Introducción
“No me importan las rimas. Raras veces
hay dos árboles iguales, uno al lado del otro”.
Fernando Pessoa – Alberto Caeiro (1996)
No darle importancia a las rimas, como escribe el poeta, sería, tal vez, afirmar o insistir sobre el carácter raro de lo igual o de lo semejante presente en cualquier forma de vida. Una insistencia que tomamos aquí prestada, como una especie de emblema de aquello que nos proponemos tratar en este artículo, a saber, ¿cómo fundar un trabajo de investigación con niños y jóvenes aprendices de música, asumiendo como uno de sus desafíos, irnos al campo, sin que lleguemos, necesariamente, con la rima preparada?
Pero, ¿cuál es el problema de rimar?, preguntarían los rimadores.
Según el diccionario Aurélio (Holanda, 2000), la rima es la uniformidad de sonidos repetidos al final de los versos, lo que torna imposible rimar sin crearle sentido al verso, a no ser de modo arbitrario. Como no tenemos la intención de investigar en psicología arbitrariamente, nos apropiamos de la rima en la imposibilidad de fijarnos a un proyecto de intervención previo y demandamos componer con el otro nuestras rimas. Aplicar conocimientos programados, o sea, llegar de antemano con la rima preparada, extinguiría la singularidad del encuentro con los jóvenes y descuidaría la dimensión colectiva que atraviesa nuestra investigación, una vez que somos también jóvenes. Rimar, por tanto, no es problema, siempre que podamos componer.
Incomodados, no obstante, con la uniformidad de la rima y apostando a cierto grado de pluralidad, buscamos nuevas definiciones. Fue en el dispositivo online ‘Wikipedia’ que encontramos abrigo a nuestra apuesta. ‘Wikipedia’ es una enciclopedia construida colectivamente por internautas que comparten saberes. En él la palabra rimar se refiere al acto de combinar, “estar de acuerdo con”, vinculada a la idea de homofonía, palabra de origen griego relativa a la música. En la musicalidad, rimar gana diferencias en sí mismo: las voces, según la enciclopedia, no precisan estar unísonas en la misma melodía, mientras conformen la misma duración y ritmo.
Seguidamente, nos apropiamos de la rima como aquella que conforma varias voces en sintonía. Creemos que es posible, en el acto de investigar, ir al campo sin la rima preparada, de manera que tal rima contemple al colectivo en su paradoja: la de la composición de voces en común, pero que coexisten en la diferencia que cada voz porta, desde el punto de vista de su singularidad. Apostamos por la invención de un común que implique, al mismo tiempo, en lo ‘com-un’: producciones de deseos, inversiones, lenguajes y cuerpos colectivos que entrelacen a diferentes personas a un proyecto.
Viviendo el desafío propio de esta lógica paradójica, iniciamos, en el 2010, un trabajo de investigación junto al Espacio Cultural de la Grota, una Organización No-Gubernamental situada en la comunidad de la Grota del Surucucu en la ciudad de Niterói-RJ. Su objetivo es movilizar talentos por medio de la formación musical – más específicamente la música clásica -, con vistas a desarrollar habilidades junto a niños y jóvenes a través de la identificación y potenciación de talentos y vocaciones, la profesionalización y la inserción en el mercado del trabajo.
Seleccionamos ese espacio por considerar que condensaba los criterios que orientaban nuestras elecciones de investigación, a saber: por el alcance social y político presente en su forma de actuación junto a niños y jóvenes; por el grado de inserción e integración a la educación, sea ella formal o informal; y, finalmente, por los modos de integración a la comunidad local. Además, sus coordinadores evaluaron que sería potenciadora la aproximación entre la Universidad/Comunidad en el sentido de juntos producir formas colectivas de conducir el proyecto y de acompañar sus actividades.
Desde el punto de vista metodológico, estamos implicados en una investigación-intervención (Rocha; Aguiar, 2003). La cuestión es compartir colectivamente un análisis sobre funcionamiento de los diferentes modos contemporáneos de subjetivar que moldean diversos tipos de cuerpos, acompañando específicamente los procesos de producción de subjetividades de niños y jóvenes aprendices de música en la periferia. Vale resaltar que la subjetividad es, aquí, concebida como producción, estando constituida por diversos elementos, sean de naturaleza interna y/o externa (afectivos, familiares, del cuerpo, de los medios, del lenguaje, del deseo, entre otros). Esa heterogeneidad de elementos, en constante procesualidad, hace de la subjetividad una instancia múltiple indisociable de prácticas sociales concretas (Caiafa, 2000).
