Paulo Fraga – Además de los cambios del actual gobierno en comparación con el gobierno anterioren torno a su intento deponer fin al conflicto armado, ¿también podríamos hablar de que se producen cambios en tornoa las políticas para adolescentes y para los niños en el actual gobierno?
Germán Muñoz – Cuando hablamos del actual gobierno, el gobierno Santos, estamos hablando de un gobierno que tiene una clara continuidad con el gobierno anterior, es decir, el gobierno [Álvaro] Uribe [Vélez].De hecho, el gobierno Uribe fue el primer gobierno reelecto en Colombia, que estuvo un periodo más largo en el poder supuestamente para terminar de ‘pacificar’ al país, no obstante la confrontación armada continuó con niveles más o menos similares. A finales del siglo pasado la violencia había llegado a niveles muy elevados y con el Plan Colombia, apoyado por los Estados Unidos, llegó a ser una guerra con armamento mucho más pesado y tecnología sofisticada. Santos fue Ministro de Defensa en el gobierno Uribe, por eso digo que hay continuidad total, no se trata de una posición nueva, sino de una posición de continuidad en el modo de enfrentar la guerra.
Sin embargo, en el gobierno de Santos la bandera enarbolada ha sido el tema de la paz o de la negociación del conflicto armado en la mesa de la Habana. Esta negociación comenzó sin la presencia de todos los actores de la sociedad civil, solamente algunos asistieron de forma casi secreta. El proceso de diálogo poco a poco se ha ido abriendo y la negociación ha llegado a conocerse por una mayor parte de la sociedad colombiana.
¿Quépasa en medio de esta situación con los niños, niñas y jóvenes? Eldía de ayer (22 de junio) se posesionó el nuevo Ministro de Defensa y curiosamente, a partir de este momento, la Fiscalía de la República desempolvó y sacó a la luz el tema de la responsabilidad de los militares en lo acontecido con los llamados “falsos positivos”.
Cuando me presenté hablé del juvenicidio – tema de mi interés investigativo. Entiendo el juvenicidio como crímenes de estado, prácticas que han sido socialmente aceptadas y que tienen que ver con formas múltiples y diversas de atentar contra la vida de los y las jóvenes, lo cualno es exclusivo de Colombia. Es decir, los asesinatos sistemáticos de jóvenes, los atentados a la vida digna de jóvenes y la forma como a través de los medios de comunicación se representan y se señalan los jóvenes como peligrosos, como sujetos que ponen en riesgo a la sociedad, permitieron que ocurrieran en Colombia durante los años del gobierno Uribe, en particular del 2002 al 2010, cerca de 5.700 asesinatos sistemáticos cometidos por Ejército Nacional, llamados “falsos positivos”. Reclutaban jóvenes, se les prometía trabajo, o se capturaban jóvenes campesinos endiversas regiones del país. Luego eran asesinados, se les vestía de guerrilleros y se presentaban ante los medios como guerrilleros muertos en combate,para cobrar recompensas por sus cuerpos. Los que fueron responsables de esto, muchos batallones a lo largo y ancho del país, los presentaron justamente como eso, como guerrilleros muertos en la guerra. En términos de la “seguridad democrática”-nombre que tuvo el plan delgobierno de Uribe -, se trataba de combatir organizaciones de la guerrilla y el terrorismo, mostrando resultados mediante la presentación de “bajas”. En realidad fueronmás de 5.000 asesinatos que se corresponden,en su mayor parte,con jóvenes de sectores populares y campesinos, con responsabilidad política, por supuesto, del Estado colombiano.
Creo que estos hechos muestran la existencia deuna política implícita de los gobiernos nacionales. Política que, obviamente, no aparece en ningún documento porque en su lugar se habla en términos de lucha contra el terrorismo y contra la guerrilla, pero los hechos muestran otra política que no se enuncia de forma abierta pero que definitivamente afecta la vida de niños y jóvenes, mediante estas ejecuciones extrajudiciales. ¿Cómo podemos entender lo quesignifica ser niño en medio de la guerra, cuando niños y jóvenes son presentados como guerrilleros y asesinados en medio de circunstancias atroces? Hay que decir que se trata de una guerra con un nivel de atrocidad excesivo, mientras el Estado se lava las manos ante este tipo de situaciones.
Paulo Fraga – Usted habló de una cuestión que es fundamental, el juvenicidio. Nosotros en Brasil lógicamente no tenemos una guerra civil como la de Colombia, pero tenemos una situación muy grave en relación a los jóvenes que son asesinados. Las principales víctimas de homicidios en Brasil también son los jóvenes y hoy hay una discusión muy fuerte en el país sobre el tema de la reducción de la mayoría de edad penal a 16 años. Los sectores conservadores trabajan con dedicación para cambiar la ley vigente. Hoy en Brasil tenemos un congreso muy conservador que puja porque se implemente una nueva ley y estos sectores han conseguido colocar en pauta la cuestión de la disminución de la mayoría de edad penal. Me gustaría saber en qué situación se encuentra esta cuestión en Colombia, así como su opinión sobre la disminución de la mayoría de edad. En Brasil dicen que los jóvenes con 16 años saben muy bien lo que hacen y, por lo tanto, deben asumir responsabilidad por los crímenes, aunque la mayoría de los crímenes violentos son cometidos por adultos.
