Oscar Aguilera: Hay una idea que yo sostengo de que la preocupación por la juventud ha pasado por distintos lugares institucionales de producción y que esos lugares están determinados fuertemente por el contexto socio-político que los habilita como lugares para producir conocimiento sobre juventud. En la década de los ’80, el contexto de dictadura, donde no hay ciencias sociales desarrollándose de manera sistemática en las universidades, producto de la represión y de la censura, quienes ocuparon el lugar de productores del conocimiento sobre la juventud fueron precisamente organizaciones no gubernamentales donde el tipo de conocimiento que se produjo fue eminentemente cualitativo y orientado a, precisamente, pesquisar la rebeldía o la protesta juvenil en un contexto de dictadura. Con el fin de la dictadura y el vicio de la transición a la democracia, quien ocupó el lugar de productor de conocimiento sobre la juventud fue el Estado y específicamente fueron las políticas sociales del Estado y eso permite comprender también la particularidad de los discursos hegemónicos sobre juventud, porque cuando asume el primer gobierno de la transición democrática se hace un reconocimiento explicito a que existe una deuda social por pagar con los jóvenes. Jóvenes que se comprometieron en la lucha contra la dictadura, que no pudieron continuar con sus proyectos vitales producto de el contexto de represión, de expulsión de las universidades, de no tener trabajo etc., y el Estado a través de sus políticas sociales, lo que hace es decidir si estos son jóvenes dañados psicosocialmente. Es como se les caracterizó: jóvenes con un daño psicosocial a los cuales nuestras políticas deben apuntar a reparar esos daños en la juventud, entonces, quien empieza a producir conocimiento sobre juventud va a ser básicamente el Estado a través de las políticas sociales y las políticas públicas. Allí se produce un desplazamiento metodológico también y es que el, al Estado, en términos generales para su diseño de política, no le sirve la información cualitativa de caso, sino que requiere información que tenga posibilidades de ser generalizable al conjunto de la población juvenil y allí es donde por ejemplo, nacen las encuestas nacionales de juventud. Chile es el único país de América Latina en el que de manera sistemática y durante aproximadamente 20 años o más, se han estado haciendo encuestas nacionales de juventud, entonces, esa particularidad es muy interesante. En paralelo se va produciendo un momento en que las ciencias sociales quedan atrapadas en un discurso que es más bien mediático en el sentido común respecto a las manifestaciones culturales de los jóvenes. Entonces, en un periodo muy corto, pero de manera muy intensa, se puso mucho énfasis en todas estas dimensiones espectaculares o culturas espectaculares que caracterizan a la juventud. Estamos hablando de estas culturas, de esta idea de tribu urbana que se instala mediáticamente muy fuertemente y en el cual la ciencias sociales también entraron a reproducir esa idea de juventud, y, con el añadido de que todo este período de joven dañado psicosocialmente, de joven tribu urbana, lo que contenía en el fondo era una suerte de semantización de lo juvenil como imposibilidad política. Lo que definía estas dos modalidades era precisamente que no podían o no querían vincularse, activarse, políticamente. Esto se empieza a romper recién a mediados del año 2000/2006, específicamente con la revuelta de los estudiantes secundarios, la “Rebelión de los Pingüinos” como le llame en algún momento, porque allí lo que ingresa en escena es básicamente una comunidad de investigadores en ciencias sociales y humanas que, en primer lugar, empiezan a preguntarse por el proprio discurso que habían construido y ayudado a construir en la década pasada.
Rogelio Marcial: Completamente de acuerdo. Los marcos interpretativos sobre las juventudes contemporáneas deben repensarse y rediseñarse. Muchas de las prácticas y discursos juveniles obligan a pensarlas y analizarlas de acuerdo a miradas más amplias que estén abiertas a muchas cosas que no “esperamos” encontrar en campo. Yo lo he tratado de resolver a través de un esquema que considera de entrada que en la arena social se encuentran y enfrentan diversas identidades, y muchas veces estos encuentros no son armónicos. El tema del poder debe tener un papel central en el análisis porque la relación institucional a la que se ve sometida la juventud es una relación jerárquica e impositiva. De allí, trato siempre de identificar los discursos públicos de estas identidades juveniles que suelen entablar un diálogo lo mínimo coherente con el discurso público de los agentes del gobierno y sus instituciones. Pero es necesario indagar sobre los discursos ocultos tanto de jóvenes como de representantes del gobierno para encontrar los puntos de choque entre ambos. Es allí donde están moviéndose las disidencias juveniles y es allí donde se trata de imponer una visión de control por parte del gobierno y los medios masivos de comunicación. Los sustentos teóricos que guían mi esquema provienen de autores como Norman Long, Olivier de Sardan, Michel Foucault, Anthony Giddens, James C. Scott, Jacques Rancière, Robert Lechner, entre otros más.
