TID según patronas y trabajadoras
Gran parte de las discusiones que se dieron en los grupos focales tuvo como centro el cuidado de las patronas en relación a la niña trabajadora doméstica, sobre todo, en los momentos iniciales de la conversación. Desde preocupaciones respecto a sacarlas de la pobreza – el trabajo, entonces, sería una oportunidad de conquistar una vida mejor – hasta evitar que la adolescente estuviese sujeta a otros riesgos, como la violencia o la prostitución.
De modo general, las discusiones generadas en los grupos focales reforzaron nuestra idea de que existe un consenso relativamente superficial en la sociedad según el cual el niño debe jugar y no trabajar. Todas las participantes concordaron con ese tipo de afirmación, a pesar, de que algunas usen la mano de obra de niñas para los servicios domésticos. No obstante, ese consenso superficial es desestabilizado cuando las participantes especifican los trabajos que esas niñas y adolescentes hacen en sus casas.
Eva: En mi casa sólo busqué una niña para jugar con mi hija, para ser niñera. Pero la niñera en mi casa no lava ropa, no friega, no barre, nada. Me ayudaba así, jugaba con la niña, usted sabe, tenía un turno que estudiaba y recogía los juegos porque la niña era menor que ella. Por ejemplo, mi hija tenía unos 2 años y la niñera unos 11, 12. Entonces arreglaba el cuarto, los juegos. “Fulana, alcánzame aquella ropita, ¿sabe, aquella que está allá en el armario? Alcánzamela para darle un baño y vestirla”. Entonces entre las dos íbamos, ella la bañaba, me ayudaba. Nunca la empleé para hacer un trabajo pesado.
Dina: Yo tampoco.
Eva: La niña fue a la casa para yo enderezarla…
Virgínia: Jugar con los niños…
(…)
Virgínia: Como ya tuve esas dos niñas en esa franja de edad de 12, 13 años… Era para jugar, para acompañarme, sí, ¿Entiende?
Dina: Yo tuve varias. Tuve cinco hijos, ya tú ves. Yo usé mucho (el trabajo de las niñas), pero era así, para jugar, sin lavar ropa, sin nada. (Grupo Umarizal, patronas, 7 de agosto del 2006).
En este caso, actuar como niñeras no es considerado una actividad que demanda esfuerzo y responsabilidad (“yo nunca utilicé niñas para hacer trabajo pesado”). De modo que, las patronas no se reconocen como blanco de las campañas contrarias al TID promovidas por el Petid7, en la medida en que ellas “no explotan” a las niñas y adolescentes, sólo usan este tipo de mano de obra para ayudar a “jugar” con los niños. No obstante, son las niñas trabajadoras domésticas quienes deben organizar el cuarto, los juegos, bañar. Una de las participantes, Eva, afirma también que las niñas que iban para su casa eran para ser “enderezadas”. Eso quiere decir, “ser enderezadas”, preparadas de acuerdo al gusto y la costumbre de aquella familia. Las patronas, aunque están de acuerdo con la idea que los niños deben jugar y estudiar, en el caso particular de qué niñas estamos hablando (niñeras, empleadas domésticas), esa creencia se desplaza por la diferencia entre “usar” ese tipo de mano de obra y “explotar”.
En el grupo Castanheira, una de las participantes cuestionó sobre cuál alternativa es mejor para las niñas y adolescentes: el trabajo doméstico o la prostitución.
Nara: (…) Ya tuve varias experiencias, creo que más de tres, de traer niñas del interior nuevas, como Fabiana, que tú conociste (hace referencia a otra participante), la puse a estudiar porque vivía en una miseria total (…)
Thaís: Era como una hija, ¿no?
