Foto: Alban Gonzalez

Los primeros pasos en la intervención con bebés en riesgo de sufrimiento psíquico.

Entrevista de Raquel Oliveira con Érika Parlato-Oliveira

Raquel Oliveira – Ante todo quiero agradecer su disposición para conversar sobre una cuestión tan importante para la clínica de la infancia y de la adolescencia. A partir de su experiencia, ¿qué es para usted el autismo?

 

Érika Parlato – En primer lugar, estoy muy agradecida por su interés. Inicialmente mi trayectoria con el autismo dentro del Psicoanálisis me hizo entender que, en verdad, es un diagnóstico médico, psiquiátrico. No es una perspectiva que comparto en los grupos de investigación que integro, tanto en la Universidade Federal de Minas Gerais (UFMG) como aquí en París VII. Actualmente, trabajando con la identificación del riesgo de autismo en el bebé, hemos pensado cada vez más en que se trata de algo que acontece de forma multifactorial. Por eso nos centramos en identificar algún riesgo en el bebito, para intentar identificar bien desde el inicio si hay una predisposición. Debemos estar atentos para identificar si el bebé padece algún sufrimiento o no. Estoy pensando en el sufrimiento psíquico, ya que generalmente pensamos más en sufrimientos del cuerpo. Estoy levantando la cuestión de que pensemos más en otros sufrimientos, psíquicos, que pueden darse en la constitución del sujeto durante el primer año de vida. Entonces, precisamos saber que, en el caso del autismo, es importante evaluar si ya habría algún riesgo en el bebito que lo pudiese llevar a constituirse como un autista. Y, más hacia adelante, mucho tiempo después, es que se puede pensar en un diagnóstico de autismo desde una perspectiva psiquiátrica. Quien va a trabajar con el diagnóstico en esta fase más avanzada es la Psiquiatría.

Raquel Oliveira – En esa primera evaluación de los riesgos relacionados al desarrollo del autismo, ¿cuáles serían los primeros pasos para la acogida del bebé y su familia? ¿Qué sería importante respecto a la intervención, habiendo identificado ese riesgo?

 

Érika Parlato – Formo parte del PREAUT (Programa de Investigación y Evaluación del Autismo). El PREAUT es una asociación francesa también existente en Brasil hace más de 10 años. Entonces, hemos trabajado mucho en cuanto al tema de la capacitación de profesionales que están en la primera línea, allí a donde llega el bebé. No solo el pediatra, tenemos un Sistema Único de Salud, el SUS, que tiene toda una primera línea que trabaja con el modelo del PSF (Programa Salud de la Familia), que funciona como una puerta de entrada por la que pasan todos los bebés. Brasil tiene una cobertura de vacunación que es excelente y, desde mi punto de visa, podemos vincular la capacitación del profesional que está situado en esa primera línea, al momento en que el bebé pasa por la red pública. Por ejemplo, en este momento de la vacuna, cuando el bebé frecuenta su Unidad Básica de Salud, el profesional que está allí tiene que estar capacitado para saber identificar si el bebé presenta algún sufrimiento psíquico o no. Hemos trabajado mucho en ese sentido en la UFMG. Capacitamos a muchos profesionales de la red pública, no solo de Belo Horizonte, sino en todo el estado de Minas. En São Paulo también tuve la oportunidad de participar en una capacitación en Garulhos y en más de diez ciudades de su entorno, con el objetivo de capacitar profesionales de toda aquella región, no solamente a pediatras.

Raquel Oliveira – ¿Usted pudiera detallar un poco más en qué consiste esa capacitación? ¿Qué profesionales deben ser capacitados?

