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Síntomas del malestar en la universidad brasileña: ¿dónde estamos y para dónde vamos?

Mesa redonda del “Ciclo de Debates: Subjetividad, Descolonialidad y Universidad”.

Participan del debate: Claudia Andréa Mayorga Borges y Fernanda Costa-Moura
Moderadora: Sabrina Dal Ongaro Savegnago

Sabrina Savegnago – Buenas tardes a todas y todos los presentes. Vamos a dar inicio a la tercera mesa de nuestro Ciclo de Debates “Subjetividad, Descolonialidad y Universidad”. Hoy, tenemos como tema “Síntomas del malestar en la universidad brasileña: ¿dónde estamos y para dónde vamos?”. Participarán como oradoras de esta mesa la profesora Claudia Mayorga y la profesora Fernanda Costa-Moura. Inicialmente, me gustaría agradecer la presencia de la profesora Claudia y de la profesora Fernanda aquí en nuestra mesa. Comenzaremos nuestro diálogo con las palabras de la profesora Claudia Mayorga.

Claudia Mayorga – Buenas tardes a todos y todas. Quiero agradecer mucho la invitación a estar aquí con ustedes. Me puse muy feliz cuando vi el tema del Ciclo. Creo que el momento que estamos viviendo dentro y fuera de la universidad, en nuestro País, exige que multipliquemos espacios como éste. Entonces, quería realmente felicitar. Nuestra vida no está nada fácil en las universidades, ya sea desde el punto de vista de los estudiantes, sea desde el punto de vista de los docentes y de los técnicos. Y también cuando vamos a hablar de las instituciones, de los grupos, de los sectores de la sociedad con los cuales dialogamos, hemos sentido una urgencia, unas ganas y una necesidad de encontrarnos para comprender todo esto que estamos viviendo.
Cuando recibí la invitación, me puse muy feliz. Me quedé pensando sobre cuál de mis inquietudes traería para acá, para que reflexionemos. Porque son varias reflexiones de diferentes órdenes. Y termine optando por traer algunas cuestiones que son resultado de actividades de investigación y extensión que hemos desarrollado en el Núcleo Conexiones de Saberes, que coordino en la Universidade Federal de Minas Gerais (UFMG, Brasil). También opté por traer algunas reflexiones a partir del lugar de la gestión dentro de la universidad, como estuve en la gestión pasada de la Rectoría de la UFMG, como vicerrectora adjunta de extensión, y ahora como vicerrectora de extensión. En este momento tan complejo, estar en la gestión de la universidad nos ha colocado en ejercicio reflexivo, de articulación y político muy intenso. Entonces, entiendo que estar aquí es una oportunidad de también ir elaborando un poco todo eso que venimos viviendo en la UFMG.
Uno de los temas con los cuales he trabajado en los últimos años es el debate sobre la democratización de la universidad. Inicialmente, en 2006 y 2007, asumí la coordinación de un programa de extensión con el nombre “Conexión de saberes” que tuvo lugar inclusive en varias universidades del País y que tenía como objetivo la democratización mucho antes de la ley de cupos. Me parece que la ley de cupos va a ser un marco cuando pensemos sobre este tema. Pero no solamente, porque muchas universidades ya habían implementado políticas de acciones afirmativas y de democratización del acceso antes de esto. Pero ciertamente la ley de 2012 es un marco muy importante para que pensemos en la diversificación del público estudiantil que está en la universidad
Entonces, me he dedicado a esta temática de las acciones afirmativas. E, inclusive, mucho del trabajo que hemos hecho en la Vicerrectoría de Extensión también dialoga un poco con estas reflexiones y con este recorrido. Nos hemos deparado hoy, en la universidad, con una serie de situaciones y sentimientos que van desde situaciones de relatos de intercambio de experiencias relacionadas a la soledad, a una cierta presión en relación a la cuestión del productivismo, hasta el proceso de enfermarse en el ámbito de la graduación, de la posgraduación y también en el ámbito de las relaciones de trabajo. Los docentes y los técnicos también se están enfermando. En los últimos años, estamos viviendo las cuestiones del suicidio. Esto ha estado muy presente en las universidades. En la UFMG, en los últimos tres años, sucedieron varios casos con situaciones bien complejas. Pero, junto con esto, hemos vivido cierta efervescencia dentro de la universidad pública, muy protagonizada por los propios estudiantes. En la UFMG, hoy vivimos un momento en el cual el movimiento sindical de los profesores y técnicos, junto con el estudiantil, está más unificado. Entonces, estamos pasando por un momento que está posibilitando este encuentro que no siempre fue así. Sabemos que históricamente esos sectores hasta se separaban por una agenda de lucha específica de cada uno, pero también por otras tantas cuestiones. Yo diría que las tomas que sucedieron en 2016 y 2017 fueron muy importantes también para marcar o para apuntar un poco a la construcción de lo que estoy llamando de esta efervescencia que vivimos hoy.
