la función de la madre social debería ser ayudar y apoyar al niño en el momento de su partida, pero acaba por dificultar ese proceso, al pretender ser una figura central trascendente en la vida de esos niños, niñas y adolescentes. Tal actitud no se ajusta a situaciones de acogida que deben ser, por su condición, transitorias. Debido a esta postura asumida por muchas de ellas, ha sido históricamente difícil que los niños y las niñas en ese formato de acogida sean adoptados. El cambio en la ley, como fue mencionado anteriormente, tal vez sea una respuesta del Estado en relación con la necesidad de dejar claro que la acogida es una política pública. La propia regulación de las madres sociales no dejaba clara su posición, dadas las exigencias relativas a estado civil, edad de eventuales hijos, etc.

França (2005) y Nogueira y Costa (2005b) defienden la posición de que las madres sociales acaban por no asumir su actividad de cuidado con los niños y las niñas como una profesión, debido a la falta de entrenamiento y calificación para ayudarlas a definir su papel de profesional en esa relación. Desde ese punto de vista, para Nogueira y Costa (2005a), el espacio de la maternidad debería permanecer abierto, ya que las posibilidades en relación al futuro de esos niños y niñas son innumerables, tales como: “adopción, reintegración familiar, colocación en una familia substituta” (p. 47).

La falta de preparación para el desempeño de esta función, según esas autoras, también puede llevar a la masificación de los niños y niñas, por no tomar en cuenta que estos en realidad son sujetos de elección y que, por lo tanto, pueden conducirse de forma más activa en las actividades diarias, expresando deseos, violando reglas y produciendo demandas. Así, muchas madres sociales, al acompañar el desarrollo de los niños y niñas, satisfaciendo sus necesidades básicas, tales como alimentación e higiene, tienden a tener dificultades para identificar cuestiones y anhelos particulares de cada uno (Nogueira; Costa, 2005a).

Pero, ¿será solamente la falta de entrenamiento y preparación de esas madres lo que las lleva a no lograr distinguir las demandas de los niños, niñas y adolescentes que cuidan? ¿Será que el espacio habitado por ellas, así como la rutina de su trabajo, permite y facilita esa diferenciación?

Lima (2009), en su tesis de maestría, intentó comprender cómo las madres sociales crean su identidad profesional en el contexto de acogida institucional de niños y niñas. Así, ella destaca las voces de niños y niñas como importantes en ese proceso de construcción de identidad de esas madres, ya que a veces ellos se ponen en el papel de hijos y en otros niegan tal lugar. Además, el propio contexto institucional refuerza la misma cuestión, al denominarla como madre social y exigirle la construcción de una relación familiar en aquel espacio, a pesar de la existencia de un salario.

Conforme los autores citados presentan, las tensiones que involucran el lugar ocupado por la madre social son muchas, en la medida en que les es exigido ser madre y profesional de esta función al mismo tiempo. El formato de la casa en que vive y trabaja al mismo tiempo, así como su propio nombre, contribuyen con el hecho de que muchas de ellas tienen dificultades para saber cuál es la línea divisoria entre ser madre y ser profesional en esos espacios. No obstante, creemos pertinente que también haya una discusión que implique otros paradigmas que involucren su función, sobre todo los dispositivos de poder que atraviesan ese lugar. Como vimos, actualmente tenemos artículos y trabajos que discuten ese lugar maternal de las madres sociales, así como sus desafíos frente a esa cuestión. Es por eso que nos gustaría contribuir con reflexiones que aborden puntos poco o nada problematizados. De esa forma, el objetivo de este artículo es pensar en esos dispositivos de poder, reflexionando sobre cuál es la intención de poner “madres” en centros de acogida y la necesidad de construir esa figura. ¿Esa demanda será de los niños, niñas y adolescentes acogidos, de las madres sociales, o del Estado? ¿Será que identificamos hibridez en la figura de la madre social en función de la idealización existente en torno a lo que es “ser madre”? ¿Será que existe un modelo de familia que nos atraviesa como algo estandarizado y “natural”, y nos lleva a exigir que el Estado ofrezca un servicio a partir de este modelo, para niños y niñas adolescentes que son retirados de su familia por algún motivo?

4 Información obtenida en la página de las Aldeas SOS: www.aldeiasinfantis.org.br, accedido el 12/05/2009.
5 Trechos de la ley que define la Reglamentación de la Actividad de Madre Social.
6 En las Aldeas SOS, las madres sociales necesitan tener, en el momento de la contratación, entre 25 y 45 años, escolaridad media completada, ser soltera, viuda o divorciada y tener hijos solo si son mayores de edad o no dependientes.
7 Retirado de la página: http://www.aomestre.com.br/105.htm el 18/12/2009. (Destaques míos, traducción libre).
Daniela Ramos de Oliveira danirusso2003@yahoo.com.br

Psicóloga, Máster en Psicología Social por la Universidade do Estado do Rio de Janeiro (UERJ), Brasil.

Anna Paula Uziel uzielap@gmail.com

Psicóloga, doctora en Ciencias Sociales por la Universidade Estadual de Campinas (Unicamp), profesora asociada del Instituto de Psicología de la Universidade do Estado do Rio de Janeiro (UERJ), Brasil.