Conversación de Claudia Mayorga con Rogelio Marcial y Oscar Aguilera
En la última década hemos asistido, a menudo, la ocupación de las calles y espacios públicos por parte de los jóvenes estudiantes de Chile, México y Brasil. Son muchas y variadas las cuestiones, como la estatización de la educación superior, privatización de la educación pública (enseñanza primaria y secundaria) en Chile; sea por la bandera planteada por instituciones democráticas, mejores condiciones para educación en México y una variedad de pautas sobre derechos – transportes, libertad de expresión, vivienda popular – hemos asistido a miles de jóvenes y estudiantes que salen a las calles, ocupan edificios públicos y universidades.
En Brasil, hemos visto,en manifestaciones recientes, la reacción populista durante la Copa FIFA Confederaciones, en junio pasado. Multitudinarias manifestaciones populares toman lascalles, con una participación mayoritaria y activa de los jóvenes.Las protestas se iniciaron con el “Movimiento do passe libre”, sin embargo se extendieron durante los días siguientes y ganaron otras reivindicaciones. Salieron a las calles miles de jóvenes brasileños con pancartas “¡Queremos salud y educación padrón FIFA!” o “¡Un profesor vale más que Neymar!”,a lo que después se agregaron otras demandas sociales por el fin de la corrupción, por los derechos humanos y reforma política,tratando de interpelar y buscando interdecir lo que fue manipulado como el gran evento de identidad nacional brasileña, el Mundial de 2014.
Aunque gran parte de los medios han tratado de diferenciar los manifestantes de los vándalos, los hechos, una vez más, han puesto en agenda las cuestiones importantes: la relación de la juventud con la política, sus acciones practicadas de forma empírica,su relación con posibles proyectos de la sociedad que estarían siendo formulados y en disputa, la capacidad y legitimidad de la juventud al participar en la construcción de estos proyectos. Se han cuestionado acerca de la relación de los jóvenes con la educación, la familia, con las instituciones centrales de la sociedad.
A la vez, hemos seguido, en otras partes del mundo, la ocupación intensa de las calles conbanderas y protestas, algunas veces, muy semejantes a las que vemos en Brasil. Movimientos como Occupy Wall Street, 15 M, Primavera Árabe son algunos ejemplos. En los países de América Latina, la efervescencia de las manifestaciones de jóvenes en las calles, las ocupaciones de edificios públicos también han tenido una fuerte represión policial y repercusión en los medios.
Para platicar sobre las experiencias contemporáneas de activismo juvenil en México, Chile y Brasil invitamos a dos investigadores que vienen dedicándose a los estudios de la juventud.
De Chile, invitamos al investigador Oscar Aguilera Ruiz, académico en la Universidad Católica del Maule. Doctor en Antropología por la Universidad Autónoma de Barcelona, Oscar Aguilera se ha dedicado de manera sistemática a la investigación sobre movimientos juveniles en Chile desde hace seis años aproximadamente y está vinculado al grupo de trabajo de Clacso “Juventud y Tácticas Políticas en América Latina”. Actualmente, a través de una beca de consolidación académica de Clacso (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales), viene trabajando para cerrar una investigación sobre el movimiento estudiantil en Chile entre el año 2006 y 2011. Desarrolla también una investigación apoyada por el organismo de Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología de Chile acerca del modo en que se construye la idea de juventud durante el Siglo XX.
