En este artículo presentaremos un estudio sobre los circuitos de consumo y de producción cultural juvenil que se realizan en Feira de Santana-BA, con base en la metodología cartográfica, buscando analizar sus dispositivos de investigación.
Partimos de la idea de que las culturas juveniles son la mejor forma de acceder a los sentidos que los jóvenes construyen y utilizan para replantear un mundo cada vez más complejo. Específicamente en la ciudad de Feira de Santana, hemos observado la falta de estudios e investigaciones que comprueben y discutan las representaciones político-culturales juveniles y su papel transformador.
Lo que nos motivó a seguir en esta dirección fue la posibilidad de producir conocimiento que contribuya a una mayor visibilidad de las culturas juveniles y sus formas de socialización, en los circuitos no hegemónicos, casi siempre asociados a una producción que proviene de las márgenes o de las clases menos visibles de la ciudad.
El área de investigación incluyó los circuitos de producción y de consumo cultural, compuestos por grupos de hip hop, grafiti, poesía y eventos artísticos, cuyas dimensiones formativas, estéticas, éticas y políticas son poco conocidas y son generadas al margen de la cultura hegemónica.
La metodología de inspiración cartográfica se apoyó en las fuerzas generadas en equipo con los participantes, favoreciendo el surgimiento de sus visibilidades. Podemos pensar en los limites y en el potencial que investigaciones de esta naturaleza pueden producir en la construcción de redes de colaboración.
Reflexiones sobre las culturas juveniles y sus sociabilidades en la contemporaneidad
Según Clarke et al. (2006), la cultura es una práctica que realiza y objetiva los estilos y conceptos producidos colectivamente, ofreciendo un mapa de gran importancia para el intercambio, comprensión e interpretación de experiencias únicas, que pueden ser replanteadas en un campo simbólico. El desplazamiento de las formas tradicionales de identificación social, de las relaciones laborales para el consumo cultural, ofrece nuevas bases para la configuración de identidades, tales como construcciones discursivas y reflexivas.
La heterogeneidad y las diferentes combinaciones en la apropiación cultural, deshace la idea de identidades fijas y delimitadas en contextos sociales específicos – ya sea por estratos sociales o diferencias geográficas – y reconfigura la relación entre local y global, periférico y hegemónico, consumo y producción. Es necesario que se considere que las prácticas culturales, incluyendo las de consumo, ofrecen sentidos de pertenencia, por medio de los cuales los jóvenes establecen repertorios híbridos, forjando sus identidades (Canclini, 2009).
Según Canclini (2003)[1], las grandes transformaciones que han ocurrido en las últimas décadas, trajeron consigo repercusiones en la socialización juvenil. El autor presenta dos cambios y desafíos importantes. El primero, relacionado con las identidades, con la industria cultural, con la creación de empleos etc. El segundo, relacionado con la construcción de espacios de cooperación cultural en el contexto de las nuevas tecnologías y de organismos orientados a estimular la circulación de libros, discos, películas, música etc. La economía mundial en recesión y el desempleo son retos para los individuos y las instituciones. En ese escenario, desde su punto de vista, están presentes las siguientes paradojas: 1) Economía creativa en expansión, representada por la producción y consumo en el campo artístico-cultural y tecnológico; 2) Precariedad social/laboral por la intermitencia y discontinuidad en la inclusión profesional.
Los jóvenes al contrario de dejarse subyugar por un determinado orden, pueden ser agentes de sus necesidades y circunstancias (Cruces, 2012). Es así que interpretamos la actuación de algunos jóvenes en sus respectivos colectivos culturales en la ciudad de Feira de Santana, Bahia. La cultura que se produce al margen de los cánones instituidos viene creciendo en los centros y periferias de las ciudades y municipios circunvecinos, demarcando el sentido de inclusión y de búsqueda de reconocimiento. En ese caso, la pertenencia étnica puede ser “instrumentalizada como fuente de referencia simbólica, al asegurar un sentimiento de reconocimiento e identidad” (Horowitz, apud Pais, 2010, p. 166).
Canclini (1997) llama la atención para las nuevas cartografías sociales que reorganizan las fuerzas que están en constante tensión y contradicción en la dinámica social. Aunque, sin negar las diferentes formas de apropiación y producción de bienes materiales y simbólicos en sociedades desiguales, el autor observa que las culturas de frontera dan base a las formas de intercambio. Tanto en la fusión de géneros (música, poesía y grafiti, por ejemplo), rompiendo las fronteras geográficas anteriormente rígidas (centro-periferia), como en la apropiación sincrética que cada espectador/consumidor realiza a partir de sus gustos. La oblicuidad o transversalidad con la que los circuitos culturales recortan el espacio urbano, según el autor, nos permite repensar las relaciones entre cultura y poder, sobre todo cuando las fronteras entre lo hegemónico y lo contrahegemonico, lo popular y lo erudito, se disuelven hoy en día.
Podemos pensar, además, que los circuitos culturales juveniles, en sus procesos interactivos, establecen “formas de relacionarse con el otro y de ser para el otro” (Simmel, 2006, p. 60), a través de los cuales se busca comprender la apropiación cultural como resistencia y existencia creativa de individuos y grupos, en espacios muchas veces marginales en relación con los centros de poder económico.
Desde esa perspectiva, cuestionaremos el sentido de colaboración que posee la investigación cartográfica que se produce por la tensión entre el universo académico y los movimientos sociales que lo superan, buscando instituir espacios de escucha y significación.