El momento es adverso, la universidad pública está bajo ataque, hay una desconfianza sobre lo que producimos, que ha sido publicitada y hemos sido interpelados todo el tiempo en relación a la importancia y a la relevancia de la universidad pública. Esto ha exigido, como dije en el inicio, que nos volvamos un poco más hacia nosotros mismos, no en una perspectiva de auto centralización, porque creo que, históricamente, eso lo sabemos de memoria. Muchas veces, uno de los problemas de la universidad es que quedamos muy auto centralizados y en lo alto de la llamada torre de marfil. Pero este es el momento de hacer un ejercicio de reflexividad, de identificar también en qué podemos contribuir, tanto en la comprensión del momento que estamos viviendo, como también en la superación. Creo que nosotros no tenemos respuestas mágicas, no tenemos un camino predefinido, pero necesitamos dedicarnos al ejercicio de construir esas respuestas.
El primer aspecto que separé para traerles fue un trabajo que desarrollamos en el ámbito del Núcleo Conexiones de Saberes, que duró del 2007 hasta el 2014. Tuvo como uno de sus frutos el libro1 titulado “Universidad escindida, universidad en conexión: ensayos sobre la democratización de la universidad”. En aquella ocasión, trabajábamos con un grupo de estudiantes de graduación de diversas áreas del conocimiento, con perfil de ser estudiantes con trayectorias populares y también que se auto declaraban negros y pardos. Entonces, como dije, aún antes de la ley de cupos, esto ya se presentaba como un gran desafío. Porque era un programa bien grande con mucha posibilidad de becas – eran más o menos cien becas –, y no conseguíamos tener cien estudiantes. Podríamos preguntarnos, ¿es que la divulgación no fue suficiente? Pero me parece que esto decía respecto de un perfil que la universidad tenía hasta el momento y ciertamente, en 2012, esto se transformará. Uno de los aspectos que desarrollamos en este programa fue el mapa de inclusión y exclusión social en la UFMG. Hicimos este mapa con algunas preguntas que nos orientaban: ¿dónde están y cómo están los y las estudiantes negros y negras, aquellos de trayectorias populares? ¿dónde están los alumnos también en su diversidad? ¿en qué área del conocimiento? ¿en qué turno? Sabemos que la universidad acaba reproduciendo en su forma de organización una desigualdad entre las áreas del conocimiento, entre los accesos de quien está en el turno noche y quien en el diurno. En este mapa de inclusión y exclusión, ya aparecía mucho algo que después se va a intensificar con el proceso de democratización de la universidad, que son tensiones muy intensas y violencias en relación a estos estudiantes de perfiles diversos. En los números, la gran mayoría de los estudiantes de trayectorias populares, de negros y negras, estaba localizada en las carreras nocturnas, en áreas históricamente no tan valoradas, como las áreas de humanidades. Y lo que llamó mucho la atención en estas investigaciones que desarrollamos fue identificar cómo la violencia vivida por estos estudiantes era cotidiana. Desde chistes de compañeros que colocaban banana en las sillas de la estudiante, hasta la creación de un blog para hablar mal de la estudiante negra, porque ella tenía una trayectoria en la que su familia era de empleadas domésticas. Todo esto y hasta posiciones más institucionales.