De México, nuestro invitado es Rogelio Marcial, Profesor Investigador del Departamento de Estudios de la Comunicación Social, Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara; en comisión en El Colegio de Jalisco. Doctor en Ciencias Sociales, lleva 20 años trabajando temas relacionados con las expresiones de la juventud y 4 años con temas sobre las expresiones culturales de la diversidad sexual. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores, Coordinador del Consejo Asesor del Sistema Estatal de Juventud de Jalisco y Consejero en el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Jalisco. Pertenece al Consejo Iberoamericano de Investigadores en Juventud como Representante para México. Aprovecho también para presentarme como entrevistadora. Doctora en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid, soy profesora e investigadora del Departamento de Psicología de la Facultad de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidade Federal de Minas Gerais, Brasil. Coordino el Centro de Investigación Conexões de Saberes y en los últimos años he dedicado parte de mis trabajos al estudio de la participación política juvenil, con especial atención a la juventud negra y de la periferia. Recientemente, he participado de una investigación nacional que ha desarrollado con la participación de investigadores de cinco estados en Brasil y que ha culminado con la publicación del libro Juventude e a experiência da política no contemporâneo (2012). Entre sus publicaciones destacan Desde la esquina se domina, Jóvenes y presencia colectiva, La banda rifa y Andamos como andamos porque somos como somos: culturas juveniles en Guadalajara.
Para la conversación hemos elegido el tema de las manifestaciones juveniles con reflexiones sobre quiénes son estos jóvenes, cuáles son sus banderas, de qué manera se articulan y cual su relación con las instituciones políticas; sobre el concepto de juventud y política que puedan surgir en ese contexto efervescente y sobre cuál ha sido el papel del Estado, de los medios y de los propios jóvenes en esa redefinición. Platicamos también sobre el papel y la importancia de las ciencias humanas y sociales en ese contexto.
Oscar Aguilera: Lo primero que yo podría señalar es que desde el mundo de las ciencias humanas y sociales y humanas, la pregunta por el vínculo entre juventud y política había prácticamente desaparecido de la agenda investigativa y reflexiva. Uno podría sostener en una tesis muy rápida que desde 1995 al 2005, en América Latina se produce una suerte de invisibilización de las prácticas políticas juveniles. Esta invisibilización, obviamente ocurre en un contexto de auge del neoliberalismo en América Latina y, de modo paralelo, se acompaña con un relato sobre la sociedad, que la va despolitizando progresivamente y eso toca básicamente a los jóvenes y al mundo juvenil. Pareciera que los jóvenes entre 1995 y 2005 no estaban preocupados de la sociedad y eso impactó en la propia forma de comprender a la juventud de quienes estaban realizando estudios sobre ella. De hecho se llegó a sostener que este período era como el ’68, pero al revés; mientras 1968 marca el peak de compromiso político, de transformación social por parte de la juventud, el periodo entre mediados del ’90 y mediados del 2000 constituiría su anverso: el mínimo compromiso político con la sociedad y con la transformación de las estructuras políticas y económicas. Eso me parece muy interesante porque en Chile se traduce, al igual que en otros países de América Latina, en una comprensión del mundo juvenil como distanciado, apático con la política. Ese es el contexto con el que yo, desde mi trabajo más bien profesional, intento comenzar a contestar. Lo que yo observaba en mi trabajo cotidiano, era que los jóvenes, hombres y mujeres, estaban, de alguna manera constituyendo, reconstituyendo, un tejido asociativo fuertemente territorializado, ensayando formas de gestión y organización que no reprodujera modelos verticales o adulto-céntricos en un proceso que es muy lento y que va desarrollando en distintos ámbitos. Un primer ámbito es el de los propios movimientos estudiantiles. En Chile comienza a desarrollarse una suerte de ciclo de protesta social como yo lo denomino, de movilización callejera, a partir del año 2000 que lo que muestra es, básicamente, niveles de masividad ampliado, o sea, muchos jóvenes protestando en las calles. Es más bien episódico, muy acotado temporalmente, inicios del año escolar, básicamente marzo-abril y muy instrumentales, es decir con reivindicaciones y petitorios muy concretos; nada estructural. Ese proceso que se inicia al 2000 va impactando como un repertorio específico de protestas, va impactando en otros movimientos en donde los jóvenes también empiezan a participar. El movimiento de pobladores por ejemplo, que también desarrolla formas novedosas de movilización, y, particularmente, en todo un sindicalismo joven nucleado alrededor de los sub-contratados de las empresas mineras del cobre. Entonces, este actor juvenil que venía ensayando formas organizativas, formas de movilización, etc., se empieza a expresar de manera simultánea entre actores sociales distintos: el mundo del trabajo, el mundo sindical, el mundo estudiantil y el mundo de los pobladores. El que termina teniendo mayor visibilidad y que captura el sentido global de esto, fue el movimiento estudiantil, que es donde mayoritariamente se expresan como jóvenes estos sujetos.
