Foto: Léo Lopes

El uso de crack entre jóvenes: historias para reconstruir los recorridos de cuidado y ciudadanía

El crack como epidemia

La comprensión del crack como enemigo responsable de los diversos problemas sociales es prioritariamente diseminada por los medios de comunicación, lo que influencia directamente sobre las prácticas y las intervenciones hacia las personas que usan drogas. Tales acciones, en su mayoría, buscan eliminar el uso del crack sin considerar la necesidad de comprender las relaciones de verdad, saber y poder que las sostienen.
Podemos pensar que son producidos discursos simplistas y ahistóricos, que establecen una relación causal entre usuarios de drogas – sean niños, adolescentes o adultos – y trastornos de conducta, violencia, delincuencia, marginalidad etc. A causa de esta relación lineal, asistimos a la producción de prácticas cargadas de prejuicios y exclusiones, que niegan las múltiples realidades de vida y desconsideran la posibilidad de que estas compongan el mismo contexto social.
Debido a este reduccionismo y objetivación de las cuestiones relacionadas a las drogas, Conte (2003, p. 14) destaca la pérdida de la posibilidad de conocerse “los matices singulares de cómo la droga pode instalarse en cualquier cuadro clínico”, conocimiento este valioso para operar la integralidad del cuidado.
En esta misma dirección, con el objetivo de señalar los riesgos de los discursos “demonizantes”, Santos (2010) llama la atención para prejuicios a las conquistas de la lucha antimanicomial:

La falta de debates democráticos sobre el asunto ha favorecido discursos de cariz ideológico, que abandonan la población a la suerte de un discurso reduccionista, lo que incide sobre lo cotidiano de la red de cuidados a personas que usan drogas, fragilizando y descalificando la asistencia. Además, este discurso pone a todas las personas que usan drogas ilícitas en un lugar marginal, como chivo expiatorio de los problemas sociales, desconsiderando cualesquier otros aspectos de la contemporaneidad relacionados al tema (SANTOS, 2010, p.16).

Este panorama demuestra, de manera directa e indirecta, otra tendencia de la sociedad contemporánea, muy interligada a la primera: el constante e intenso intento de eliminar todo el sufrimiento y malestar, olvidando o ignorando que estos son intrínsecos al lazo social y la vida en sociedad.
Freud (1930) recordaba que la reacción más común ante el malestar es el intento de suprimirlo inmediatamente. Birman (2005) retoma esta proposición y considera que en la sociedad actual – marcada por una imagen ideal, sinónimo de juventud e inmediatismo – los medicamentos son instrumentos proficuos para anestesiar sensaciones y sentimientos no deseados, sirviendo al imperativo de no sentir o manifestar cualquier indicio de tristeza, debilidad, angustia, lo que podría generar situaciones de estigma y exclusión.
Y eso se ha vuelto cada vez más presente en diversos contextos de la vida en sociedad. No es difícil encontrar una propuesta de salvación a partir de la medicalización, sea en la escuela, la familia o el trabajo. Se observa que progresivamente las personas buscan sedativos y estimulantes para enfrentar, por ejemplo, las cuestiones del mundo laboral y escolar – competitividad, presión por resultados, soledad, concentración –, características muy presentes en el escenario contemporáneo.
Sin embargo, aunque esta búsqueda por compuestos químicos sea una demanda actual, es indispensable observar que el consumo intenso de esas drogas no se presenta como gran cuestión a ser debatida y combatida; el enfoque dado a las drogas todavía está fuertemente limitado a conceptos construidos social e históricamente, tales como licitud, moralidad, criminalidad.
Entendemos que este debate sobre drogas lícitas se debe a que se trata de drogas que están aseguradas por discursos de saber y poder garantizados por el lenguaje de las neurociencias, esta ciencia que nos promete un futuro en el que alcanzaremos la plena felicidad, libres de la angustia estructural (y estructurante) inherente a la condición humana.

Edna Linhares Garcia edna@unisc.br

Psicóloga, Doctora, Docente del Programa de Posgrado/Maestría en Promoción de Salud y del Departamento de Psicología de la Universidad de Santa Cruz do Sul (UNISC, Brasil), Coordinadora de la Investigación “La realidad del crack en Santa Cruz do Sul”.

Alíssia Gressler Dornelles

Psicóloga, Especializanda en Clínica Psicoanalítica (Universidad Luterana do Brasil, Santa María, ULBRA-SM, Brasil).

Mauriceia Eloisa Moraes

Académica de Psicología (Universidad de Santa Cruz do Sul, UNISC, Brasil).

Bruna Rocha de Araújo

Académica de Psicologia (Universidad de Santa Cruz do Sul – UNISC, Brasil). Becaria de la Fundación de Amparo a la Investigación de Rio Grande do Sul (FAPERGS).

Emanueli Paludo

Psicóloga, Magister en curso en el Programa de Posgrado en Desarrollo Regional (Universidad de Santa Cruz do Sul – UNISC, Brasil).

Giórgia Reis Saldanha

Académica de Psicología (Universidad de Santa Cruz do Sul – UNISC, Brasil). Becaria del Programa UNISC de Iniciación Científica (PUIC).