Creo que este es un punto importante para que nos dediquemos. De prácticas institucionales que se asocian teóricamente con las reflexiones sobre racismo institucional, machismo y sexismo institucional, que se reproducen a partir de la propia forma como nos organizamos en términos de nuestras normativas, de nuestros procedimientos internos de la universidad. Esto sucede con la burocracia, que parece no tener color, sexo, clase, etc., pero lo que fue identificado en este trabajo es que sí tiene. La universidad también se forma en torno de esta marca de la burocracia, que revela todo un conjunto de procesos de exclusión o de impedimento a determinados sujetos de estar en la universidad en una situación de igualdad.
En este trabajo, teníamos otras dos fuentes de trabajo. Una de ellas establecía diálogos con los movimientos sociales, con el objetivo de identificar puntos de intersección entre las luchas. Estos movimientos sociales fueron: el movimiento de trabajadores rurales; el movimiento negro; los varios movimientos feministas con los cuales dialogamos; el movimiento LGBT y los movimientos de los sindicatos. Y nosotros como universidad percibimos que estábamos y estuvimos muy distantes de estas luchas o de estas pautas de movimientos sociales. Y el propio movimiento de aproximarnos y dialogar con los movimientos trae una serie de dificultades, porque en un principio ellos nos miraban con desconfianza: ¿qué van a hacer ustedes a partir de esta relación que han establecido con nosotros, de este diálogo a partir de estas investigaciones, o de los trabajos de extensión?”. Esto reveló que la relación de la universidad con la sociedad o con los sectores de la sociedad – y aquí el foco en los movimientos sociales confirmó – es bastante jerarquizada. Por esto, necesitamos entender cómo se da y se reproduce esa jerarquización en lo cotidiano. Desde las formas con las que nos aproximamos a los grupos o a los sujetos con los cuales vamos a dialogar en nuestras investigaciones, en nuestros proyectos de extensión, hasta en nuestros presupuestos epistemológicos y teóricos en relación a estos otros saberes que son producidos dentro de la sociedad. Existen también las cuestiones relacionadas a una posición ética, sobre lo que se hace, el uso que se hace a partir de este encuentro que se da con la universidad en sus diferentes facetas. Porque la universidad tampoco es una unidad homogénea. Cuando las personas hablan sobre la comunidad universitaria o académica, creo que son comunidades o grupos muy distintos, inclusive con posibilidades de habla, de participación y de reconocimiento muy desiguales. Es muy importante que identifiquemos esto, inclusive para intentar construir y articular lo que podría ser una posición de la universidad en el enfrentamiento de este momento que hemos vivido.
Finalmente, hubo otro frente de trabajo en que establecimos diálogos con la educación básica, con la educación primaria, principalmente. Fueron trabajos desarrollados en conjunto con cerca de 18 a 20 escuelas de la región metropolitana de Belo Horizonte – Minas Gerais, Brasil. Y también, en este encuentro, lo que se reveló y se confirmó es el abismo histórico entre la universidad y la educación pública y básica y una serie de dificultades, inclusive para establecer ese diálogo.
Estoy resaltando tal vez lo que fue más problemático, tanto en el movimiento de mirar hacia adentro de la universidad como en la relación con los movimientos sociales o con otras luchas democráticas, y también con la escuela pública. Cuando contemos la historia de la universidad en Brasil, necesitamos retomar la cuestión de cómo se fue construyendo de una forma distante o separándose de la sociedad, inclusive, queriendo, a propósito, no “mezclarse”. La universidad quería ser una institución distinta y hasta con muchas comprensiones superiores en relación a otras instituciones presentes en la sociedad. Con esta crítica, no estamos diciendo que la universidad no tenga sus especificidades y sus contribuciones. Pero este proceso en la historia de Brasil, en la historia de América Latina – y cuando pensamos que Brasil fue el último país de América Latina en tener universidad- revela una lógica de elites de nuestro País: una lógica colonial que también orientó en gran medida cómo esta institución se fue constituyendo en nuestro País.
No podemos dejar de comprender cómo este proceso se da o se dio. Lo que yo identifico es que, muchas veces, cuando vamos a contar la historia de la universidad, volvemos allá a la Universidad de Bologna – Italia, a la primera universidad, a las universidades alemanas… Me parece que terminamos contando y mirando nuestra historia con lentes muy eurocéntricas y que nos miramos a nosotros mismos sin analizar que la universidad fue una institución implementada en el país por y para formar una elite. Y todo este proceso de democratización y de intento de democratización que hemos vivido a lo largo de estos últimos tiempos no se da sin tensiones y es importante que explicitemos estas tensiones cuando nos proponemos hacer un análisis más crítico.
