Foto: Ronai Pires da Rocha

Tiempo, silencio y olvido: ¿Qué quedó de la experiencia de los jóvenes de Santa María?

Sonia Borges: ¿Cómo los jóvenes trataron o tratan con el vacío de la pérdida de tantos amigos y conocidos?

Volnei Dassoler: En un primer momento, recibíamos relatos de un fenómeno importante que incluyó muchos niños y jóvenes de Santa Maria y de las ciudades de la región, que presentaban dificultades de dormir solos o en lugar oscuro, pidiendo para estar en la habitación de sus padres o acompañados de otras personas. Relataban miedo de lo oscuro, la sensación de la presencia de sombras, de que algo malo podría pasar con ellos o con sus amigos. Muchos padres buscaron orientación psicológica en el Acolhe Saúde (Acoge Salud) y en la red privada sobre cómo entender e intervenir delante de esa situación. Otra manifestación recurrente se refería a cómo retornar a las clases, cuando se darían cuenta de la ausencia de tantos compañeros, de la pérdida de los compañeros de fiestas, del amigo confidente. Declaraciones y mensajes en las redes sociales dirigidas a las personas que murieron fue una de las formas que encontraron de promover el trabajo de luto dentro del tiempo y de la necesidad de cada uno. Otra situación que consideramos importante y que se relataba con mucha frecuencia tenía que ver con el sentimiento de culpabilidad porque no habían conseguido ayudar a otras personas a escapar con vida y el malestar de encontrar a los padres de los amigos que habían muerto en el incendio, como si fuera algo malo el hecho de que están vivos y los hijos de esas personas no. La percepción de que se trataba de una lucha por la sobrevivencia auxiliaba en la elaboración de los hechos, pero es algo que todavía retorna con alguna regularidad en algunos jóvenes.
Muchos jóvenes sobrevivientes, amigos y padres de víctimas nos procuraban y nos dábamos cuenta de que, tras pocos encuentros, dejaban de ir a las consultas concertadas. Eventualmente, los contactábamos para saber de la situación y después entendimos que había algo que se podría interpretar como una necesidad de alejarse de lo que les hacía recordar más fuertemente su sufrimiento. De cierta manera, concluimos que había en eso un deseo de verse un poco fuera de todo el contexto, ganas de salir y esperar para ver qué pasaría. Consideramos que el sujeto se sentía acogido, pero que podía dispensar al profesional sabiendo que podría contar con él si fuera necesario.

Sonia Borges: ¿Cómo fue posible para los jóvenes seguir viviendo en la misma ciudad donde la vida de tantos compañeros había sido prematura y trágicamente interrumpida? ¿Cómo esa realidad y sus efectos impactaron las rutinas de la ciudad?

Volnei Dassoler: De hecho, más allá de los efectos subjetivos y de las respuestas singulares, el incendio afectó la rutina de la ciudad. Transcurrido más de un año y medio, la rutina nocturna de la ciudad aún no volvió al dinamismo y la intensidad que la caracterizaba como ciudad universitaria. Bares y discos funcionan en menor número y es posible constatar cambios con relación a la preocupación en cuanto a los requisitos de seguridad, la capacidad máxima de personas y un mayor rigor en la concesión de permisos y fiscalización de los establecimientos.
Cabe registrar que existe una sensación generalizada entre los profesionales del área psi de la ciudad de que hubo un aumento expresivo de la demanda por asistencia psicológica tras el incendio, aunque las razones no se presenten directamente vinculadas al episodio.
Otro movimiento posible de identificar es el vaciamiento – no sabemos si definitivo o temporario – de las discos y bares de la ciudad como alternativas de ocio y diversión. Las plazas, las calles y el bulevar se tornan cada vez más lugar de encuentro de grupos de jóvenes que siguen conversando, oyendo música, bebiendo, saliendo con alguien, retomando los vínculos con la cultura joven, con la producción de expectativas sobre el futuro, condición necesaria para cualquier sujeto que necesita reinvertir en la vida.

Sonia Borges: Para los sobrevivientes que perdieron parientes en el local, ¿cómo quedó la vida en familia?

Volnei Dassoler: Aunque sabemos que el trabajo de luto es siempre un proceso singular y subjetivo, es posible afirmar que los mayores impases recaen sobre los padres, en especial, las madres de las víctimas. Son ellas las que evidencian más nítidamente el sufrimiento de la pérdida y las dificultades en responder a la exigencia de la realidad para encontrar maneras de preservar la imagen de los hijos ausentes a través de los recuerdos y de los objetos personales. Esos familiares dejan entrever, a partir de sus declaraciones, una narrativa de vaciamiento de significación sobre la vida, en una posición de desistimiento y de pérdida de ideales y de la sensación de fracaso como padres por no haber conseguido proteger a sus hijos delante de tal peligro.
En esa perspectiva, algunos jóvenes procedentes de otros municipios, que estaban en Santa María para estudiar, decidieron retornar a la casa de sus padres y buscar alternativas de estudio que les permitieran estar cerca de su familia. Esa fue también una demanda de muchos padres, que necesitaban acompañar la evolución del cuadro respiratorio que afectó gran parte de los sobrevivientes.

Volnei Antonio Dassoler dassoler@terra.com.br
Psicanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica de Porto Alegre, Máster en Psicología (Universidad Federal de Santa María - UFSM), tutor del Núcleo de la Psicología de la Residencia Multiprofesional en Salud Mental (UFSM) y miembro del comité gestor del Acolhe Saúde, servicio de Atención Psicosocial a las víctimas del incendio en la disco Kiss del Ayuntamiento Municipal de Santa María - RS.
Sonia Borges Cardoso de Oliveira soniarborges@uol.com.br
Psicóloga, Doctora en Psicología, investigadora permanente del Núcleo Interdisciplinario de Investigación en Infancia y Adolescencia Contemporáneas (NIPIAC/UFRJ). Editora asociada de DESidades, actúa principalmente en los siguientes temas: psicología e intervención clínica; juventud y adolescencia; grupos de discusión; procesos de subjetivación y el lugar del sufrimiento en lo contemporáneo.