Nara: Infelizmente, lo que me entristeció mucho la ida de ella, es que la madre insistió en que regresara y ella terminó yéndose. Y hoy Fabiana está en la prostitución, pero si ella se hubiese quedado conmigo aquí tenía la posibilidad de terminar el segundo grado e, incluso, venir a hacer una facultad, una niña superinteligente (…) Fabiana hoy es prostituta en una gasolinera. Entonces, ¿entiende? (Grupo Castanheira, patronas, 19 de julio del 2006).
En relación a la explotación sexual, el TID es presentado por la participante como un buen camino, en el cual ella tendría la probabilidad de continuar estudiando. No obstante, la niña necesitó regresar para la casa de su familia para ayudar a sus padres. A pesar de la patrona admitir la existencia de problemas entre las dos, dijo que la adolescente era considerada parte de la familia, opinión compartida, incluso, con la otra participante (Thaís). Así, el hecho de que la madre mandase a la niña a regresar para su casa es presentado como una injusticia, tanto con la patrona, que le dio cariño, atención y la puso a estudiar (“teníamos una relación de cariño, de amistad…”- Nara), como con la propia niña que, según la opinión de las participantes del grupo, vio perjudicada la oportunidad de tener una vida más digna.
Sobre este tema, mujeres que ya fueron trabajadoras domésticas infantiles presentaron un punto de vista semejante al de sus patronas.
Graça: (…) Mira, voy a poner un caso: si yo tuviese una hija, que no tuviera condición de mantener dentro de mi casa, darle todo lo que necesita y hubiera otra familia con mejores condiciones que yo, y viniesen a mi casa a pedir a mi hija, para yo no verla, cuando una niña comienza a despuntar, ser adolescente, ella necesita de un absorbente íntimo, ¿no? Ella necesita vestirse, calzarse, necesita de lujo, y yo no tengo condición para darle eso, si yo no la mando a trabajar, ¿qué es lo que ella va a hacer eh? Ella va para las esquinas a prostituirse, para conseguir su dinero, ¿no?, entonces yo pienso así, si yo tuviese una hija que no tuviese condición de mantener, y tuviese una amiga, o una conocida, de buena condición, para mantener a mi hija, yo misma cogería a mi hija “cuida de ella por mí”, como ya aconteció conmigo (…) (Grupo Benguí, mixto, 25 de julio del 2006).
A partir de sus experiencias de vida y de sus modos de ver el mundo, las participantes de ese grupo concuerdan en que es posible la falsa promesa en casos de trabajo infantil doméstico, incluso con el riesgo de que las niñas y adolescentes implicadas sufran explotación y malos tratos. Mientras, Graça afirma que cuando la madre confía en la futura patrona (“una amiga o conocida”), el trabajo doméstico puede ser un medio para que la adolescente pueda comprar sus cosas, sin caer en la prostitución. Esa opinión guarda relación, además, con un discurso constante en los grupos focales: el TID y la explotación del trabajo de niñas y adolescentes son dos cosas diferentes.
Salir de casa para realizar servicios domésticos en la residencia de otra familia se considera, incluso, como una alternativa no sólo ante la situación de pobreza, sino también, ante la situación de maltratos e indiferencia en la que niñas y adolescentes se encontraban en las casas de sus familias. De acuerdo con Lamarão, Menezes y Ferreira (2000), el trabajo doméstico es considerado como una posibilidad más concreta para que esas niñas puedan huir de un espacio familiar que no responde a sus expectativas idealizadas de afecto, seguridad y convivencia pacífica.
Frente a las posibilidades de intervención del Estado y de organización sociales para erradicar el TID, las patronas llegan a afirmar que sería una calamidad, que traería perjuicios a las niñas y adolescentes pobres.
Ayla: Yo creo que en una situación de esas en que viene una organización internacional del trabajo a interferir, creo que hasta les quita la oportunidad a las niñas, a sus familias. Parece que ellos están diciendo “nosotros ahora vamos a castigar a aquellos que hacen eso. Vamos a sancionarlos. Deben ser sancionados”, ¿no?
