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La experiencia de jóvenes mujeres como combatientes de la guerrilla de las FARC y del ELN

Una experiencia distinta de ser niña y joven

En el marco de esta creación del habitus guerrero, las lecturas que se han realizado al respecto han evidenciado la creación de un sujeto armado del orden masculino al que se le adjudican todas las cualidades y destrezas que se configuran en una idea del buen guerrillero. No obstante, al escuchar las narraciones de estas cinco jóvenes, lo que parece operar allí es un ejercicio de deshacer el género en la medida en que se convierte en una oportunidad de comprender los alcances y límites de su propio cuerpo, las habilidades desarrolladas y, en general, la capacidad de encarnar ese habitus guerrero.

Dentro del grupo, ellas descubren nuevas formas de relacionarse entre unos y otros – pese a la persistencia de relaciones de subordinación, desigualdad, abuso  particularmente en asuntos de sexualidad -, situaciones que les sorprenden, dados los lugares en los que habían sido colocadas como niñas y jóvenes mujeres en la vida rural:

Allá hombre y mujer, dicen que no se discrimina; usted normal, si el hombre hace cualquier cosa, la mujer también lo hace, no hay preferencias, la única diferencia es el sexo, pero el resto normal, usted tiene a veces que dormir con un hombre, ya la mujer mirará si va a hacer algo con él, uno tiene que aprender a tratarse así con los hombres, como si fuéramos dos hombres o dos mujeres… [Carol, excombatiente de las FARC].

Si se molestaban, recochaban[6] porque decían que cómo recién ahí y ellos se iban a dejar ganar, no! no ! no! Yo tengo que intentarlo otra vez y como nos daban bastante munición para quemar allá decían así, no creían que uno de mujer les iba a ganar a ellos, pensaría yo ahí que de pronto sería porque uno era mujer no podía hacer las cosas, pienso para mí eso, porque en la recocha decían, como me voy a dejar ganar de una mujer”  [Milena, excombatiente de las FARC].

Pese a que existe una igualdad discursiva dentro de la vida guerrillera que se efectiviza en algunas prácticas cotidianas, también es cierto que persisten formas de interacción que intentan expresar las relaciones de dominación entre géneros. Por esta razón, ellas se valen de este discurso que nutre la vida guerrillera para ponerse en un lugar de igualdad con aquellos hombres que insisten en relaciones dominantes. O respeto como sujetos iguales, de acuerdo a la narración de María y de las otras jóvenes, se configura en la medida en que ellas demuestran que tienen capacidades y destrezas similares – particularmente físicas –, que también son capaces de incorporar los valores de la vida guerrillera y que, por tanto, no hay excusas para ser vistas como diferentes y encontrarse subordinadas.

Dentro del grupo armado también se presenta una forma distinta de concebir la infancia y juventud. Por un lado, es importante mencionar que antes del ingreso, para las guerrillas, los niños, niñas y jóvenes son un atractivo, dado que parten de una concepción biologicista que les permite proyectar la constitución de un cuerpo con disposición física para la guerra y de construir un habitus guerrero. Esto hace que se conviertan en sujetos con valor para estos grupos: “Siempre han buscado vincular menores de edad, gente muy joven a sus filas porque resulta que son unos guerreros impresionantemente buenos, son muy buenos guerreros y guerreros de línea de combate” [Profesional experto en DDR].

Entonces, antes del ingreso, la infancia y la juventud tienen un valor privilegiado dentro del campo guerrillero por las posibilidades de constitución del sujeto combatiente: “Los comandantes prefieren menores porque aprenden mejor y son más sanos. El recluta ideal es de trece, porque así puede tener una formación política completa [Carolina, excombatiente de las FARC, Human Rights, p. 70].

No obstante, de acuerdo con los relatos, una vez dentro del grupo son otras las relaciones y posiciones que circulan, las concepciones varían de acuerdo a la dinámica interna y la lucha contra el enemigo. Sus narraciones expresan las formas en que experimentan esta condición de ser niña y joven en la vida armada y a su vez, el tipo de relaciones que el grupo construye acerca de estas condiciones:

En ese momento no pensaba nada porque cuando uno era niña uno pensaba que la mamá le hacía a uno todo, entonces llegar a un grupo donde tienes que hacer cosas, en el campo uno se la pasa jugando, que se uno va a buscar leña es porque uno le nace, en cambio a uno en el grupo lo obligan a hacer eso, de que la muñeca de uno allá es un arma, para uno jugar es un arma. Eso es una de las cosas que uno pierde allá, la juventud [María, excombatiente del ELN y las FARC].