Oscar Aguilera: Sin duda que tiene implicancia metateórica, porque hemos trabajado con teoría. Lo que pasa es que el modo en que hemos usado o utilizado esas teorías no ha sido el más pertinente, y creo que el ejemplo mismo de definir que es una práctica política y que no lo es expresa precisamente esa vuelta, esa reflexión a las categorías y a las teorías con las cuales trabajamos y al modo en que las utilizamos. Sin lugar a dudas, lo que ha venido ocurriendo desde el 2006 en adelante, ha sido una revisión del propio arsenal de categorías teóricas con las cuales veníamos trabajando, volver a preguntarse por su uso y tratar de volver a utilizarla sin la reducción con que la utilizamos en algún momento. Es una primera consideración que tiene un impacto directo y es que, sin duda, y este es un plano ya más bien epistemológico, se recuperan y se les dota de capacidad reflexiva a los propios sujetos. Durante mucho tiempo lo que hicimos fue concebir al sujeto juvenil como una fuente de información y lo que ha venido ocurriendo durante el último tiempo con distintas experiencias en Chile y en América Latina es considerarlo un co-constructor del proceso, del conocimiento producido, en un sujeto político a fin de cuentas. Para conocerlo como un sujeto político que tiene capacidad de reflexionar sobre su entorno, las propias metodologías con las que venimos trabajando se van orientando hacia esos modelos más bien de investigación/acción participativa, incluso, que habían desaparecido de nuestros modos de hacer ciencia social o humanas entonces hay un componente metateórico que tiene una especificidad epistemológica y metodológica innegable, en todo este proceso. Ahora bien, esto no se produce de modo homogéneo, sin duda, uno tiene que reconocer no solo énfasis disciplinares en el que si bien se van produciendo síntesis y articulaciones tan interdisciplinarias que, hace diez años hubieran sido impensables. Hace diez años todavía existían sólidas murallas que separaban lo que es sociología, antropología y psicología por nombrar tres campos disciplinarios. Hoy en día esas murallas, en buena parte de quienes se dedican a estudiar juventud al menos y movimientos sociales, están muy debilitadas. Esos muros están muy debilitados, incluso a punto de caer en algunas situaciones, pero también lo que aparece es sin duda una nueva sensibilidad investigativa que asume precisamente que el producir conocimiento sobre juventud supone nuevamente un compromiso con la transformación de las condiciones mismas que viven los jóvenes no solo en términos de denuncia sino que en términos de acciones cotidianas de transformación. Y en ese contexto hay mucha experiencia de comunidades investigativas que desde el compromiso militante, incluso con movimientos juveniles, están produciendo conocimiento. En Chile tenemos experiencia, por ejemplo de participación en liceos y en escuelas autogestionadas, es decir que se empiezan a desarrollar a partir del movimiento estudiantil del 2006. La universidad se empieza a abrir a la sociedad y empieza a salir de la universidad y a instalarse en la sociedad realizando actividades de extensión o de formación específica. Los propios movimientos sociales empiezan a desarrollar procesos específicos de formación en la cual espacios en los cuales algunos investigadores y académicos participamos también. Eso no se da de manera global en la comunidad investigativa. Hay una especificidad generacional, también en los propios investigadores más jóvenes.
Rogelio Marcial: También acá he encontrado que, ante demandas o banderas muy delimitadas a problemas concretos, muchas veces se anteponen las visiones de unos y otros jóvenes. Existen en México jóvenes con visiones muy conservadoras aún, y me temo que estos son la mayoría. Algunas de sus demandas rondan los temas referidos a la educación, la ecología y la inseguridad pública. En menos ocasiones podemos verlos en las manifestaciones en torno a la movilidad urbana (sobre todo el uso seguro de bicicletas y la extensión del horario en que circula el transporte urbano) y al derecho a la cultura. Muy cercano a estas movilizaciones están algunas otras de estudiantes, sobre todo de la Universidad pública (Universidad de Guadalajara), que tienen el reconocimiento de la institución (porque entre los estudiantes existen varias organizaciones alternativas a la oficial). Estos jóvenes, con mayores ingresos, mayor escolaridad y mayor visibilidad social, suelen entrar en conflicto con otros jóvenes que se expresan y manifiestan a partir de temas como el matrimonio gay y el derecho a la diversidad sexual, la despenalización del aborto y del consumo de la marihuana, la laicidad de la educación pública y algunas expresiones culturales alternativas. Los tapatíos han construido una sociedad diferenciada, clasista, y con raigambre conservador. Muchos jóvenes proceden de esta tradición, aunque muchos otros (los menos) buscan romper con esa tradición y en ello suelen presentarse algunos conflictos.