Nara: Sí, es eso lo que estamos entendiendo, “no lo hagas porque si no ahora vas a ser sancionado”.
Ayla: Pero existe un lado que nadie ve, es una oportunidad que ellas tienen. Es una fuerza que ellas nos dan.
Marta: (…) si hubiese una ley que prohíba que esas niñas de hasta 16 años trabajasen va a ser muy malo.
Nara: Yo creo que va a ser una calamidad.
Elzira: Así mismo… Muchas de ellas no van a estudiar, ¿eh?
Marta: Muchas de ellas van a perder la oportunidad de estudiar. Ahora bien, ¿quiénes son los que tienen que ser controlados? ¿eh?
Ayla: Así es, para combatir la explotación (Grupo Castanheira, patronas, 19 de julio del 2006).
Consideramos que, con el ideal de igualdad y dignidad universales, tal como pregona la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y con la actuación de los movimientos sociales de los derechos humanos de la infancia, hay cierta presión moral que limita los posicionamientos en público contrarios a los derechos del niño. Esto es percibido por las propias participantes, cuando afirman que “están diciendo ‘nosotros ahora vamos a castigar a aquellos que hacen eso (TID)’” (Ayla) y, además, “nosotras estamos entendiendo ‘no lo hagas porque si no tú vas a ser sancionada’” (Nara). Sin embargo, eso no es suficiente para que las participantes se manifiesten contra el trabajo infantil doméstico, o incluso, apuesten por no incentivarlo. De modo que, durante la realización del grupo focal del barrio de Castanheira, se dio una situación de negociación de una niña trabajadora doméstica.
Nara: Llegó ahora una niña del interior, ella tiene 14 años, del Maranhão, a mí me gusta mucho, me gustaría traerla para acá, porque ella está en el interior sin estudiar, los padres de ella trabajan en la minería, me dijeron que ella está delgada. A mí me gustaría traerla para aquí, ponerla en la escuela, todo… (…)
Marta: ¿Tú la vas a traer para ti?
Nara: No, lo estoy pensando…
Marta: Mi nuera está loca detrás de alguien para que se quede con una hija de ella… (Grupo Castanheira, patronas, 19 de julio del 2006).
Incluso, durante esa negociación es posible destacar el discurso del trabajo doméstico como una oportunidad para estudiar, para alimentarse mejor (“me dijeron que está delgada”). El hecho de que negocien en aquella circunstancia quién se va a quedar con la adolescente evidencia el trasfondo moral que naturaliza la práctica de “contratar” niñas para los servicios domésticos.
Las mujeres del grupo de Tapanã trabajan como domésticas desde niñas, cuando vinieron del interior del Maranhão. Incluso, una de ellas afirma resolver empleos para las niñas que vienen del interior en busca de trabajo en Belém. Ella (Vera) conoce la legislación que prohíbe el trabajo de adolescentes, pero cree que la ley está convirtiéndose en una violencia contra la propia niña, ya que, según la participante, el trabajo doméstico “protege” a la niña o adolescente, de los vicios de la calle. Además, Vera destaca un argumento importante: “Los humildes nunca tienen con quien dejar a sus niños”. Esta observación se corresponde con la actual tendencia del trabajo doméstico de niñas, según la cual personas de bajo poder adquisitivo están, cada vez más, “empleando” niñas y adolescentes como niñeras.
Muchas de estas patronas son empleadas domésticas que necesitan alguien para quedarse con sus hijos mientras están en el trabajo (Sabóia, 2000; Rizzini; Fonseca, 2002). Por eso resulta importante que existan lugares donde las mujeres “humildes” puedan dejar a sus hijos para poder ir a trabajar y sustentar sus familias. Este argumento, a pesar de su relevancia en lo concerniente al enfrentamiento del trabajo infantil doméstico, no fue discutido en ningún otro espacio comunicativo, ni en las campañas de publicidad del Petid, ni en el espacio de visibilidad de los medios (Cal, 2016).