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El problema social de la obesidad y su prevalencia entre niños/as y adolescentes

Rosangela Pereira – En relación a la sindemia global de la obesidad, desnutrición y cambios climáticos ¿cómo fueron abordadas estas cuestiones en sus investigaciones?

Rosely Sichieri – La sindemia al día de hoy es eso, es no mirar solo para un lado, sino ver las interrelaciones que hay en el ambiente con el medio biológico, y cómo los cambios cada vez más acelerados en el tiempo están imponiendo la carga de enfermedades, que son inclusive muy difíciles de diagnosticar con los instrumentos epidemiológicos que teníamos en el pasado.

Tenemos un proyecto aprobado, que espera recursos, con la participación de varios especialistas, cuya idea es abordar en adolescentes y adultos cómo varios factores ambientales, entre ellos los agrotóxicos, marcadores genéticos, factores psíquicos y socioambientales pueden establecer cadenas causales de la obesidad. Son múltiples factores que de forma aislada no podemos asociar a la obesidad, pero que evaluados de manera conjunta puede traernos una explicación mejor. La vieja idea de una balanza en que, de un lado, lo que comemos y, del otro, lo que sudamos con actividades físicas explica la obesidad no funciona, hay varios condicionantes que modifican la balanza. Ejemplos de estos condicionantes: 1) micropartículas y posiblemente antibióticos contaminantes, como los agrotóxicos, actúan en mecanismos endócrinos que modulan el metabolismo; 2) condiciones de gestación, alimentación y desarrollo en la infancia modulan el aumento de peso en la vida adulta; 3) el estrés, alteraciones del sueño y el sufrimiento psíquico también son condicionantes para la obesidad.

Rosangela Pereira – ¿Cómo ve la cuestión nutricional de los niños/as y adolescentes en Brasil y cuáles serían los factores y determinantes que identifica que actúan en el incremento de estos índices de obesidad? Aunque ya lo haya abordado en preguntas anteriores, tal vez ahora pueda completar con algo más específico relacionado al niño/a.

Rosely Sichieri – En los adultos brasileños, ya se redujo bastante la velocidad de crecimiento de la obesidad. De una investigación a otra, continua en aumento, pero es un aumento mucho menor, particularmente en mujeres con mayor nivel educativo. Pero no ser obeso en la sociedad moderna requiere una acción consciente de restringir el consumo. Esto se aplica a un 85% de la población, pues hay un 15% de la población, en varios estados del mundo, cuyo peso en relación a la altura no aumenta, son resistentes a tornarse obesos. Pero, en los niños/as y adolescentes, la prevalencia de la obesidad continúa aumentando, y el aumento es mayor en las escuelas privadas, comparadas con las escuelas públicas. En las clases de ingresos medios, por ejemplo, existe mucha más obesidad que entre los niños/as más pobres. Mientras que en el adulto el aumento de los ingresos mejora la calidad de la alimentación, en el caso del adolescente esto no es una regla. El adolescente se despega del patrón familiar hacia un patrón de peor calidad de alimentación. En el caso de los más pobres, mantienen aún ese núcleo de consumo de arroz y frijoles, que es una composición alimentar extremadamente adecuada. Entonces, es bastante complejo este problema en la infancia y en la adolescencia.

Rosangela Pereira – Podemos observar, en los discursos de guías y recomendaciones, incluso en documentos oficiales, la tendencia a atribuir al individuo la responsabilidad por su enfermedad. En el caos de la obesidad, el obeso es estigmatizado como indolente, perezoso, como aquel que no se esfuerza para cambiar su condición. Y en la obesidad de niños/as y adolescentes, la culpa recae sobre los padres y la familia. ¿Cómo ve usted esta situación?

Rosely Sichieri – Bueno, eso está superado desde el punto de vista de la ciencia. Esta estigmatización aún existe, pero las bases biológicas no muestran eso y los nuevos enfoques muestran exactamente lo contrario. Como ya te dije, existen varios mecanismos compensatorios. Por décadas, pensamos así: solo con cambiar el consumo, o la actividad física, la balanza vuelve a la normalidad. El individuo hace más actividad física, el individuo come un poco menos… pero venimos percibiendo que existen varios factores que no dependen de cuanto el individuo come, ni de cuanta actividad física hace. Hay varios estudios con mujeres, por ejemplo. Si ponemos a 500 mujeres a hacer actividad física solo el 10% de ellas van a presentar la respuesta que esperamos. Hay otras que van a tener compensaciones tan grandes después del ejercicio, que termina habiendo un aumento de peso en vez de la esperada reducción. Entonces, no hay como culpar al individuo.

