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¡Es un bebé! Miradas de las Ciencias Sociales a los primeros años de vida

Bebés en tiempo presente: el enfoque vivencial

La segunda perspectiva reúne a un grupo de estudios que vienen a disputar la hegemonía de la visión de los bebés como un “activo a proteger”. Los saberes así producidos son en clave local y eventualmente comparada, y los principales aportes provinieron de investigaciones en antropología, sociología e historia.

Si bien podemos citar algunos estudios paradigmáticos como los de Ariès (1987 [1962]) sobre los cambios sociohistóricos de la infancia en los albores de la modernidad, tradicionalmente las Ciencias Sociales han prestado poca atención a la infancia y a los bebés como población de interés, por fuera de algunas cuestiones ligadas a la educación de los niños (Durkheim, 1975 [1922]) o investigaciones específicas en que éstos han sido considerados en las explicaciones sobre los orígenes de la variabilidad humana en términos culturales y biológicos (Boas, 2008 [1911]).

En el caso de la Antropología, por su parte, la observación de los bebés, lo que hacen, lo que se hace con ellos y lo que se piensa de ellos ha sido el foco de estudios pioneros como los de Fortes (1938), Mead (1954, 1961); Linton (1936); Dennis (1940); Bateson y Mead (1942); Whiting y Whiting (1975). Estas investigaciones, si bien desde diferentes ideas teóricas y metodologías, y con mayor o menor pretensión comparativa transcultural, han demostrado la existencia de una amplia diversidad y a la vez, regularidades en torno a actitudes, disposiciones, interacciones, saberes, preguntas e hipótesis que existen en torno a los bebés y sus experiencias en contextos culturales particulares. Asimismo, han vinculado esto con saberes y valores acerca de la persona, las relaciones sociales, la salud, el desarrollo, los que tienen efectos prácticos en el cuidado e interacción con los bebés (Zelizer, 1985; Conklin; Morgan, 1996; Scheper Hughes, 1992; Morgan, 2008; Lancy, 2014).

Estas iniciativas cuestionaron la viabilidad de hacer investigación social considerando solamente a los sujetos adultos como participantes de la vida social, o manteniendo a la categoría de niño como “tabula rasa” a socializar. En este sentido, el trabajo de Mead fue pionero en resaltar la importancia de la observación de la vida diaria de los bebés y niños, en sus entornos, ya que esta observación permite su reconocimiento en tanto sujetos de los que la Antropología tiene mucho que aprender si quiere comprender la vida social de un pueblo (Remorini, 2009).

Con el correr del siglo XX y desde múltiples disciplinas, comenzó a construirse conocimiento con bases empíricas que da cuenta de que los bebés y su cuidado no pueden ser comprendidos adecuadamente por una imagen única y universal del desarrollo y la vida infantil (Greenfield, 1972; Super, 1976; Greenfield et al., 1989; Rogoff, 2003; Edwards et al., 2006; Razy, 2007; Chrisholm, 2008 [1978]; LeVine; New, 2008; Karasik et al., 2010).

Como señalamos en otro lugar (De Grande et al., 2016), desde la década de 1990, nuevas líneas de investigación vinculadas con la infancia se consolidaron en Sociología (James; Prout, 1998; Jenks, 1996; Carli, 1999; Corsaro, 2011), Antropología (Toren, 1993; Hirschfeld, 2002; Nunes, 2003; Cohn, 2005; Szulc, 2006; Montgomery, 2009; Scheper Hughes; Sargent, 2011; Pires, 2010; Ospina et al., 2014) e Historia (Zelizer, 1985; Alcubierre Moya; Carreño King, 1996; Rojas Flores, 2004; 2010; Lobato, 2019). Asimismo, diferentes líneas se consolidaron a través de la colaboración entre Antropología y Psicología (Rogoff, 2003; Guidetti, et al., 2004). Estas contribuciones analizan y problematizan temas novedosos y retoman algunas preocupaciones “clásicas”: agencia, subjetividades, emociones, cuidados, aprendizaje, ciudadanía, derechos, entre otros.

A pesar de este giro académico por la infancia, los bebés recibieron inicialmente escasa atención y sólo tardíamente comenzaron a ser incorporados en las agendas de investigación social (Gottlieb, 2009; Tebet; Abramowicz, 2014)4. La primera cuestión que pusieron de relieve estos abordajes sociales sobre la primera infancia fue la necesidad de dar cuenta de los bebés ‘en tiempo presente, es decir, de su vida cotidiana, sus vínculos, sus modos de expresión y participación en los entornos de los que forman parte (Cervera Montejano, 2009; Lareau, 2011; Gaskins, 2000; Moro, 2002; Razy, 2007).

De este modo, los estudios sociales de la primera infancia refuerzan la noción de que ser bebé es una categoría histórica, clasificatoria y performativa, enclasada y enclasante interseccionalmente en el género, la clase, la etnia y la edad (Scheper Hughes; Sargent, 2011; Szulc; Cohn, 2012; Castro, 2007; Hagestad; Uhlenberg, 2005). En ellos se señalan las interdependencias entre las representaciones de la maternidad, la paternidad y los recursos sociales y culturales disponibles. Se resalta la necesidad de considerar las expectativas, prácticas, tradiciones y deseos en torno a roles y relaciones con los bebés; se analizan la organización social, las interacciones y solidaridades intergeneracionales para la crianza (Morgante; Remorini, 2018), el lugar de la domesticidad y del género como matrices históricas organizadoras del cuidado infantil (Gilligan, 1982; Hochschild; Machung, 1989) así como las transformaciones en los modos de procreación y crianza, y sus consecuencias sobre la circulación de bebés y niños (Briggs; Marre, 2009; Marre; Bestard, 2004).

