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Jóvenes indígenas y educación superior en Argentina. Experiencias y desafíos del ingreso, la permanencia y la graduación universitaria

Ingreso, permanencia y graduación universitaria

El ingreso a la universidad2 guarda múltiples sentidos para las y los jóvenes indígenas. Lo primero que hay que destacar es que existe para estos pueblos diferentes modos de llegar a la universidad. Para algunos, se trata de un proyecto por el que han tenido que esforzarse durante muchos años; otros llegan por situaciones más o menos fortuitas; y, en muy pocas circunstancias, se trata de una etapa de formación ya conocida (a través de algunas experiencias familiares previas). En todos los casos, el ingreso a la universidad implica la apertura de una serie de negociaciones entre las y los jóvenes indígenas, sus familias y sus comunidades. En el caso de las mujeres, generalmente se presentan mayores obstáculos, pues la realización de trayectorias escolares prolongadas puede entrar en conflicto con los roles tradicionales ligados al cuidado de la familia y la maternidad (Martínez Contreras, 2012).

Como señalé más arriba, el acceso a los estudios superiores es percibido como un hito significativo en la trayectoria vital de los JIU, sobre todo para quienes conforman la primera generación en acceder a estudios universitarios. Entre ellos se encuentran los que provienen de comunidades rurales alejadas de las ciudades, en donde aún se emplea cotidianamente la lengua indígena y para quienes la universidad representa un espacio alejado y ajeno – como en el caso de los jóvenes wichí que se señala más adelante –. Asimismo, se ha documentado que el acceso a la ciudad y a la universidad habilita cuestionamientos personales sobre el lugar de pertenencia, la identidad y la trayectoria escolar previa. Esto sucede al contrastar el ámbito de pertenencia familiar-comunitario con el espacio universitario y los saberes y lenguajes específicos que allí se utilizan.

Si el ingreso constituye un hito, la permanencia está marcada por privaciones, sentimientos de extrañamiento, situaciones de discriminación y cambios en la autopercepción. Permanecer en la universidad y avanzar en los estudios implica un enorme esfuerzo económico, como así también el despliegue de diferentes estrategias, tanto para afrontar la vida en la ciudad como para apropiarse de los conocimientos académicos – aún anclados en la tradición occidental, racional y erudita, y alejados de las prácticas vivenciales que vertebran el aprendizaje entre los pueblos indígenas –. Otra gran dificultad para la permanencia en la universidad entre los JIU la constituyen los frecuentes problemas de salud y las dificultades para acceder a los tratamientos específicos. Esto incluye tratamientos de enfermedades leves y otras severas. Algunas de ellas son recurrentes, como es el caso de la tuberculosis entre los wichí (Mancinelli, 2019) y los mbyà guaraní (Núñez, 2019).

Pero la universidad también es un ámbito privilegiado para la extensión de vínculos y la creación de nuevas redes de sociabilidad y pertenencia. Diferentes estudios han desatacado la importancia que revisten para las y los jóvenes indígenas la creación y consolidación de lazos con estudiantes no indígenas – quienes colaboran en la medida de sus posibilidades con el sostenimiento económico, y los ayudan también en aspectos académicos –. Asimismo, son importantes los vínculos que los JIU generan con pares procedentes de otros pueblos indígenas (e incluso del mismo pueblo, pero de otras comunidades). En estos casos la diversidad cultural y lingüística constituye un medio para generar relaciones de proximidad y construir nuevos grupos de apoyo y afinidad. En algunas oportunidades, estas vinculaciones conducen a significativas reflexiones sobre los roles de las lenguas y las culturas en las universidades, y constituyen el puntapié inicial para la organización estudiantil indígena a través de la creación de comunidades de estudiantes universitarios indígenas (es el caso, por ejemplo, de la Comunidad de Estudiantes Universitarios de Pueblos Originarios en la Universidad Nacional de Salta) y la realización de encuentros estudiantiles, como el Primer Encuentro de Estudiantes de Pueblos Originarios, realizado durante 2013 en la Universidad Nacional del Chaco Austral, en la provincia de Chaco.

Las universidades no han quedado al margen de estos procesos, y han implementado diferentes mecanismos para la retención de los estudiantes indígenas, como así también para la promoción de las relaciones interculturales. En Argentina, donde las relaciones étnico-raciales no constituyen el eje de las políticas públicas, lo anterior se ejecuta principalmente a través de programas de tutorías universitarias, que tienen el objetivo de brindar apoyo académico específico a los estudiantes indígenas a través de la figura de los tutores (estudiantes avanzados), quienes despliegan diversas estrategias de contención y soporte académico (Rodríguez; Ossola, 2019).. En el marco de las tutorías también se proponen talleres sobre diferentes temáticas, algunas vinculadas a los contenidos de las carreras que cursan los estudiantes y otras ligadas a intereses específicos, como ser las problemáticas territoriales, las relaciones de género, la salud intercultural, etc. En ciertos casos, las universidades implementan, además de las tutorías, ayudas económicas para los estudiantes indígenas. Algunas, incluso, establecen programas institucionales de colaboración con las comunidades originarias, en los cuales se involucra no sólo a los docentes universitarios y los estudiantes indígenas, sino también a los sabios y representantes de las organizaciones indígenas. Este es el caso, por ejemplo, del Programa de Pueblos Indígenas de la Universidad Nacional del Nordeste (Luján; Soto; Rosso, 2018).Este programa cuenta actualmente con diez años de funcionamiento ininterrumpido – está en vigencia desde 2011 – y ha generado un impacto relevante, tanto en lo que refiere al sostenimiento temporal de una acción de inclusión para estudiantes indígenas, como así también en el énfasis puesto en garantizar la participación de los indígenas en las tomas de decisiones institucionales (Rosso, 2019).