En este relato, es importante identificar que la joven hace referencia a las tensiones que se presentan en su propia vivencia, entre la concepción de infancia – basada en la noción de fragilidad y necesidad de protección de los niños y niñas – que impera en las dinámicas familiares en las cuales se le asignaba un lugar particular, y una concepción muy distinta que circula dentro del grupo armado. En el campo guerrillero, las posiciones sociales no están delimitadas por el momento vital, allí la necesidad de generar un cuerpo homogéneo hace que se borren las diferencias entre ser niña, joven o mujer adulta.

Existen cambios en los significados y las interacciones les exigen considerar nuevas pautas culturales que no se corresponden con su experiencia anterior. Las concepciones de origen acerca de lo que es ser niña y joven se ponen en tensión con el discurso y la experiencia misma dentro de la vida cotidiana armada. Dentro de los nuevos esquemas, estas jóvenes recuerdan que tuvieron que aprender que no existen diferenciaciones aparentes y que se trata de sujetos con igualdad en términos de las condiciones de vida y de lo que significa ser un sujeto guerrero en la dinámica armada.

Eso allá, sea usted vieja o joven, todo va por lo mismo, no hay diferencia de nada [Paola, excombatiente de las FARC].

Un niño tiene que hacer lo mismo que hace un mayor de edad, es igual, allá no hay preferencia para nadie, si le queda grande el fusil pues hágale, si le queda grande el uniforme pues cósale. Todos son iguales, no hay diferencia [María, excombatiente del ELN y las FARC].

Esta homogeneidad pasa, de acuerdo con sus narraciones, no sólo por las exigencias físicas y las actividades diarias, sino también en el ejercicio de las responsabilidades, deberes, obligaciones, asumir las sanciones y castigos que implica infringir las normas de la vida guerrillera.

Las mujeres si tienen la capacidad, de cómo manejar la gente, de cómo dar una orden, si es bueno para dirigir los compañeros estando en combate, todo eso lo ayuda a usted  a subir, son muchas las cosas que tiene usted que demostrar allá, para poder llegar ahí [Paola, excombatiente de las FARC].

«Yo era la mejor en los entrenamientos, por eso me dieron un encargo rápido», dijo María Claudia, una niña despierta e inteligente que se había unido a la UC-ELN cuando tenía 12 años. «Primero me dieron una tríada, de tres personas, después un pelotón de diez». Cuando salió de la UC-ELN, a los 14 años de edad, tenía a su cargo un grupo de 30 combatientes” (Human Rights Watch, 2003, p. 94).

Como mencionan los relatos, en el campo guerrillero todos los combatientes tienen que romper la lógica de autoridad muy propia de la vida civil. Afuera, las relaciones entre niños, jóvenes y adultos están claramente diferenciadas y jerarquizadas. En ellas es el adulto quien asume el papel de autoridad, porque se le confiere un valor a la experiencia de vida que ha recorrido, en términos cronológicos. En la guerrilla, la experiencia también juega un papel importante para definir la posición social, pero ésta no depende de la edad cronológica, sino del tiempo que se lleve dentro y de cuán rápido se encarna la formación política y militar propia del grupo:

A partir de estar 7 o 10 años (dentro del grupo) ya es uno viejo en las FARC. En cuanto a recibir órdenes de un menor, es un asunto de antigüedad, así la gente sea mayor tiene que acatar las reglas, siempre le cuesta a uno saber que alguien menor lo está mandando, porque siempre son los mayores los que mandan y allá la cosa es distinta, son los que tienen antigüedad. A mi edad se podía, pero eso empieza uno por abajo y tiene que tener una disciplina muy buena para llegar a ser mando [María, excombatiente del ELN y las FARC].

La posibilidad de tener un estatus alto en la jerarquía guerrillera por parte de jóvenes o niños genera tensiones internas en los sujetos combatientes, dado que se trata de la contraposición entre las pautas culturales anteriores, según las cuales un niño o joven no tendrían este nivel de autoridad y lo que la experiencia les lleva a asumir ahora en la vida armada. Dicha situación implica un cuestionamiento permanente, la deconstrucción de este acervo anterior con el cual podía actuar el sujeto en la vida cotidiana y reconocer las nuevas dinámicas a las que se encuentran abocados dentro de la vida armada, que muchas veces los descolocan de los lugares tradicionales desde donde se comprende y atribuye sentido a lo que significa ser  niña y joven.