Esta experiencia del mapa de la inclusión y de la exclusión, el diálogo con los movimientos sociales y el diálogo con la educación básica también nos dio, por la presencia de los estudiantes que estaban con nosotros en este gran esfuerzo, el acceso a algunas dimensiones de la universidad que no siempre son tan conocidas. Acabamos teniendo acceso a una cierta “periferia” dentro de la universidad. Desde entender, por ejemplo, como se da la relación con las políticas de asistencia estudiantil, cómo es la cuestión habitacional estudiantil, cuáles son las relaciones que los estudiantes establecen.
Pero este tránsito de la periferia hacia adentro de la universidad también nos dio una dimensión de cómo esa periferia también va construyendo formas de trabajo en red, de articulación y de resistencia a toda esa lógica que descalifica y desautoriza y, en gran medida, impide la permanencia de estos sujetos dentro de la universidad. Estamos hablando de redes increíbles desde el grupo Boca Libre – que cuando sucede algún evento, los alumnos se avisan unos a otros dónde está la comida del evento para poder usufructuar, – hasta redes sobre movimientos, organizaciones y acciones para interpelar la institución en aquello que es más central en el interés de estos estudiantes. Todo eso que vimos fue en una escala más reducida, porque después de todo el número de estudiantes con este perfil era mucho menor, en el momento en que hicimos esta investigación. En el 2012, con la ley de cupos, este escenario se transformó completamente y todo eso que identificamos también aumentó mucho: las tensiones en espacios de aula; las dificultades de permanecer dentro de la universidad; una descalificación de las historias y de las distintas culturas que los estudiantes traen para el espacio de la universidad.
Quiero traer también la experiencia de los estudiantes indígenas. Ellos relatan una dificultad de ser oídos más allá del estereotipo. Existe siempre una expectativa en relación a la participación y a la expresión de los estudiantes indígenas a partir de algo que nos imaginamos, de aquello que fue construido como un cierto imaginario sobre los indígenas, que son inclusive muy diversos. Entonces, estamos hablando de un impedimento de intercambio. Por ejemplo, en el caso del estudiante indígena dentro de la carrera de medicina, la pregunta que siempre aparecía era: “¿Usas celular? ¿No vienes de tocado a las clases?”. Todo esto viene de una imposibilidad de escucharse unos a otros, muy marcada a partir de lugares de desigualdad para pronunciarse y de reconocimiento. Pero también a partir de estereotipos que van fijando a estos sujetos como sujetos de las carencias, o como sujetos de la incapacidad, sujetos de un lugar muy definido y delimitado a partir de donde ellos pueden hablar.
Estas tensiones se han multiplicado en el contexto de la universidad y, al mismo tiempo, las investigaciones muestran que, en términos de rendimiento académico y de contribución para el conocimiento, esa diversidad también ha contribuido dentro de la universidad. Pero también esa presencia diversa, en gran medida, ha amenazado, o también incomodado a sujetos que históricamente ya estaban allí porque la universidad fue supuestamente hecha para ellos. Esto ya se ha debatido, de cómo es que, para las elites brasileñas, esa diversificación incomoda. Esto significa que estaba existiendo alguna distribución de poder. No basta ser hijo de alguien para estar allí.
Entonces, voy a pasar al segundo punto y después voy a amarrar los tres que traje. Otra reflexión que quiero compartir con ustedes fue un trabajo que hicimos en la Vicerrectoría de Extensión. En 2017, la UFMG completo 90 años y, en el ámbito de la Vicerrectoría de Extensión, optamos por retomar un poco la historia y la memoria de la extensión en la UFMG. Quisimos de hecho hacer una investigación para identificar cómo la extensión se fue constituyendo. Este es el sector más nuevo en las universidades públicas, de manera general. Las normativas sobre extensión universitaria son muy recientes, datando del final del año pasado. Y, al mismo tiempo, está en la Constitución que las universidades necesitan tener formación, investigación y extensión. Al retomar la historia y la memoria de la extensión en la UFMG, identificamos las distintas formas, los distintos discursos y las distintas posiciones con las que las personas comprendían la relación de la universidad con la sociedad, ya que la extensión es un sector que explícitamente se preocupa por la relación de la universidad con la sociedad. ¿Cómo se dio ese diálogo a lo largo de la historia de esta relación?