Rogelio Marcial: Acá en México existen diversas manifestaciones juveniles centradas mayoritariamente en los temas de la democracia y la inclusividad. Pero también hay otros temas en los que los jóvenes mexicanos están muy activos, como la falta de lugares en el sistema público de educación media y superior, los intentos por privatizar este sistema, la corrupción asociada a la presencia de empresas multinacionales que no cuidan el ambiente y no otorgan derechos laborales a sus trabajadores (a través del outsourcing), la movilidad urbana, la falta de espacios para las manifestaciones juveniles, entre otros. Son movilizaciones fuertemente espontáneas y muy críticas al sistema, que suelen ser reprimidas por el Estado mexicano.
Rogelio Marcial: Me parece que la conexión con estos fenómenos está relacionada con la imposición autoritaria de modelos neoliberales de desarrollo económico que necesitan, para funcionar, de medidas sociales y políticas impopulares por parte de los gobiernos locales. Aunque tales medidas impopulares pueden referirse a temas muy diversos según los contextos históricos, sociales y culturales de cada nación, la indignación de la población civil se manifiesta en las plazas y las calles ante la cerrazón de sistemas políticos anquilosados y antidemocráticos en los que los partidos políticos, los sindicatos oficiales, la Iglesia católica como institución (en México) y otras instituciones no dan cabida a nuevas propuestas, a canales reales de debate, a la toma de decisiones que nos afectan a todos y a todas, y a la imputabilidad y castigo de quienes, desde estas instituciones, actúan afectando el bienestar social. Veo que las decisiones centrales se toman en los “lobbies” de la política formal de acuerdo a los lineamientos exigidos por los organismos mundiales (OCDE, FMI, BID, etc.) para permitir a las naciones ser evaluadas positivamente y mantener una relación perversa de financiamiento/endeudamiento que, finalmente, le cobrará las facturas a la población civil mediante la privatización de servicios, la falta de representatividad de todas las fuerzas sociales dentro de la política formal, la enajenación de bienes públicos, el alejamiento del Estado de sus compromisos inherentes a favor del bienestar social, el desarrollo integral de la población y la seguridad frente al crimen organizado, la inversión en salud pública, educación, arte y cultura, la generación de empleos dignos y con las prestaciones de seguridad social e, inclusive, la delegación de decisiones que afectan directamente a la soberanía de cada nación. Cada vez es más evidente que los espacios formales del gobierno para la toma de decisiones políticas (Congresos, Cámaras, Comisiones) son meros “teatros” en los que se “escenifican” procesos democráticos y representativos de todas las fuerzas sociales para legitimar decisiones tomadas de antemano por un número reducido de personajes políticos con intereses particulares, ligados muchas veces a los intereses provenientes de más allá de las fronteras nacionales, que se imponen como si fueran los intereses de la población en su conjunto. Dentro de todo este contexto, los jóvenes latinoamericanos actúan dentro de los márgenes en los que se les permite mover so pena de ser violetamente reprimidos si los transgreden; lo que sucede cada vez con mayor frecuencia. La historia de los movimientos juveniles en nuestro subcontinente, al menos de aquellos en los que la presencia de jóvenes es significativa (obreros, estudiantes, guerrillas, indígenas, grupos culturales alternativos, disidencias sexuales, etc.) contienen una herencia política radical que en ocasiones es retomada, reelaborada y puesta en práctica por parte de algunos colectivos y movimientos sociales.