Foto: Pxhere

Comuna de la Tierra D. Tomás Balduíno: aproximaciones a partir de palabras e imágenes creadas por niñas y niños asentadas(os)

El carrusel gira-gira y la lucha por la tierra.

La posibilidad de fotografiar usando una lata vacía de leche, salsa de tomate o cualquier otro envase parecido, tal como lo habíamos anunciado previamente a las niñas y los niños, instigó el interés en participar. Creamos etapas en que estaban previstas largos procesos de percepción de la imagen. Con ese fin, comenzamos con la producción de cajas oscuras, hechas de cartón, en las cuales era posible ver las imágenes invertidas. La curiosidad de los niños era alimentada. “Wao ven a ver, ¡mira como queda! ¿Pero, por qué está así?” Las frases sencillas expresaban, en el momento de la actividad, el impacto ante la percepción de la posibilidad de invertir las imágenes que eran vistas de manera convencional. Ver el mundo cabeza para abajo se tornó una inusitada experiencia demostrada por las exclamaciones y sonrisas.

Luego de la exploración del entorno con las cajas de imágenes invertidas, fuimos a la producción de las cámaras artesanales usando las latas. La recolección de las latas en conjunto con las familias, en sus casas, se mostró como un método eficiente de aproximación entre adultos y niños, otra forma de participación, que hasta entonces, no había sido considerada por nosotras. La improvisación de una sala oscura, dentro de los espacios de la Ciranda Infantil, sirvió para la confección de las cámaras/latas fotográficas. Ante la ausencia de un visor, como bien observaron los niños, ¿cómo sería posible saber cuál sería el resultado? Es preciso utilizar otros sentidos, no solo el ojo (la vista), contrariando la máxima difundida por Kodak a inicios del siglo XX “you press the button and we do the rest”5 (Aquino, 2016). Así, podemos decir que se fotografiaba con el cuerpo entero.

La técnica pinhole nos remite al principio básico de la fotografía, una caja con un pequeño orificio con el cual es posible controlar la entrada de luz, tal como el obturador de una cámara fotográfica convencional. La cantidad de luz que entra es la condición para la captura de la imagen. Lo relevante y, podríamos decir, lo fantástico en este proceso es que se mantiene un contacto estrecho con el entorno a ser fotografiado. El oscurecer del día, una nube intrusa que se atreve a cubrir el sol, así como constantes movimientos de personas o cosas, repercuten en la calidad y composición de la foto. El fotógrafo atento y sensible al entorno, toma la foto con todos sus sentidos dispuestos, no es sólo el ojo el que funciona, sino el ojo en relación con el cuerpo y este en sintonía con lo que está a su alrededor. Ante esto, las niñas y los niños interactuaban de modo sensible y sorprendente, contrariando, a veces, las concepciones pedagógicas predefinidas que afirman la incapacidad infantil de concentrarse por tiempo prolongado en determinadas actividades.

Observamos también que el proceso de elaboración de las fotos implicó la construcción de vínculos entre las niñas y los niños, y de ellos con nosotros. En ese proceso nos encontrábamos escuchando las historias sobre las latas, que estaban vacías, y, sin embargo, llenas de contenidos sensiblemente presentados. Los niños les conferían otro status al contar sus historias, lo que implicaba saber quién las trajo, cómo fue el proceso de recolección en sus casas, cuáles eran los productos que contenían antes de quedar vacías y cuáles eran sus usos. Estas latas no estaban vacías de sentidos, ahora ganaban otro propósito: captar imágenes, transformarse en cámaras fotográficas. Artesanalmente elaboradas, de modo lento y cuidadoso, de manera que fuera posible la percepción de lo que se estaba haciendo, la participación de todos los involucrados en su elaboración ya era, en sí, el refinamiento de la mirada, con la tentativa de garantizar que cada niño se identificase con la propia cámara. Como escribió Sylvia Cayubi Novaes (2012) las fotografías son, en este sentido, estratégicas: el tema “no cae del cielo”, el tema puede ser motivado por las fotos, que permiten al investigador introducir cuestiones, resolver dudas, registrar ricos testimonios, acompañar discusiones que las fotos suscitan entre las personas y, con eso, orientar sobre los caminos a ser seguidos en la investigación, o incluso, sobre cómo entender y cómo ver lo que está en las imágenes.

En pequeños grupos los niños entraban en la sala, inicialmente iluminada, para conocer el espacio, y después, cuando estaba toda oscura, con una tenue luz roja, para percibir la transformación: lo que entraba como papel blanco, salía como imagen revelada. Tomados de las manos experimentaban la oscuridad entre risas y curiosidad que expresaban con gritos, semejantes a aquellos experimentados en las películas de terror. La permanencia en el campo nos fue permitiendo estar más con los niños y poder construir una escucha más atenta de las palabras e, incluso, de los silencios manifestados.