Vamos a identificar allí algunas perspectivas. La perspectiva de llevar a la sociedad algún conocimiento, de esto que hasta ja sido nombrado más recientemente como divulgación científica, o de popularización de la ciencia, en una perspectiva de compartir aquello que es producido dentro de la universidad con la sociedad, con los diversos sectores de la sociedad. Una perspectiva de construir, en conjunto con la sociedad, enfrentamientos a determinados problemas, a partir del encuentro y del diálogo. Y una perspectiva que se asocia con esas dos, la idea de los eventos, de compartir lo que es producido, pero mucho a partir del diseño de los eventos. Al mismo tiempo, otra buena sorpresa que identificamos en la investigación es que la extensión también se propone hacer un movimiento de democratización de la universidad en diferentes aspectos. Primero, en la medida en que intenta reconocer y recolocar en evidencia la importancia de reconocer otros saberes como saberes importantes en la producción de conocimiento. Varios programas, proyectos y cursos parten de esta perspectiva de que el saber académico es importante, pero que existen otros saberes en la sociedad que necesitan dialogar, que es importante que se discutan. Muchas veces, van a crear tensiones al ser confrontados. Pero es importante marcar esa perspectiva. La otra es de reconocer también que los sujetos que producen conocimiento pueden ser diversos. Entonces, en el mapa de la inclusión y la exclusión en la UFMG, me acuerdo que los estudiantes traían una pregunta así: queremos saber si un estudiante negro y pobre está en el laboratorio sólo limpiando un tubo de ensayo y la pipeta o si él está de hecho participando más centralmente en la producción de conocimiento que aquel laboratorio está realizando o que aquel grupo de investigación está investigando.
La extensión, en su historia, invita a mover y sacudir un poco esas jerarquías. Por ejemplo, al insistir en que los estudiantes son importantes y protagonistas de la producción de conocimiento, busca desplazar la idea de que solamente el profesor tiene ese protagonismo, no es que el profesor no tenga su valor y su importancia. Y nosotros fuimos haciendo este ejercicio, dialogando también con el contexto más amplio de la historia de Brasil. La extensión universitaria nace un poquito antes de la mitad del siglo XX, con el movimiento estudiantil interpelando a la universidad y diciendo que necesita ser democratizada, que estábamos muy lejos de los problemas de la sociedad, que la universidad estaba muy elitizada. Y enseguida también viene todo el contexto de la dictadura militar en que la extensión se va a estructurar mucho a partir de la resistencia. Por un lado, en una perspectiva de llevar a la sociedad la obediencia, pero también de llevar a la sociedad la resistencia.
Ahora, yo traigo un poco de la experiencia que he tenido en la gestión de la extensión. Quiero destacar una iniciativa que hemos realizado desde la gestión pasada, que fue intentar constituir dentro de la universidad una formación de redes interdisciplinares. Hablamos tanto de red, de interdisciplinar, de transdisciplinar, ¡pero en la práctica eso no es nada fácil! ¿Por qué hacer redes? Inclusive dentro de la propia gestión de la rectoría, las personas no siempre comprenden lo que es eso. Primero, fuimos identificando proyectos y programas de extensión que muchas veces actúan en el mismo territorio, con los mismos asociados, con las mismas comunidades, pero que no se conocen. Son acciones muy pulverizadas y muy ampliadas, que acaban teniendo un alcance mucho menor y no consiguen muchas veces dialogar y encontrarse.
Segundo, la lógica individualista de cada uno con su laboratorio, cada uno con su paper, cada uno con su productividad. Aunque sea presentada como una situación de glamour, es una situación que identificamos que es de mucha soledad y sufrimiento. Inclusive, yo tendería a creer que ese aislamiento, ese distanciamiento que tenemos de la realidad y de la sociedad es casi patológico. Creo que sufrimos de desarraigo. Hemos sufrido y no tenemos comunidades de base, grupos a los cuales podamos recurrir e identificarnos. Entiendo que ese individualismo exacerbado ha promovido muchos problemas.