Germán Muñoz – Luego de casi 10 años de vigencia del Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes no existe una política que enfrente el fenómeno de la justicia juvenil, tampoco existe justicia juvenil específica y pedagógica pensada para jóvenes en conflicto con la ley, y menos aún, medidas preventivas que disuadan a los jóvenes de elegir el camino del delito. Deberíamos contar con más política social y menos política criminal para los jóvenes en Colombia.
En Colombia no es solo el congreso, no es solo el gobierno, es la sociedad en su mayoría, la que es muy conservadora; y ese modo de pensar y esa ideología conservadora se expresa en los medios, en las leyes,en temas como, por ejemplo, el matrimonio igualitario, el consumo moderado de sustancias psicoactivas etc., temas que aquí difícilmente van a poder ser legislados, porque la iglesia, el ejército, la policía, la sociedad en general no aceptan, ni siquiera, que sean objeto de discusión.
El problema del juvenicidio,como bien lo planteas en tu pregunta, no es exclusivo de la sociedad colombiana ni de la mexicana. La palabra juvenicidio empieza a ser usada por primera vez en libros,en la academia y los medios, por José Manuel Valenzuela, investigador sobre las temáticas de los jóvenes y de la cultura en México, a través de un libro suyo que se llama “Sed de Mal”, donde habla del juvenicidio asociado al tema feminicidio.
Cuando hablamos de juvenicidio a nivel latinoamericano, no hablamos de hechos aislados, errores, o crímenes cometidos contra jóvenes ligados al bandidaje y la ilegalidad, no es eso. Estamos hablando de políticas permanentes y sistemáticas en todos los países de América Latina, bien camufladas, a través de las cuales podemos rastrear el objetivo de atentar contra la vida de los jóvenes, en tiempos recientes, pero también desde tiempos más remotos. Túmencionas Brasil, por supuesto; basta leer las estadísticas de asesinatos de jóvenesen Río de Janeiro. Igual sucede en México (recordemos Tlatelolco),recordemos“la noche de los lápices” en Argentina;tendríamos que hablar también de las masacres en Lima (en la universidad de San Marcos), dela casona universitaria en Guayaquil, delos 43 normalistas de Ayotzinapa, que recientemente han levantado una ola muy grande de indignación.
Cuando hablamos hoy de juvenicidio, para muchos investigadores latinoamericanos, estamos hablando de todas las formas de atentar contra la vida digna, contra la vida ‘decente’ de jóvenes, mediante atentados alas posibilidades de empleo, en el plano económico, atentados a la participación, en el plano político,atentados a la correcta representación mediáticay señalamientos a través de formas simbólicasy, por supuesto, atentados a la vida propiamente dicha.
Entonces, creo que es muy útil que nos hagamos una pregunta escalofriante y desgarradora:¿por qué mueren los jóvenes hoy en los países de América Latina? La respuesta en Colombia o en México(ver trabajos de Rossana Reguillo), o en São Paulo (ver los resultados del grupo de investigación de Silvia Borelli y Rita Alves) etc., revela que los jóvenes se matan o los matan, es decir, se suicidan o los asesinan. Porlo tanto, la tendencia observable a escala global evidencia que los jóvenes mueren a causa dela violencia fundamentalmente y los números son aterradores. Reguillo, la investigadora mexicana, dice que en México en el 2012 murieron 20.700 jóvenes, es decir,más de 20.000 hijos, hermanos, estudiantes, esposos y padres jóvenes; más de la mitad de esos 20.000 murieron a causa de violencia directa.
Pero en el caso colombiano, a mí lo que me parece muy significativo, es entender que muchos jóvenes que han muerto en Colombia, en medio del conflicto armado, han muerto en relación con crímenes de Estado. Han sido asesinados por razones de conveniencia política.AchilleMbembe, el autor camerunés, escribe el libro “Necropolítica” hablando justamente, no de la “nuda” vida de la que hablaba Agamben, sino de la “nuda” muerte. Estamos hablando de una forma sistemática de gestionar la muerte en la sociedad contemporánea. Es decir, la sociedad entera hoy, a través de sus mecanismos de poder, decide quiénes merecen viviro morir y aparentemente entre quienes merecen morir se encuentran mujeres y jóvenes y a eso se le llama necropolítica.
Creo que cuando hablamos de los “falsos positivos” – que es el juvenicidio más significativo y atroz de la reciente historia colombiana, más de 5.000 civiles, ciudadanos comunes y corrientes, de sectores populares que no tenían nada que ver con la guerra, que vivían en sus barrios, en sus veredas, en el campo y en pueblos de todo el país, fueron hechos prisioneros, secuestrados, asesinados, disfrazados como guerrilleros-, estamos hablando de crímenes de Estado, de lo cual el Estado colombiano no querrá hablar,pues no admiteser señalado como autor de esos crímenes que afectan a niños y jóvenes en una altísima proporción.