Lo cotidiano en la escuela. 40 años de etnografía escolar en Chile, de Andrea Valdivia Berrios y Jenny Assael Budnik.

Reseña por Antonio García

Actores y desafíos interpretativos de la etnografía escolar en Chile.

“Lo cotidiano en la escuela. 40 años de etnografía escolar en Chile” es un texto producido a partir de la discusión y el intercambio de experiencias, entre investigadores chilenos, algunos, que al momento de su elaboración, recién se iniciaban en el campo y otros, con una vasta trayectoria en el mismo. Se trata de un libro fundacional, por tratarse de la primera revisión integral sobre la temática realizada en el país. Los autores asumen, desde el inicio, que el enfoque etnográfico ha ocupado una posición marginal dentro de la investigación educacional en Chile, por lo cual proponen “contribuir en la configuración de la etnografía como un campo de investigación relevante” (Valdivia, Assael, 2018, p.20) para una comprensión de mayor densidad y amplitud de los fenómenos educativos.

El libro se estructura en tres secciones: la primera, denominada historia, realiza una revisión del desarrollo de la investigación etnográfica en Chile durante los últimos cuarenta años. Se distinguen aquí distintas fases de evolución de los estudios etnográficos, considerando los distintos temas abordados, los escenarios en los que los estudios se desarrollan, los enfoques utilizados y los contextos sociopolíticos, que enmarcan la producción etnográfica en cada período. Le sigue una segunda sección, denominada debates actuales, compuesta por tres capítulos que abordan dimensiones heterogéneas de la práctica etnográfica y su aplicación específica al campo educativo. La última sección, denominada exploraciones etnográficas actuales, enfatiza en la revisión de estudios sobre temáticas emergentes, desde los que, a su vez, se deducen nuevos problemas y desafíos para la etnografía aplicada al espacio escolar. Las dos últimas secciones expresan el carácter polifónico del texto, reconocido por sus propios autores.

La heterogeneidad de experiencias y miradas en cada capítulo, si bien valiosa, expresa a su vez la aún débil institucionalización de la investigación etnográfica en Chile. Se evidencia la ausencia de elementos teórico-conceptuales o metodológicos comunes, que demuestren el desarrollo de escuelas en el campo, capaces de guiar procesos, tanto en el área de la investigación, como de la formación.

Aún así, es posible identificar algunas apuestas en torno a las cuales los autores del texto tienden a confluir. Ya en la presentación, se proponen entender, junto a Vygotzky, a la escuela como un microcosmos de la sociedad. La etnografía escolar, sería entonces “una inmersión en la cotidianeidad de este microcosmos para poder desde allí reconocer las complejidades de nuestra sociedad” (Valdivia, Assael, 2018, p.19). No llama la atención, entonces, que el problema de la cultura escolar, esté prácticamente ausente de la discusión. El conjunto de los autores se desmarca de una “perspectiva etnográfica substancialista” (Desmond, 2014) de la escuela. Desde una multiplicidad de miradas, se insiste en entenderla como un escenario de relaciones sociales, que expresan, tensiones y problemáticas que van más allá de ella, pero que adquieren en el escenario escolar una luz específica.

Frente a la decisión respecto de qué tipo de trabajos incluir, los autores toman una decisión, que debe ser considerada en futuras revisiones de la producción etnográfica, tanto en estudios educativos, como en otros campos temáticos. Se trata de la distinción entre trabajos etnográficos y trabajos de orientación etnográfica. Los segundos se refieren a estudios, que hacen uso de metodologías menos intensivas (observaciones acotadas, entrevistas en profundidad), pero que serían parte de un enfoque etnográfico, en la medida en que se basan en una interacción permanente, entre datos y análisis, destinados a comprender las producciones simbólicas de los actores en la escuela. Con ello, se reconoce la dificultad que impone el contexto sociopolítico, por ejemplo, a través de la presión que ejercen los fondos públicos para entregar resultados a corto plazo, lo cual dificulta el desarrollo de estudios, sustentados en procedimientos etnográficos tradicionales de observación intensiva y prolongada en terreno.