Oscar Aguilera: Yo creo que la diversidad de proyectos (incluso de sociedad) en el mundo juvenil, existen. La pregunta habría que ubicarla más bien en cómo se expresan esos distintos proyectos de sociedad que tienen los colectivos juveniles existentes. Como se ponen en juego, con que otros proyectos entran en alianza o en contradicción para tratar de impulsar sus propias políticas y aquí hay una cuestión que a nosotros como investigadores nos debiera ser un llamado de atención: siempre que hablamos del compromiso, de la política o de las prácticas políticas de los jóvenes, lo hacemos asumiendo que esas políticas son progresistas y lo que hacemos ahí es borrar a buena parte de la juventud que no despliega políticas progresistas. Aquí, nosotros tenemos un antecedente que es muy concreto. Cuando hace seis o siete años atrás se discutió la entrega de píldoras de anticoncepción de emergencia para personas que habían tenido sexo sin protección y que había riesgo de quedar embarazados y se discutió su entrega a nivel de sistema público de salud para jóvenes. Los principales grupos juveniles que se movilizaron fueron grupos juveniles conservadores que no estaban dispuestos a permitir que esta política liberal definiera el significado de la sexualidad. Y eso es un movimiento absolutamente poco estudiado y conocido. Estamos en Chile a pocos días de conmemorarse un nuevo aniversario de lo que conocemos como la masacre del seguro obrero. Fue un hecho político ocurrido en el año 1938 en que un grupo de más de 100 jóvenes nacional-socialistas chilenos se tomaron el edificio de la intendencia de Santiago y el gobierno ordenó desalojarlo a balazos. Murieron 63 jóvenes nacionales socialistas. Y eso fue el 5 de septiembre de 1938. Todos los 5 de septiembre de cada año, hasta el día de hoy, los jóvenes nacional-socialistas realizan una conmemoración, realizan una romería recordándonos así, casi directamente, que ellos también existen y que uno los ve en los mundos juveniles y ahí uno entiende porque hay guerras por ejemplo de baja intensidad entre grupos o culturas juveniles específicas como skinheads, punk, etc., y resulta que cuando estudiamos, estudiamos solo uno y no los otros. Esas dos situaciones son expresiones de que las comunidades investigativas muchas veces focalizamos o iluminamos solo un sector de la juventud, invisibilizando al otro, y lo que hay es que estos proyectos antagónicos se expresan en distintos lugares.
Rogelio Marcial: Tales banderas enarboladas por los jóvenes en México suelen desplegarse, como dije, en ámbitos y espacios sociales diferentes a los que la sociedad define como los “apropiados” para las manifestaciones juveniles. Suelen construirse y difundirse a partir de redes informales que construyen los propios jóvenes y, usualmente, tiene que ver con algún asunto o problemática muy concreta y específica. A partir de allí, aparecen sorpresivamente en la esfera pública en la medida en que los propios jóvenes se van dando cuenta de que sus puntos de vista, sus críticas y propuestas, deben tratar de “hacer eco”, socialmente hablando, para poder trascender la página de Facebook, el territorio del barrio o el espacio físico del colectivo. Las estrategias de posicionamiento buscan provocar la reflexión de la sociedad a través de prácticas lúdicas, festivas, gozosas, que lo que menos pretenden es presentarse como las protestas, mítines y marchas tradicionales. Esto porque en la sociedad mexicana hay muy poca tolerancia hacia las manifestaciones políticas en nuestras calles. Gracias a un trabajo de los medios masivos de comunicación, la sociedad mexicana en su mayoría está “enclaustrada” en su problemática cotidiana y se le ha “entrenado” desde los medios, sobre todo la televisión, a ver como “haraganes” y “vándalos” a quienes salen a las calles a protestar. Por ello, muchas manifestaciones juveniles buscan formas novedosas de hacerse presente en la esfera pública y “conquistar” la solidaridad social. Por supuesto que en nuestro país existen los extremos radicales, a manera de “blanco” y “negro”, de movilizaciones que suelen articularse con la política formal desde sus inicios para “asegurar” ser escuchados, hasta el otro extremo de colectivos que se niegan enfáticamente a entablar un diálogo o relación con cualquier instancia del gobierno o partido político. Pero en su mayoría existe una amplia variedad de “grises” que se mueve entre el acercamiento y la autonomía hacia las instituciones de gobierno, según las problemáticas que enfrenta cada cual. He detectado que, sobre todo en el tema de la movilidad urbana y las agendas de eventos culturales, en la ciudad de Guadalajara se han involucrado activamente jóvenes que tienen estrechas relaciones, muchas veces familiares, con los representantes del gobierno; y gracias a ello han logrado negociar y sacar adelante algunas medidas en beneficio de la sociedad. Pero diría que algo que define a la inmensa mayoría de estas movilizaciones juveniles es su rechazo a la institucionalización.