En un mundo que invita a consumir alimentos ultra procesados de alta palatabilidad, de forma tan fácil y de bajo costo, es muy fácil aumentar de peso. Por otro lado, el organismo resiste, todo lo que puede resistir para perder peso, lo resiste, porque la pérdida de peso es un indicador de que algo no anda bien. Fueron cambios muy rápidos de la desnutrición hacia la obesidad, y biológicamente no estamos preparados para entender la pérdida de peso. Los individuos que tienen sobrepeso pierden peso, pero lo duro es mantener esa pérdida de peso. Porque todo el mecanismo biológico hace al individuo volver al peso anterior. El gran problema es el nuevo aumento, después de que se desarrolla algún grado de sobrepeso.

Rosangela Pereira – Me parece que podríamos hablar aquí de dos cosas que hemos visto: la cuestión de que la recomendación de comer verduras y legumbres puede acabar induciendo a un consumo mayor, en vez de reducir el consumo. Y la cuestión de que, no siempre, para los padres y la familia, el niño/a un poquito más rellenito/a significa que está enferma o que debe perder peso. Para ellos, puede ser inclusive una señal de que el niño/a está bien y tiene salud.

Rosely Sichieri – Individualmente, a veces, el niño/a engorda un poquito para crecer. Entonces, sabemos que, poblacionalmente, cuando todos están aumentando de peso, quiere decir que en la población va a haber mucha gente obesa. Pero, individualmente, un niño/a que engorda un poquito, antes del estirón, es inclusive una forma en que puede después dar el estirón del crecimiento. Entonces, individualmente, es complicado diagnosticar enseguida en el inicio un aumento excesivo de peso y la propia familia, cuando es informada de que el niño/a está con un peso un poco arriba de lo normal, se resiste a cambiar comportamientos. Por otro lado, con niños/as y adolescentes, hemos hecho intervenciones orientando a un mayor consumo de frutas, legumbres, verduras y ellos cambian ese comportamiento, pero no reducen el consumo de alimentos no saludables.

En el pasado, cuanto más una persona comía una dieta diversificada, menos tenía desnutrición. Teníamos ese indicador claro. Esto vino a parar a las nuevas guías alimentarias. Entonces, comer de forma diversificada significa comer más. Inclusive, la forma en como presentamos las orientaciones nutricionales puede llevar a la población a confundirse. Y en el caso de los adolescentes, es mucho más complicado pedirles que reduzcan el consumo alimentario porque están creciendo y no para estimular disturbios alimentarios, que es también una cuestión importante en esta población. Ya hicimos varios estudios para la reducción del aumento excesivo de peso con un grupo control en escolares de la red pública de enseñanza. Probamos solamente reducir el consumo de gaseosas. Hubo reducción de las gaseosas, pero aumento del consumo de jugos. Orientamos a la reducción de bebidas azucaradas y sustitución por frutas, hubo un aumento en el consumo de frutas. Orientamos a la compra de alimentos por parte de la familia. Fuimos a los domicilios de niños/as con obesidad y discutimos con los familiares propuestas de aumento de actividad física y reducción del consumo de ítems no saludables. Todos estos estudios mejoraron el patrón de consumo de alimentos y bebidas, pero no influyeron en el aumento de peso. Ya hicimos seis estudios intentando varias combinaciones y, en nuestra población, ninguno de ellas llevó a una reducción significativa de peso. Verá, comer frutas y verduras es óptimo para varias cosas, pero experiencias en que se estimuló el consumo de frutas mostraron que, aún habiendo aumento del consumo de frutas, ellas no sustituyeron los ítems que nos gustaría que parasen de comer. Les pedimos que coman frutas y esperamos que paren de tomar jugos azucarados, gaseosas y galletitas rellenas. Pero en la práctica eso no sucede.

Rosely Sichieri rosely.sichieri@gmail.com
Profesora Titular de Epidemiologia Nutricional del Instituto de Medicina Social de la Universidade do Estado do Rio de Janeiro (UERJ), Brasil. Médica sanitarista, doctora en Nutrição em Saúde Pública por la Universidade de São Paulo (USP), Brasil, postdoctorado en Harvard, EEUU, Departamento de Nutrición.

Rosangela Alves Pereira rpereira@uol.com.br
Profesora Asociada del Departamento de Nutrição Social e Aplicada, Instituto de Nutrição Josué de Castro, de la Universidade Federal do Rio de Janeiro (UFRJ), Brasil. Nutricionista por la Universidade Federal Fluminense (UFF), Brasil, con maestria y doctorado en Saúde Pública por la Escola Nacional de Saúde Pública, Fundação Oswaldo Cruz, Brasil. Docente universitaria desde 1981, actúa en el área de Epidemiologia Nutricional con foco en investigaciones sobre el consumo alimentar y condiciones de salud y nutrición.