Una de las principales contribuciones del libro es el pormenorizado análisis de los contextos sociales e institucionales, que explican la emergencia de nuevos problemas etnográficos. Especialmente valiosa, en este sentido, es la sección histórica. En ella se da cuenta, entre otros aspectos, de las profundas influencias que tuvo el contexto político para explicar el interés de los etnógrafos en grupos o actores específicos. La dictadura, por ejemplo, generó un interés particular por los grupos que se consideraban especialmente vulnerables a la acción represiva del Estado; contextos marginales, cultura popular e infancia. Durante los años noventa, las políticas públicas en educación, enfocadas en los problemas de abandono en la enseñanza media, se sirven de estudios etnográficos para abordar las tensiones entre culturas juveniles y culturas escolares. En las últimas décadas, en tanto, el desarrollo institucional de la investigación etnográfica en las universidades facilita el abordaje de nuevas temáticas, como género e interculturalidad, aprendizaje y desarrollo, así como estudios acerca del impacto de políticas evaluativas, vinculadas al modelo de nueva gestión pública. En las siguientes secciones esta línea de análisis es alimentada por algunos autores, quienes describen la aplicación de métodos etnográficos adecuados a las nuevas perspectivas sobre grupos específicos en el espacio escolar. Andrea Valdivia y Milka Herrera, por ejemplo, problematizan los desafíos específicos de la etnografía para comprender las nuevas prácticas culturales de los jóvenes, en contextos educativos, en tanto “productores o creadores digitales” (Valdivia, Herrera, 2018, p.226). Desde el interés por los docentes, Nolfa Ibañez y Sofia Druker realizan un ejercicio similar para proponer nuevas técnicas de observación y registro, que indagan en “tipos específicos de narrativas” (Coffey, Atkinson, 1996) reconstruyendo así las formas de operacionalización del saber pedagógico, en el contexto del aula.

Otra línea de análisis, transversal al conjunto de los capítulos del libro, es la problematización de la etnografía como herramienta de interpretación. Los autores ofrecen una rica reflexión acerca de las características del conocimiento producido, a través de la etnografía y los contextos de dicha producción. El capítulo de Jose Andres Isla, de carácter eminentemente conceptual y disciplinario, sirve de guía para comprender las distintas apuestas de implementación etnográfica desarrolladas por los autores a lo largo del texto. En este capítulo, que versa sobre el parentesco entre etnografía y antropología, el autor afirma, citando a Viveiros de Castro (2002), que las nuevas corrientes de la antropología postularían una nueva etnografía concebida como el “arte de determinar problemas, desde dentro del contexto etnográfico” (Isla, p.164). Esto implica negociar las categorías, en la situación etnográfica misma, por lo que la constitución relacional de investigador e investigado, distinguiría el producto del conocimiento etnográfico por excelencia. A lo largo del libro y, sin que necesariamente se expliciten los vínculos entre distintos capítulos, es posible reconstruir una línea de análisis, que indaga en los desafíos vinculados a esta problemática. Claudia Matus y Carolina Rojas, por ejemplo, proponen un marco de comprensión, para entender los modos de configuración de la normalidad escolar, ¿Cómo se define la normalidad en las escuelas, al referirse sus actores a ambientes, docentes y estudiantes?, ¿en qué medida la configuración de la normalidad, explica los procesos de producción de diferencias en la escuela?, ¿Cómo la atención a la construcción de la normalidad, nos permite entender que las diferencias entre estudiantes (de nacionalidad, género o etnia), no residen tanto en los actores calificados como diversos, sino en las operaciones discursivas, que realizan los distintos actores escolares, respecto de dicha normalidad?

A partir de la construcción de este problema, las autoras presentan una discusión sobre los desafíos que se plantean los etnógrafos para evitar reproducir en sus textos las mismas formas discursivas de producción de la desigualdad y las relaciones de poder del espacio escolar. Dichas discusiones, a su vez, les sirven a las autoras para abordar el problema de la reflexividad en la etnografía, entendida como el análisis de los diversos condicionamientos sociales y políticos que influyen, tanto en la producción del objeto investigado, como en la producción del etnógrafo como sujeto investigador. Con ello, las autoras indagan en los modos a través de los cuales, durante el proceso de investigación, el plantearse el proceso de producción de lo normal en la escuela, abrió el camino para que los etnógrafos se descentraran de sus propias construcciones identitarias. En la misma sección, Carlos Calvo realiza una genealogía de su constitución como sujeto investigador a partir de sus diversas experiencias formativas, tanto en la escuela, en su experiencia de estudiante, como en lecturas, encuentros con maestros y otras experiencias formativas. Dicha reconstrucción de su biografía como investigador permite a su vez distinguir las formas de producción del problema de investigación, que ha marcado su trayectoria; los problemas de escolarización de la experiencia educacional y la necesidad de construir formas alternativas, para comprender y practicar el acto de educar.