También ha sido identificada la importancia que tienen los proyectos de extensión y transferencia universitaria para lograr la permanencia de los estudiantes indígenas (Ossola, 2018; Mancinelli, 2019). Es importante señalar que los equipos que realizan tareas de extensión intervienen directamente en la vida cotidiana de las comunidades, tomando dimensión de las necesidades reales de las personas, y trabajando en la adecuación de los conocimientos académicos a los fines de adaptarlos a las demandas de la sociedad. Asimismo, se trata de espacios formativos en los cuales las relaciones son cercanas, y se generan vínculos más horizontales entre los diferentes miembros de la universidad (profesores, graduados, estudiantes), los cuales permiten el intercambio y la colaboración con mayores niveles de paridad. Específicamente, los jóvenes indígenas señalan que se sienten cómodos en los ámbitos de extensión, donde pueden simultáneamente enseñar y aprender. De esta manera se ponen en valor los saberes que poseen en tanto miembros de dos comunidades (la indígena y la académica), afianzan su permanencia en la universidad y construyen conocimientos interculturales (Ossola, 2018).  

La graduación, por su parte, es el objetivo principal de los JIU. En Argentina no hay registros formales que permitan cuantificar la cantidad de egresados indígenas, pero se conoce que muy pocos logran finalizar los estudios superiores. Es importante señalar que existen amplios debates acerca de la profesionalización entre los pueblos indígenas. Entre ellos se encuentra la pregunta por la participación efectiva que tendrán las y los egresados en la lucha mantenida por los movimientos indígenas: ¿deberían retornar a las comunidades?, ¿resulta más apropiado apoyar las reivindicaciones desde las ciudades, donde se accede al poder político y mediático? Las posturas son variadas, pero los estudios en curso indican que no existen maneras predefinidas de colaborar, más bien son múltiples las formas de participar y contribuir con los movimientos indígenas (Czarny; Ossola; Paladino, 2018).

Aparece en esta instancia el rol del “intelectual indígena” como una figura que refleja las tensiones y negociaciones entre las tradiciones culturales indígenas y los perfiles profesionales universitarios. En diferentes países (entre ellos Argentina, Brasil, México y Guatemala), las y los intelectuales indígenas egresados de las universidades deben disputar su (re)inserción en los ámbitos comunitarios (donde negocian con los intelectuales “tradicionales”: caciques, chamanes, etc.), como así también sus roles en los espacios laborales donde desarrollan sus actividades profesionales junto a los no indígena (administrativos públicos, miembros de organizaciones no gubernamentales, etc.). Todo ello vincula su figura a complejas reconfiguraciones profesionales y étnico-políticas en el contexto actual latinoamericano (Paladino; Zapata, 2018).

Pero los jóvenes indígenas egresados de las universidades no sólo son cuestionados en base a las tensiones políticas y su inserción profesional. En muchas ocasiones sus identidades y lealtades son puestas en duda debido al tiempo transcurrido en las ciudades –en detrimento del tiempo en las comunidades – y al poco uso de la lengua indígena durante la realización de sus estudios superiores. También sus nuevas formas de vestir y de expresarse corporalmente son controversiales en los contextos comunitarios. Esto se debe a que durante los años de formación universitaria los jóvenes tienen la posibilidad de acceder a nuevas experiencias de socialización, ligadas al deporte, la danza, la música, el arte, y un sinfín de prácticas y consumos culturales que no están presentes en las comunidades. Estas nuevas modalidades de socialización reconfiguran sus adscripciones identitarias y contribuyen a la aparición de novedosas identificaciones (como, por ejemplo: indígena-punk; indígena-drag queen;. entre otras). No obstante lo anterior, es importante indicar que no se pueden realizar generalizaciones totalizantes, pues cada pueblo indígena tiene una historia particular de vinculación con las instituciones estatales. A su vez, los registros etnográficos obtenidos por diferentes investigaciones dan cuenta de la enorme diversidad que existe al interior de cada pueblo indígena.

2 – A diferencia de otros países de la región, en Argentina el ingreso a las universidades es –mayoritariamente – libre e irrestricto. La ley Nº 24.521 establece la responsabilidad indelegable y principal del Estado respecto de la educación superior, considerándola un bien público y un derecho humano. La ley también establece la gratuidad de las carreras de grado que se dictan en las universidades públicas. Esto quiere decir que para acceder a la oferta académica de las universidades públicas sólo se requiere poseer el nivel medio (secundaria) concluido. No obstante, los mecanismos selectivos universitarios operan durante el desarrollo de las carreras, periodo en el que se evidencia un elevado porcentaje de abandono y deserción.
María Macarena Ossola macossola@gmail.com

Licenciada en Antropología (UNSa) y Doctora en Antropología Sociocultural , Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina. Investigadora Adjunta del CONICET en el ICSOH (Universidad Nacional de Salta), Argentina.