La otra fragmentación es la disciplinar. Es muy aterrorizante como no conseguimos conversar entre nosotros y entre las diversas disciplinas. De la misma manera, creamos una serie de estereotipos unos sobre otros. Esas construcciones no surgieron de la nada y son muy importantes en la construcción de eso que estoy llamando de una incapacidad de escuchar y de construir colectivamente. Estamos organizados en esta dinámica disciplinar y los problemas de la sociedad – vean lo que estamos viviendo hoy en el País – no son problemas disciplinares. No es una disciplina la que va a conseguir pensar y entender lo que está sucediendo en nuestro País. Eso exige que articulemos saberes, que echemos mano de los saberes del campo del Derecho, de los saberes de la Psicología, de las humanidades y de las artes, los saberes más técnicos y tecnicistas. No estoy diciendo que es todo lindo y maravilloso, que no hay disputas entre los modelos de ciencia y los modelos de universidad. Pero lo que tenemos frente a nosotros nos ha de colocar para trabajar en conjunto. Y lo que hemos identificado es la incapacidad de ese trabajo en conjunto.
En la Vicerrectoría de Extensión, estamos trabajando con el programa “Participa UFMG – Mariana, Rio Doce e Brumadinho”. Esto tiene que ver con un programa que creamos para lidiar con los desastres de quiebre de represas. Pero mucho de lo que no conseguimos avanzar es porque está allá el antropólogo de un lado y el ingeniero de otro, y los dos no consiguen pensar juntos. Para mí, eso es un retrato de mucho de lo que hemos vivido hoy en el País, que es una dificultad para dialogar y conversar con la diversidad. Hay una pulverización de pequeñas acciones, pero ¿y si nos juntáramos? Estoy apostando a lo colectivo como una forma de enfrentamiento muy potente y muy necesaria. Pero esto no quiere decir homogeneización.
De estos trabajos interdisciplinarios, son cinco o seis redes: la de juventud; la red de derechos humanos; la red salud mental; el “Participa UFMG”. Cada una tiene una agenda de trabajo distinta. Son personas del área del conocimiento diversas, que se reúnen en torno de un tema llamado tema de emergencia para lidiar con cuestiones de la sociedad contemporánea. Mucha gente viene a la primera reunión, ve que no hay recurso y se va. Pero hay mucha gente que se ha quedado en este espacio y hemos conseguido construir muchas cosas interesantes en este diálogo interdisciplinario. Los estudiantes están cada vez más involucrados en este espacio. Quiero dar un ejemplo del “Participa UFMG”, que es sobre la situación de Brumadinho. Nosotros tenemos cerca de 70 grupos relacionados a este programa que se encuentran con cierta periodicidad y con un frente de trabajo, creando acciones de investigación, de extensión y también disciplinas en el ámbito de la graduación y de la posgraduación, para lidiar con la cuestión de los desastres. Esto ha sido un ejercicio muy interesante, porque la ingeniería ahora está pensando en las cuestiones humanas, sociales y de la salud. Ellos están pensando cómo están formando a los ingenieros, no desconsiderando las cuestiones humanas y sociales en el proceso de implementación de un emprendimiento minero. En Minas Gerais, eso está muy presente en aquella localidad, en aquella comunidad.
La otra red es la red de salud mental. Estamos viviendo un momento en que una política de salud mental de y para la UFMG fue creada a partir de este conjunto de encuentros. Fueron hechos conversatorios de estudiantes, profesores y técnicos. Nadie tenía fe en que eso iba a suceder. Increíblemente, fueron tres grandes conversatorios, donde las personas vinieron y trajeron sus experiencias. Y esto llevó a la producción de un conjunto de directrices para orientar una política de salud mental dentro de la UFMG, que no habla solo de atender el caso agudo o la crisis o el intento de suicidio, sino que también muestra lo que hemos de pensar sobre una universidad que sea diversa, solidaria y acogedora. Inclusive, transformando normas que son muy restrictivas para el ir y venir y estar en la universidad.