 

Érika Parlato – El PREAUT constató que, en Brasil, el pediatra ve al bebé cuando tiene una queja orgánica identificada por la familia, como otitis, diarrea. Son los momentos específicos en que se da la consulta con el pediatra. En Brasil, la puericultura, o el acompañamiento del desarrollo y del crecimiento del bebé, no es hecha necesariamente por el pediatra. Ella es hecha por un equipo encargado de eso. Entonces, para nosotros, lo esencial es que ese equipo, compuesto por enfermeros, psicólogos, pediatras, entre otros profesionales, esté capacitada para ver si el bebé sufre. Si el bebé pasa por la Unidad Básica de Salud, entonces, en esa primera línea, es que necesitamos tener profesionales capacitados para percatarse de si el bebé corre riesgo. Hablamos del bebé, pero es claro que siempre pensamos también en su cuidador principal, que generalmente es la madre, y que es, de hecho, quien cuida al niño regularmente. Vemos que puede ser la madre, la vecina, la madrina, la nana, es decir, eso varía, pero el bebé tiene un cuidador habitual. Es este cuidador habitual quien va a llevar al bebé a vacunarse, por ejemplo. Entonces, en ese momento, ambos pueden ser observados, y el profesional puede quedar en estado de alerta en cuanto a si el bebé está sufriendo. Es importante dejar claro que estamos hablando de dos tipos profesionales diferentes, el que está capacitado solamente para identificar el riesgo, el sufrimiento, y aquel que está capacitado también para intervenir. Además, es necesario que exista una red formada en cada territorio, capaz de hacer la intervención con la madre y el bebé al mismo tiempo, de forma muy rápida, pues el bebé no puede esperar. No puede quedar en una lista de espera. Una semana para un bebé de dos meses es la octava parte de su vida. Es muy diferente a nuestra noción de tiempo.

Cuando trabajamos con bebés que sufren – estoy pensando en el primer año de vida, antes del primer aniversario – es preciso realizar una intervención inmediata con el bebé y con ese cuidador principal. Entonces, esa intervención debe realizarse por profesionales que, para lidiar con ese grupo etario, precisan invertir en una formación profesional para el ejercicio de la clínica de orientación psicoanalítica. Se trata de cuestiones bien complicadas. El pediatra que va a identificar las señales no va a ser necesariamente aquel profesional que se interesa por la clínica, por el Psicoanálisis, que tiene tiempo en su agenda para ejercer una intervención semanal. Por eso, nosotros precisamos hablar de una atención más amplia, con otros profesionales. Entonces, existe una preocupación inicial que es identificar al bebé con riesgo de autismo y de otros sufrimientos psíquicos, ya que no solo existe el autismo en la vida del bebé, otros sufrimientos psíquicos también están presentes. Cuando identificamos el riesgo, entonces, tenemos que buscar a un profesional capacitado para intervenir con el bebé y con su principal cuidador.

Raquel Oliveira – Según esta idea de una acogida en dos etapas, es preciso identificar el riesgo, y, posteriormente, encaminar la intervención, para la atención propiamente. En esa primera etapa, ¿qué es lo más importante a lo que se debe prestar atención? Incluso, de cara a la segunda etapa de encaminamiento para la intervención.

 

Érika Parlato – Lo primero y más importante es escuchar a la madre, o a ese cuidador habitual. Las informaciones con que contamos después, a partir de los relatos de las madres, siempre se caracterizan por que la madre refiere que sentía que algo no estaba bien. O bien porque es el segundo hijo, o porque compara con otros bebés más o menos de la misma edad. Pero la madre percibe que hay algo que le incomoda. Y muchas veces, como es algo sutil, en la consulta (dado el ritmo con que se realiza, en las condiciones con que contamos hoy) acaba pasando que el personal de salud no tiene tiempo para escuchar a la madre. Por ejemplo, es un bebé que puede estar creciendo bien, alimentándose bien, durmiendo bien. A veces, hasta duerme demasiado bien, lo que puede ser una señal de alerta. A veces encontramos bebés que duermen mucho. No estoy diciendo que dormir mucho sea un problema. Pero, frecuentemente, parece que algunos bebés tienden a usar ese recurso de dormir más de la cuenta para no estar en relación con el otro. Y, ¿cómo una madre va a protestar por un bebé que duerme mucho? ¿Qué dirán de esa madre? Van a decir: “¿Cómo es posible señora? ¡Él es muy bueno! Él duerme, la deja hacer todo en la casa. ¿Cómo va a protestar por un bebé que duerme mucho?” Es difícil protestar por eso. Entonces, lo que observemos es esencial.