Además de eso, el sentido de periférico con que trabajamos transita entre dos direcciones también coexistentes. Por un lado, una dirección que denominamos marginal y se refiere a personas que viven al margen de un sistema de producción dominante, en que pasan a ser cada vez más segregadas. Por otro lado, una dimensión minoritaria, ligada a un sentido de devenir. Devenir se remite a todo lo que es de orden procesual, de aquello que escapa a los sistemas de integración dominantes – un nuevo tipo de sensibilidad, de raciocinio, de ver y sentir el mundo – y, sobre ese aspecto, se conjetura que
Hay una experimentación subjetiva que acontece en los grupos marginados u oprimidos, los que, por mantener una distancia, al mismo tiempo deseada y forzada en relación a los focos de poder, se descolocan más fácilmente de la subjetividad normalizada (Caiafa, 2000, p.68).
En medio de esas dos direcciones, nos centramos en los sentidos y valores que los jóvenes crean a partir del modo en que se integran a los proyectos que los toman como objeto de sus intervenciones. Así, no nos proponemos apenas pensar sobre ellos, sino hablar con ellos, compartiendo experiencias que nos atraviesan, nos unen y nos diferencian, una vez que somos todos jóvenes aprendices.
DESENCONTRARIOS
“Mandé la palabra a rimar,
ella no me obedeció.
Habló en mar, en cielo, en rosa,
en griego, en silencio, en prosa.
Parecía fuera de sí,
la sílaba silenciosa.
Mandé la frase a soñar,
y ella se fue en un laberinto.
Hacer poesía, yo siento, apenas eso.
Dar órdenes a un ejército, para conquistar un imperio extinguido”.
Paulo Leminski (1987)
Entre rimar y soñar, nos deparamos, como apunta la poesía de Leminski, con muchos laberintos. Nos interesa, desde el punto de vista de una investigación que es, igualmente, intervención, comprender y dar visibilidad al modo en que los jóvenes aprendices producen sentidos y afirman valores relacionados, por ejemplo, con ser joven en la periferia, participar de proyectos sociales, aprender música clásica y sobrevivir como artista.
A lo largo del tiempo de convivencia con los diferentes proyectos, la ONG de la Grota – así pasamos a llamarla – comenzó a mostrarnos toda la arquitectura de su funcionamiento. Un local que desentona completamente con la región donde se inserta, puesto que se sitúa en un barrio noble de la ciudad, y que, sobre todo, se orienta a la enseñanza de la música clásica. Los instrumentos que dominan los ensayos y pueblan la imaginación de los frecuentadores son, principalmente, en esta orden, la flauta dulce, el violín, la viola y el violoncelo.
Los aprendices experimentadores de estos instrumentos se tornan, paulatinamente, en alguna medida, conocidos por nosotros y viceversa. En pequeños y grandes grupos, compartimos nuestras experiencias y nos integramos. En Ruedas de Conversaciones o Juegos, hablamos sobre vivir en comunidad y vivir en el asfalto; estudiar música y estudiar en la Universidad; sobre la necesidad de trabajar o no; sobre voluntades, expectativas, dificultades y gustos. Lo más interesante es que, en innumerables momentos, inventamos un modo propio de mezclarnos y, en esa mezcla, no fuimos de un lado, jóvenes universitarios y, del otro, jóvenes de la periferia – hasta porque muchos allí también son universitarios. En muchos de nuestros encuentros, fuimos jóvenes investigando a jóvenes, jóvenes hablando con jóvenes sin que eso significase descuidar las diferencias y disparidades de orden social y económica presentes entre nosotros.
En la sintonía que fuimos creando, llegamos a considerar importante evaluar, colectivamente con la ONG, la naturaleza de sus proyectos, bien como la naturaleza de nuestras intervenciones junto a los aprendices y coordinadores. En ese recorrido de análisis todos nos convertimos en aprendices. Aquí tomamos prestada la acepción griega de aprendiz experimentador de sí (Lima; Minayo-Gomez, 2003). Tal comprensión lanza al aprendiz más allá de las significaciones dominantes, constituyendo el aprendizaje un abanico de posibilidades a ser continuamente inventado. Invención que tuvo como desafío apostar al encuentro con el otro, en medio de los laberintos y embates que ellos nos ofrecen.