Es importante resaltar que, dentro de la experiencia armada, las jóvenes expresan haber sido interpeladas sobre el lugar que venían asumiendo en la vida civil y las posibilidades que ahora descubren en tanto agentes dentro del campo guerrillero. Haber sido guerrilleras, en tanto experiencia límite las lleva a aprender a tomar decisiones que son de vida o muerte. Por tanto, las elaboraciones como sujeto niño o joven, no se sostienen solamente en una  madurez biológica y evolutiva, por el contrario, esta experiencia muestra que está definida por el contorno social que les rodea y les obliga a construirse como sujetos activos, con necesidad de desarrollar juicios y resolver dilemas éticos respecto de la vida y la muerte de ellas mismas y de sus compañeros, lo que generalmente es adjudicado a las capacidades de un sujeto moral adulto.

 

La pérdida resulta un lugar común

A modo de cierre, es importante mencionar que, en todos los relatos, estas jóvenes coinciden, como balance general, que han perdido sus mejores años de vida. Los conceptos de infancia y juventud que asumen están relacionadas con un “deber ser” niño y joven relacionado con la idea de un sujeto de derechos, particularmente los derechos a la educación, recreación y protección. En este sentido, ellas valoran la importancia de estos momentos vitales desde la idea de la moratoria social según la representación colectiva que circula tanto en la vida cotidiana como en la institucional.

Sin embargo, en algunas de sus reflexiones ellas mencionan que la experiencia como guerrilleras les permite valorar las distintas capacidades que han podido desarrollar que, de haber seguido en su vida rural, probablemente no habrían adquirido. A su vez, las distintas situaciones límites a las que se vieron enfrentadas en la vida armada, particularmente dilemas referidos a la protección de la vida de ellas mismas y de los otros, les permiten observarse como un sujeto diferente, más maduro en relación con sus pares, con los cuales se encuentran en la vida civil.

Yo me veía diferente, me daba cuenta que yo era capaz de hacer más cosas (…) de lo diferente que era cuando estaba en la casa a lo que me había convertido, lo que ya era, lo que tenía qué hacer, en la casa nunca pensé enfrentarme con un grupo armado, que a disparar, en cambio allá ya eso era una rutina, que tenía uno que muchas veces huirles a ellos, o uno irles a hacer algo a ellos, estando allá piensa en todo eso y se ve cambiado, ya uno piensa todo muy diferente, ya pensaba bastante, con bastante madurez [Valeria, excombatiente del ELN].

Si bien en el campo relacional de la guerrilla existe un esfuerzo por construir sujetos homogéneos que conforman un cuerpo colectivo armado, existen, como lo vimos anteriormente, algunas formas que interpelan los modos tradicionales de concebir la infancia y la juventud y delimitar la experiencia de ser niña y joven. En esta medida, ellas se vieron abocadas a construir su experiencia desde la ambigüedad entre unas formas tradicionales propias de su acervo anterior y lo que las dinámicas de la vida armada les exigió.

Sin embargo, en su reintegración a la vida civil, las jóvenes no logran deshacerse del discurso social que inviste su experiencia guerrillera como sujetos con pérdidas, a las cuales se les ha quitado la posibilidad de experimentarse desde las expectativas sociales de lo que es ser niña y joven en la vida civil, desde la idea de un ethos particular y unos límites y lugares asignados socialmente: un espacio moratorio para la socialización y el aprendizaje de las reglas del juego de la vida social. El paso por la vida guerrillera les robó su infancia y su juventud, les significó una pérdida que no es posible recuperar en adelante, dado que en el fondo lo que sustenta estas nociones es su carácter transitorio.

[6] Hacían bromas al respecto.

Referencias Bibliográficas

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Resumen

El presente artículo tiene como objetivo presentar hallazgos acerca de cómo la participación en tanto combatientes de las guerrillas de las FARC y el ELN en Colombia tensiona  la experiencia de ser niña y joven y la construcción de las categorías de infancia y juventud en cinco jóvenes excombatientes de estas guerrillas.

Palabras clave: infancia, juventud, guerrilla, habitus guerrero, vida civil.
Fecha de recepción: 24/02/2016
Fecha de aceptación: 30/04/2016

Nohora Constanza Niño Vega nohora.nino@flacso.edu

Psicóloga por la Universidad Nacional de Colombia, maestra en Ciencias Sociales por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), México y actualmente candidata a doctora en Investigación en Ciencias Sociales en esta misma Facultad. Con interés en temáticas sobre infancias, juventudes, violencias, construcción de paz y subjetividades políticas.