Raquel Oliveira – ¿Cuál debería ser la postura del profesional que está acogiendo al bebé y a su madre o cuidador habitual?

 

Érika Parlato – El primer paso es que el profesional escuche y le permita a la madre decir si algo le inquieta, sin juzgarla. Porque las madres refieren mucho lo siguiente: “¿Cómo yo iba a reclamar porque mi bebé fuese demasiado serio? ¿O porque durmiese de más? ¿O porque no se riera cuando yo le hablaba?” Parecería que está quejándose de un lujo. Porque es un bebé que está bien, que crece bien, se desarrolla bien. ¿De qué se queja la madre? Entonces, el primer paso para darse cuenta es escuchar a la madre. Muchas veces los pediatras me hacen la pregunta contraria: “¿Cómo yo le digo a la madre que el bebé tiene un problema?” Nunca tuve que decirle a una madre que su bebé tiene un problema. Siempre es la madre quien viene a decir cuando su bebé tiene un problema. Ella se siente aliviada por encontrar un profesional que cree en lo que ella está diciéndole. Que va, junto a ella, a investigar lo que le está pasando a su bebé. Que le cree. Porque ella le dice: “Mira, yo veo a los bebés, yo conozco bebés… Hay algo que no está bien.” Aunque ella no sepa lo que es, hay algo que ella, que pasa las 24 horas del día cuidando al bebé, sabe que no está bien. Usted se sienta, espera, y le ofrece tiempo, le permite al otro que tenga la oportunidad de hablar sobre lo que está pasando. Y entonces vamos a saber lo que la madre tiene que decir de su bebé, que no está bien, y entonces concordamos con ella y le proponemos: “¿vamos a intentar resolver esto juntos?” En esa etapa, con niños de esa edad, es raro encontrar madres que huyan del tratamiento, porque es muy diferente del caso de las familias de niños autistas de cuatro, cinco años de edad. Ese es otro momento. Entonces, varios profesionales cuentan: “Ah, la familia está negándolo, no acepta el diagnóstico”. Es otro momento de la historia. Ellos ya pasaron por muchas otras experiencias. Cuando estás frente a un bebé y a su cuidador, esa madre está sufriendo por la dificultad del bebé desde el inicio. Entonces, el hecho de encontrar a alguien que le permita hablar de ese problema le alivia: “Uff, encontré a alguien que entiende lo que estoy sintiendo.” Entonces: ¿qué es lo difícil? Ella te va a decir: “Mira, él duerme demasiado, y no consigo jugar con él, él no muestra interés.” Le decimos: “vamos a intentar mejorar ese día a día.” No hay madre que no quiera eso. Cambia todo. Es muy diferente a cuando trabajamos con otro grupo de edad. Las situaciones son otras, las barreras son otras. En el caso de los bebitos, el hecho de abrirnos a escuchar el malestar de la madre hace que ella encuentre un apoyo para poder expresarse y para poder trabajar juntos.

Érika Parlato-Oliveira eparlato@hotmail.com
Psicoanalista. Doctora en Ciencias Cognitivas y en Comunicación y Semiótica. Posdoctora en Psiquiatría Infantil en la Université Pierre Marie Curie, França. Profesora Titular de Psicología. Profesora del Posgrado de la Facultad de Medicina (UFMG), Brasil y de la Université Paris Diderot. Co-coordinadora de la Diplôme Universitaire “Le Psychique face à la naissance” de la Université Paris Descartes. Co-coordinadora regional del PREAUT Brasil.

Raquel Correa de Oliveira raquel.correa@terra.com.br
Psicoanalista. Doctoranda del Programa de Teoría Psicoanalítica de la Universidade Federal do Rio de Janeiro, Brasil.