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Juventudes en espacios marginales: Una aproximación metodológica

Introducción

Este texto tiene como objetivo analizar algunos trayectos de mi experiencia de investigación que me llevan, no sólo a la comprensión de una realidad social que viven jóvenes en condición de marginalidad en México, sino también al despliegue de interrogantes que mueven al investigador/a a la producción de saberes en el diálogo investigador/a-sujeto joven. Por lo que fue necesaria una aproximación etnográfica y una discusión en torno a la implicación. Es importante señalar que esta reflexión surge del trabajo de investigación que terminé en 2018 titulado: Formas de habitar el espacio público: Identidad colectiva de jóvenes que viven entre la calle y medios institucionalizados.

Por tanto, no será objeto de este texto retomar los análisis sobre los fenómenos de marginalidad y juventudes en espacio público como eje principal de la discusión, sino como realidad social que de forma dialéctica va confrontando, interpelando al investigador/a durante el propio proceso de investigación.

Lo marginal que en estas páginas se intenta retratar a través de la experiencia de jóvenes que viven en situación de calle, toma su potencia en la configuración de agrupaciones callejeras al ser uno de sus elementos instituyentes. El margen, esa zona en la cual la norma social hegemónica se tensa, va a dar paso a realidades sociales que dan cuenta de una forma del ser social del joven que vive en la calle. Estas realidades juegan en las diversas experiencias de solidaridad y disgregación, de muerte y vida; así como de sufrimiento y acompañamiento. En estos escenarios en donde la exclusión social es un referente para dar paso a la integración a nuevas realidades sociales y grupos de adscripción, también da cuenta de la extrañeza, la diferencia y los procesos de estigmatización que experimenta esta juventud en el día a día.

Por tanto, la metodología es un vehículo para la comprensión de esas realidades sociales. La mirada de la y el investigador/a dentro de este intercambio investigador/a-sujeto conocido no es neutral. No por ello es desdeñable, ya que la comprensión que he tenido en la investigación ha requerido diversas vías de acceso a dicho conocimiento. De ahí la pertinencia de trabajar desde la tradición fenomenológico-hermenéutica.

De tal forma, parto de la noción de que la realidad es “interpretada” y producida en esos múltiples contactos con un “otro”, en este caso jóvenes que viven en la calle. Así, Gadamer (1998, p.324) refiere que “tan lejos está el lenguaje de ser una mera explicación y acreditación de nuestros prejuicios, que más bien los pone a prueba: los expone a la propia duda y al contraste del ‘otro’”. Ante ello, es importante generar una explicitación de los diferentes lugares de enunciación para dar cuenta no sólo de los prejuicios que operan antes y durante el proceso de intervención, sino de los lugares de dominio del saber, de ahí que en esta investigación fuera importante no incorporar la visión adultocéntrica.

A partir de estos planteamientos y con sustento en una investigación situada se analiza una realidad que se localiza en un contexto y tiempos determinados, ya que “en cada época y cultura se generan cambios, esto conlleva también a cambios en los diversos modos de constituirse y diferentes maneras de relacionarse y de establecer lazos sociales, es decir, la construcción de nuevas subjetividades […]” (Liévano, 2010, p. 9).

Mi acercamiento a estas realidades fue a través de una etnografía multisituada desde George Marcus (2001). Estuve en contacto con el colectivo un poco más de un año. Durante el proceso se fueron utilizando las diversas herramientas que me permitieron mayor conocimiento de dicha agrupación.

El texto se divide en tres apartados. Al interior de los mismos se abordan diferentes trayectos de investigación, que dan paso a cuestionamientos que se fueron presentando a lo largo del proceso de encuentro con los jóvenes, ya que dichos trayectos no tienen una lógica única y los caminos por los cuales se ha de transitar como investigadora no siempre guardan una coherencia en el sentido de su continuidad. Y ese es precisamente el acento puesto: las diversas significaciones y re-significaciones generadas dentro de la relación social entre el sujeto joven y el sujeto investigador.

El Colectivo Taxqueña

Comencé mi acercamiento con las/os jóvenes que viven en las inmediaciones del metro Taxqueña (Ciudad de México), en el contexto del sismo del 19 de septiembre de 2017. Dicho colectivo se ha conformado por jóvenes que llevan alrededor de 14 años en el territorio. Son alrededor de 17 integrantes, en su mayoría hombres. Los diversos factores que generan que los jóvenes lleguen a la calle, entre los cuales se pueden nombrar: los procesos de precarización económica, las dificultades en las relaciones familiares mediadas por la violencia, huida de grupos de delincuencia organizada, conflictos familiares por el exceso de sustancias adictivas, tocan con el proceso de la conformación de la colectividad. En este sentido, para que los jóvenes ingresen a tales grupos y espacios, algunos de ellos han referido la invitación de algún conocido o llegan al espacio y les permiten el ingreso, con la condición de no dañar a ningún miembro.

Cuando los/as jóvenes ingresan a las lógicas de la calle encuentran nuevas vinculaciones sociales. En la medida en que se integran a los modos de ser en la calle, se van tejiendo nuevos nódulos de redes, se habitan nuevos espacios, los cuales son apropiados, y se van generando grupos de pertenencia.

Asimismo, derivado de los diversos conflictos, algunos integrantes pueden migrar de un colectivo a otro dentro del mismo territorio Taxqueña. Fabián relata que la agrupación comenzó con 50 personas, y él se ubica como uno de los iniciadores, se diría de los más antiguos en el grupo. Los movimientos que realizaron en colectivo fueron desalojos, aunque Saúl me corrige y dice que “nos movieron, no nos desalojaron”. Refiere que los mueven cada vez que hay elecciones en el país.

Los jóvenes se integran a dicha agrupación llegando de diferentes lugares del interior de la Republica; el fenómeno de la migración está inmerso dentro de los elementos por los cuales dichas agrupaciones callejeras se conforman. El grupo predominantemente está integrado por jóvenes entre 19 y 30 años de edad, algunos de ellos han estado en la agrupación desde que eran niños y han crecido en compañía de sus compañeros a quienes llaman “bandita”, “familia callejera”, “barrio” o “carnales”. Asimismo, en el caso de Gloria y Rosa habían estado en una agrupación callejera en Pino Suárez y otra de ellas en Portales, integrándose finalmente a Taxqueña, Gloria dice que encuentra diferencias entre las agrupaciones y le gusta más Taxqueña debido a que “hay más… unidad”.

Algunos integrantes estuvieron algún tiempo en la cárcel y vuelven al punto de Taxqueña, es un sitio de retorno, un lugar de referencia del cual, aunque traten de buscar otras formas de integración a otros espacios, retornan ante la dificultad de mantenerse en un nuevo proyecto. Otros más han dejado de vivir en calle, pero retornan al espacio para convivir en algún tiempo durante el día. También existen integrantes que murieron, pero se mantienen en la memoria del colectivo. Algunos se encuentran trabajando y les comparten alimentos, como si el alejarse no borrara los lazos afectivos y la memoria de lo que fueron o son dentro de la agrupación.

Annaliesse Hurtado Guzmán annahurg@gmail.com

Doctoranda en Ciencias Sociales por la Universidad Autónoma Metropolitana, Xochimilco, Ciudad de México, México. Maestra en Psicología Social de Grupos e Instituciones por la misma Universidad. Trabaja temas relacionados a las juventudes en condición de marginalidad en espacio público, migración interna de jóvenes y trabajo informal en espacio público.