La influencia de la experiencia escolar del investigador, en lo investigado, es retomada en el capítulo de Laura Luna, quien a partir de su estudio sobre escuelas, que llevan a cabo experiencias interculturales, reflexiona sobre las continuidades culturales, que se establecen entre la experiencia biográfica del investigador, como sujeto escolarizado y el escenario de la escuela con la que el etnógrafo, de algún modo, se reencuentra. Según la autora, este condicionamiento biográfico, haría más desafiante para el etnógrafo escolar, concretar el “mandato” (Luna, 2018, p.213) antropológico de “hacer extraño lo que es familiar” (Erickson, 1984). Esto obligaría a un ejercicio intensivo, para “escudriñar el modelo de transmisión” (Luna, 2018, p. 214) en el que cada etnógrafo ha sido formado.

El libro, por lo tanto, es un texto fundamental para abordar la etnografía en Chile, tanto por la revisión histórica que realiza, como por su riqueza en la diversidad de perspectivas de análisis de la práctica etnográfica. Su aporte se extiende, no solo al campo de los estudios educativos, sino que también a otros campos de aplicación de la etnografía. En términos de las ausencias posibles de constatar, la sección denominada debates actuales, pudo haberse inscrito, más explícitamente, en el campo de los enfoques críticos en metodologías cualitativas (Denzin; Lincoln; Tuhiwai Smith, 2008), los que abordan los temas de descolonización del conocimiento (Tuhiwai Smith, 2008/1999), los enfoques auto-etnográficos (Ellis; Adams; Bochner, 2011) y la contribución de la etnografía a la transformación social. El texto también se habría enriquecido con un capítulo conclusivo, que permitiera conectar de modo más claro las apuestas teórico metodológicas presentadas en los distintos capítulos.

Referencias Bibliográficas

COFFEY A. & ATKINSON P. Making sense of qualitative data. London: Sage Publications, 1996. 

DENZIN, N. K., LINCOLN, Y.S & TIHIWAI SMITH, L. Handbook of critical and indigenous methodologies. Thousands Oaks, CA: Sage, 2008. 

DESMOND, M. Relational Ethnography. Theory and Society, v. 43 n. 5. p. 547-579, 2014.

ELLIS, C., ADAMS T.E & BOCHNER A. Autoethnography: An overview. Forum: Qualitative Social Research, v.12, n. 1. p. 273-290, 2011.

ERICKSON, F. What makes school ethnography “ethnographic”? Anthropology and Education Quarterly, v. 15, p. 51-66, 1984.

ISLA, J. (2018). Etnografía, antropología y etnografía escolar: discusión de coordenadas de desplazamiento para la investigación educativa. En: VALDIVIA A., & ASSAEL, J. (Edit.) Lo cotidiano en la escuela: 40 años de etnografía escolar en Chile, Santiago: Editorial Universitaria, 2018. p. 155-156. 

LUNA, L. Aprender, participar e investigar en la escuela: particularidades y desafíos de la etnografía escolar. En: VALDIVIA A., & ASSAEL, J. (Edit.) Lo cotidiano en la escuela: 40 años de etnografía escolar en Chile, Santiago: Editorial Universitaria, 2018. p. 2005-220.

TUHIWAI SMITH, L. Decolonizing methodologies. Research and indigenous people. New York: Zed Books, 2008 [1999].

VALDIVIA A., & ASSAEL, J (Edit). Presentación. En: Lo cotidiano en la escuela. 40 años de etnografía escolar en Chile. Santiago: Editorial Universitaria, 2018. p. 19-21. 

VIVEIROS DE CASTRO E. O nativo relativo. Mana, v. 8 n.1, 113-148, 2002.

Palabras clave: etnografías, cotidianeidad escolar, interpretación etnográfica.

Fecha de recepción: 20/02/2019

Fecha de aceptación: 20/03/2019

Antonio García garciaquiroga@gmail.com
Antonio García es antropólogo, magister en antropología y desarrollo y Doctorado en Educación en la Universidad Victoria de Wellington - Chile. Actualmente es postdoctorante de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y académico de la Universidad de Santiago- Chile.