Andréa4 y yo
Qué inquietante extrañeza, cuando las madres vacilan, ellas que, solo ellas, quedan entre nosotros y la redención5 (Freud en carta a Fliess).
Yo me cuestiono sobre Andréa, hoy al menos, tanta palabra y ella mirándome, parece que no le interesa – ella quiere hablar, ella me conduce – parece cansada de mis traducciones. Quiere hablar de sus grabados, de sus peces extrañísimos, de su entusiasmo por la primera exposición. ¿Quedó atrás, o de lado, en una esquina disociada en el cuarto del pánico o del secreto? Los grandes robos, las fugas de casa, los intentos muy mal explicados de suicidio.
Tuvimos dos períodos de encuentro – la primera fase: Andréa deprimida, 17 años, vive a los 12 con el padre, en el interior de São Paulo, la madre (separada) la trae de vuelta a casa después del intento de suicidio. Yo recibo a una muchacha alta, vestida de forma descuidada, con una depresión grave, con tricotilomanía (manía de arrancarse los cabellos), continuando con intentos de suicidio. La madre provocaba un estado de confusión en la hija: ya sea cuidando, ya sea invadiendo con violencia: la acoge y simultáneamente halla a la hija un estorbo, atormentada, oveja negra, perturbada-perturbadora, desorganiza la casa, se arrecuesta, acomodada, ensucia de sangre los sofás (con menstruación), orina detrás de los muebles (cuando niña); pero la ama tanto, y la amó desde siempre y se vuelve loca cuando la hija se desaparece. Y yo odio a esa madre cuando rechaza escandalosamente con todo su odio a esa hija-peste.
Cuando mejora, aprueba el examen de admisión en Artes Plásticas porque quiere ir para São Paulo. En contra de la voluntad de la madre, que teme por su perdición, ella va. La atiendo por coincidencia en São Paulo. Ella falta mucho, cada vez más arisca, no quiere más, siente que no lo necesita. Después de un tiempo, estalla la bomba. Enviciada con la cocaína desde adolescente, tiene una relación amorosa con otro vicioso. Dice que no tenía coraje de hablarme, me avisaba que tenía un lado ‘trash’6 y que yo… Yo me siento una basura – pienso que hablé “bastante”. “Mientras Freud explica las cosas, el diablo se queda dando los consejos”7 (Raul Seixas).
Dancé en la curva8
Segunda fase: tiempos después. Sé que la madre la recoge de vuelta. Ella me llama eventualmente, dándome noticias. Está embarazada del muchacho de São Paulo. En el embarazo y en los primeros años, se estructura mínimamente, se orienta hacia la hija con la ayuda de la madre. El padre de la niña es rechazado por Andréa en el séptimo mes de embarazo, pero continua pendiente – es un buen muchacho, ahora trabaja. Andréa, que ya había comenzado a diseñar en la primera fase, intensifica sus estudios con un profesor de la ciudad. Se torna su alumna preferida. Su camino de salvación es el arte. La madre renta un taller. Pinta. No pinta el siete. Mientras. Por lo menos.
Hasta que habla que descubrió un profesor de “vanguardia” en mi ciudad, que está por encima de su viejo profesor académico. Ven para acá para recibir clases – es un desafío viajar sola, desprenderse un poco de la casa de la madre, quiere regresar a hacer análisis.
En la primera sesión viene arreglada. Como una muchachita. Trae sus trabajos. Me sorprendo. Cuánta producción. Cuánta evolución en estos dos años en que no nos vimos.
Inicia el curso y es un largo recorrido entre sus diseños “ingenuos”, que son deconstruidos por los “vanguardistas”, y un difícil camino, el de sobrevivir a las críticas, desamparada y paranoica, y encontrar un nuevo mundo-medio de expresión que es el del grabado. Graba en metal. Deja las marcas: las figuras espantosas, horrorosas y competentes y magistrales de quien no tenía futuro. En medio de un período de depresión, me ‘presenta sus peces graves’ y dice: “mis peces no son de Ubatuba”. Se apodera de mí una vergüenza extraña en relación a unos peces estilizados de mi sala de espera, como si irrespetaran el mundo interno de ella en ruinas y como si su depresión me hiciera recordar y cuidar de mis peces muertos, podridos, olvidados en algún acuario. Quedo poseída, abducida. Siguiente sesión. Digo: tú me dijiste: “Tus peces no son de Ubatuba”. “Sí”, me responde sonriendo, matrera: “son de Fernando de Noronha”.