El transitar por los primeros meses de vida aparece inserto en el arco extenso de la trayectoria personal y la distribución social del poder, problematizando cómo cada contexto sociocultural estructura sus categorías etarias y la relación entre ellas, atribuyendo lugares, capacidades, recursos y conexiones específicas a quienes ocupan (Esquivel et al., 2012; Aguirre; Ferrari, 2014). Desde la mirada crítica de los sistemas de roles por los que cada sociedad gestiona su reproducción biológica y social, pero también desde la mirada del bebé como persona, esta perspectiva se ha propuesto construir saberes que permitieran ampliar las capacidades y el reconocimiento de quienes transitan por este momento vital o las de quienes se encuentran acompañándolos o sosteniéndolos (Faur, 2014; Gherardi et al., 2012).

Reconociendo como antecedente algunos de estos estudios y enfoques, las investigaciones de los autores de este artículo se insertan en el camino de dar a los bebés el lugar de sujetos de estudio legítimos para la investigación social.

Los bebés (mitã pytã) Mbya Guarani (Misiones) y sus primeras experiencias e interacciones en el contexto de las rutinas de las unidades domésticas de sus comunidades indígenas fueron el foco de una investigación etnográfica que buscó problematizar la noción de ciclo de vida y su abordaje desde las vertientes más clásicas de la Antropología (Remorini, 2009). Con foco en la observación de bebés y niños y sus cuidadores, en las prácticas de crianza y cuidado y en las formas en las que éstos se integran en diversas actividades y espacios, se propuso articular estas experiencias cotidianas con los saberes, valores y expectativas culturales en torno a la persona Mbya, en un contexto de transformaciones ambientales, culturales, económicas y políticas. Así, también se cuestionó la adecuación de categorías y modelos acerca del “crecimiento” y “desarrollo” de los niños a la diversidad de trayectorias infantiles en estos pueblos indígenas (Remorini, 2010a; 2010b; 2012; Remorini; Rende, 2014). Este propósito continúa orientando la investigación más reciente sobre estos aspectos, enfocando en las guaguas de comunidades rurales de los Valles Calchaquíes (Salta) (Remorini, 2013a; Remorini; Palermo, 2016). En ambos casos, se busca aportar a la producción académica sobre bebés y niños en cada contexto, muy escasa en el primero e inexistente en el segundo, al momento de iniciar la investigación.

Por su parte, la investigación en la ciudad de Buenos Aires, hizo posible rastrear las relaciones de los bebés con sus círculos familiares; con sus espacios urbanos y con la organización del tiempo y los diferentes ámbitos institucionales por los que circulan (De Grande, 2012; 2015a; 2015b). La configuración de cada una de estas dimensiones suponía estructuras de oportunidades diferenciadas para los niños en sus prácticas cotidianas, así como marcos emocionales y valorativos singulares en los cuales participar e iniciarse (De Grande, 2016a; 2016b; 2019).

Finalmente, cabe señalar que la mayor parte de las investigaciones reunidas en esta sección, ya sean estudios de caso o comparativos transculturales, buscan evitar los riesgos derivados de tomar como representativos de la población mundial a sujetos urbanos y occidentales. Para ello, desplazan con frecuencia sus campos de observación a un marco más amplio de países y a contextos más heterogéneos en términos sociales y culturales, destacando la variabilidad de experiencias infantiles (Lancy, 1996; De Loache; Gottlieb, 2000). En este sentido, contraponen las visiones positivas y normativas de la “buena crianza” con el estudio de las crianzas, los cuidados, los juegos, las emociones y demás experiencias en torno a los bebés.

4 – Para ilustrar la continuidad de este fenómeno puede mencionarse la escasa representación de los bebés en los trabajos de relevamiento bibliográfico llevados adelante por Szulc y Cohn (2012) y por Milstein y Tammarazio (2018) sobre el estado del arte de la producción regional de antropología de la infancia.
Pablo De Grande pablodg@gmail.com

Doctor en Ciencias Sociales y Humanidades por la Universidad de Quilmes, Buenos Aires - Argentina. Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires. Es Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y trabaja en temáticas vinculadas con la infancia en el Instituto de Investigación en Ciencias Sociales (IDICSO) de la Universidad del Salvador, Argentina, donde es profesor titular en la carrera de Sociología. Es colaborador del Centro de Estudios Desigualdades, Sujetos e Instituciones (CEDESI) de la Universidad de San Martín, Argentina.

Carolina Remorini carolina.remorini@gmail.com

Doctora en Ciencias Naturales y Licenciada en Antropología por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Argentina. Profesora Titular de Etnografía I (Sudamérica) en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP. Investigadora Adjunta del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). Integra el Laboratorio de Investigaciones en Etnografía Aplicada (LINEA)  de la UNLP. Desarrolla investigaciones etnográficas en contextos rurales e indígenas principalmente, orientadas al estudio de la crianza, el cuidado de la salud y desarrollo infantil.