Entonces, demarqué estos tres puntos de mi discurso para decir algunas cosas. Primero, la situación es compleja en la universidad hace mucho más tiempo. Tal vez sea algo constitutivo de la forma como las universidades en Brasil fueron constituyéndose. Pero el momento hoy moviliza algunas cuestiones, porque tampoco podemos decir que la universidad de hoy es la misma de hace veinte años. Tenemos un cambio de una escala y una rapidez muy grandes. Hemos tenido clara nuestra ausencia de la cultura de la participación. Tenemos dificultades para construir espacios de colectivos, pero al mismo tiempo estamos construyendo. Creo que es importante identificar el problema y los abismos, pero también mostrar que existen porosidades donde las personas están haciendo movimientos e intentando perforar eso. Y yo continúo pensando que esos tres movimientos pueden ayudarnos a pensar sobre la superación de este momento que vivimos. Primero, el movimiento continuo de reflexividad. Si históricamente no pensamos sobre la universidad como un objeto de reflexión, por ejemplo, en nuestras investigaciones, en una posición de auto centralización, creo que necesitamos tomar la universidad como una institución social, y esto nos aproximará a otros sectores de la sociedad. Porque somos una institución que está en la misma sociedad que pretende transformar. Segundo, el diálogo con los movimientos sociales y con otros grupos sociales, identificando pautas comunes y formas de articulación. Este es un ejercicio muy difícil, pero importante de realizarse. El hecho de una cierta protección de cierta elite que siempre estuvo en la universidad, y esa diversificación en el momento en que vivimos nos coloca este imperativo. Y el diálogo con la educación básica, que creo que lo hacemos, pero más puntualmente en nuestras investigaciones. Como institución, promover ese encuentro, no solo porque está ahora en las directrices de la evaluación de la graduación y de la posgraduación que tenemos que desarrollar lazos con la educación básica. ¿Pero cómo, en cuanto institución, podemos enfrentar ese abismo histórico que fue siendo construido entre la universidad y la escuela pública? Son algunos de los pensamientos que traje aquí para compartir con ustedes.
Me gustaría decir que, a pesar del momento muy duro, yo personalmente he marcado mucho este lugar de la esperanza. Justamente porque, en el recorrido que compartí con ustedes, las personas no están totalmente ajenas. Muchas veces, nombramos como apatía, como si las personas no se estuvieran moviendo, pero a veces no conseguimos ver las diversas formas como las personas han buscado encontrarse y perforar todo eso. Y no estoy diciendo que es simple. Vamos a tener que multiplicar esos movimientos y estos encuentros y, sobre todo, esta mirada para lo que estuvo tanto tiempo invisibilizado. Las personas estaban gritando y pidiendo socorro en las periferias de la universidad hace mucho tiempo y ahora eso llegó más al centro de la universidad. ¡Gracias!

1 – MAYORGA, C. (Org.). Universidade cindida, universidade em conexão: ensaios sobre a democratização da universidade. Belo Horizonte: Editora da UFMG, 2010.
Claudia Andréa Mayorga Borges mayorga.claudia@gmail.com
Doctora en Psicología Social por la Universidad Complutense de Madrid – España, profesora del Departamento de Psicología y del Programa de Posgrado en Psicología de la Universidade Federal de Minas Gerais (UFMG). Coordina el Núcleo de Enseñanza Investigación y Extensión “Conexões de Saberes”, de la UFMG. Actualmente, es Vice-rectora de Extensión de la UFMG (2018-2022).
Fernanda Costa-Moura costamouraf@gmail.com
Doctora en Psicología Clínica por la Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro (PUC-RJ). Profesora Asociada del Programa de Posgrado en Teoría Psicoanalítica del Instituto de Psicología de la Universidade Federal do Rio de Janeiro (UFRJ). Psicoanalista miembro del Tempo Freudiano Asociación Psicoanalítica.
Sabrina Dal Ongaro Savegnago sabrinadsavegnago@gmail.com
Posdoctoranda del Programa de Posgrado en Psicología de la Universidade Federal do Rio de Janeiro (UFRJ), Brasil. Doctora en Psicología por la Universidade Federal do Rio de Janeiro (UFRJ). Editora Asociada de la revista DESidades.