Atónita, entiendo a su madre, la odio en aquel momento porque guardé por algunos días, como en un congelador con hedor, sus peces abismales y yo misma me creía aquel día – por nuestras semejanzas anímicas – un ser abismal. Tuve que esperar algunos días para regresar a la superficie y soñar con el mar de Fernando de Noronha.
Tercera fase: de vuelta de las vacaciones, me cuenta de sus demonios: mucha cocaína, ficante9, tra-ficante, ficante “mujer”.
Vuelve, cuida de la forma en que puede a la hija, vuelve a salir con el padre de la hija, piensan vivir juntos.
Abandonada, desarreglada, revés del revés del revés. Mientras, su joven y nuevo profesor reconoció en esa joven delincuente un talento prometedor. Ella monta su primera exposición. Corre de un lado para otro detrás de las “cosas de la vida común”, que son difíciles de hacer: patrocinio y organización de la exposición. Con las uñas negras, subida de peso, llama por teléfono, contacta con grabadores famosos. El demonio rondando en la coca, en la amenaza de rupturas repentinas, en la cosificación del otro. Bien, pero los peces hablan.
¿Cuál era mi papel en el escenario de este otro tiempo?
No sabría responder. Me quedo atenta a los demonios, pero también a no satanizarlos en demasía. Era y es un momento de volver para el mundo y el pánico continua. Muchas cosas ella no las dice (verbalmente). Innumerables veces dice que vivir es demasiado para ella, que no puede dar cuenta.
Pero sigamos brevemente a Cardoso (2002) en sus consideraciones sobre los enclaves psicóticos – como lo más extranjero, más atascado, lo más imposible de traducción en el psiquismo. Cardoso citando a Laplanche: “Lo que es determinante, último, es lo demoníaco, lo oculto, lo inquietante (‘de las Unheimliche’), lo que es “de otro mundo”, lo que viene originalmente del otro, sobre el modo del otro” (p. 36).
Levanto como hipótesis que en Andréa, esta colección mórbida de intraducibles fue el resultado de lo que Laplanche llama la intromisión del otro, distinta de la implantación. Mientras esta última es un proceso neurótico común, normal, la intromisión es violenta e imposibilita la traducción-recalcado. El dúo Andréa y su madre vive un juego violento y recíproco (a través de la delincuencia e intentos de suicidios, Andréa intentó todos esos años librarse de ella sin conseguir ir muy lejos).
El grabado acoge la informe10 y la autoriza y ella no precisa defenderse, responder al “mando extranjero”. Allí no será juzgada. Puede descansar un poco: buscando transformar el trauma en el pertenecer a un mundo al que le encuentre sentido.
No pienso que deje de ser del mar, del agua de los pantanos, pero es una lucha para sentirse menos un «pez fuera del agua» (título de su exposición).
5 – Traducción nuestra.
6 – Término del inglés que significa ‘basura’ en español.
7 – La frase es de Raul Seixas, cantante/compositor brasileño y es usada por la autora en un sentido figurado.
8 – Frase idiomática que usa la autora para expresar que no percibió lo que estaba aconteciendo.
9 – Término que designa a aquel que ‘fica’. ‘Ficar’ es un estilo de relación que surgió en Brasil en los inicios de los 80, que se establece entre dos personas, donde la libertad individual y el carácter efímero del vínculo están al servicio del propio deseo en detrimento del compromiso con el otro. En algunas regiones de habla hispana tiene equivalentes como ‘descargar’ o ‘tener amigos/as con beneficios’.
10 – En el presente texto el término ‘informe’ es usado de acuerdo a los siguientes significados en la lengua portuguesa: “que no tiene forma propia, precisa, acabada; no del todo elaborado;vago, incierto”. Tomado de Diccionario electrónico Houaiss de la lengua portuguesa.