Los niños salían del local improvisado para revelar las fotos asegurando en sus manos las fotografías como un tesoro, y las mostraban a los otros, discutiendo sobre todo lo que había sido hecho. El proceso de creación fue fecundo y, no podríamos dejar de comentar, era posible percibir la alteración en el repertorio de la mirada que interpreta el mundo a través de la imagen fotográfica. Se destacan las elecciones realizadas que, según lo que apreciamos, buscaban captar el juguete o un recorte del paisaje como asunto de la imagen.

Imagen producida colectivamente en el taller de pinole (acervo de las autoras)

“¿Vamos a sacar una foto de allá?” Sugiere una de las niñas. “De allá, ¿dónde? ¿Qué hay allá?” Pregunto. Lucia, la niña, agarra nuestras manos – la mía y la de otra investigadora, Carolina – y nos lleva al lugar en que están los juguetes y nos dice: “Tiene los juguetes. Ahora aquí hay juguetes, ven a ver”. El juguete mostrado fue fotografiado por un grupo compuesto por tres niños, curiosamente, en ese grupo no estaba Lucia.

Podemos describir el juguete con palabras. Sin embargo, al ser llamadas para verlo y después, al considerar el registro visual elaborado por los otros niños, teníamos allí más que el resultado del diálogo sobre la investigación y el uso de las fotografías como recurso. Se comprendía con ese gesto la vinculación del grupo con el asentamiento, e incluso, la recepción y acogimiento que se venían construyendo durante las idas al campo, en las cuales iba ganando fuerza el mostrar lo que había de nuevo y el multiplicar las alegrías de las conquistas. Las niñas y los niños incorporaban los juguetes y creaban la posibilidad de otro mapeamiento del espacio, ahora sentido, jugado.

Las historias de las latas se mezclaban con sus historias de vida y los lugares elegidos para ser fotografiados. El carrusel no era solamente un carrusel en un local con grama. Percibimos por las conversaciones, que se trataba de donaciones o compras de un equipo reivindicado por los chicos, como expresión del derecho a jugar con los demás niños, e incluso, este espacio concentraba personas y simbolizaba uno de los lugares para el desarrollo de relaciones de amistad, el cuidado de los adultos en relación con los niños. Era un espacio de socialización y construcción de la forma de ser sin-tierra y sin-tierrita en un asentamiento de la reforma agraria.

Encontramos cierta regularidad en las elecciones hechas por las niñas y los niños: la sustancia de lo vivido en los juguetes y los alrededores, acumulada y movilizada por las experiencias en el asentamiento y en las relaciones con los demás niños y colegas. El cotidiano se encuentra presente en los balancines, los carruseles y los columpios que componían la mayoría de las imágenes captadas por las niñas y niños, sumándose a las imágenes de paisajes con carros, calles, flores y árboles, esos eran los protagonistas de la imagen fotográfica.

Los juguetes pueden implicar momentos de ruptura con lo cotidiano, toda vez que jugar sugiere la suspensión del tiempo, de la repetición del trabajo e involucra a todos y todas en prácticas lúdicas. Está presente una memoria viva del resultado de una lucha por la ocupación de ese espacio, ambientándolo con elementos que apuntan al reconocimiento de ciertos derechos infantiles, de modo que esas fotografías, aunque sin registro de personas, nos traen las marcas de una historia. La constatación de la presencia de las niñas y los niños, como ha sido afirmado por Barthes (1984), se encuentra en los juguetes fotografiados.

5 – Tú aprietas el botón y nosotros hacemos el resto.
Marcia Gobbi mgobbi@usp.br

Graduada y licenciada en Ciencias Sociales - Universidade de São Paulo (USP), Brasil. Maestría y Doctorado en educación, Sociedad y Cultura - Universidade de Campinas (UNICAMP), Brasil. Profesora Doctora de la Faculdade de Educação - USP

Maria Cristina Stello Leite mariastello@gmail.com

Graduada y licenciada en Ciencias Sociales - Universidade de São Paulo (USP), Brasil. Maestría en Educación - Faculdade de Educação - USP y doctorante en la misma institución.

Paula França pauladasilvafranca@gmail.com

Pedagoga – Universidade Federal de São Carlos (UFSCAR), Brasil, en el curso Pedagogía de la Tierra. Militante y coordinadora regional de Educación del Movimento dos/as Trabalhadores/as Rurais sem Terra (MST), Brasil.