Spleen
Nada iguala la extensión de estos días tan mancos,
Cuando, bajo floraciones graves de los tiempos blancos,
El tedio, fruto de cálida ausencia de curiosidad,
Asume las proporciones de la propia eternidad1
Charles Baudelaire
Comencemos por el concepto de tedio. Viejo conocido en cuanto objeto de estudio de la filosofía, compañero de los poetas, más específicamente de los románticos; el tedio y el vacío también llaman la atención del psicoanálisis, que puede contribuir ante tales manifestaciones de la subjetividad contemporánea, tanto en términos metapsicológicos como terapéuticos. ‘Spleen’2, término ya utilizado en el romanticismo, es asociado al poeta Charles Baudelaire, designando melancolía, profundos sentimientos de desánimo, soledad, angustia, que aparecen en los poemas reunidos en el libro ‘As Flores do Mal’ (Las flores del mal). El ‘spleen’ baudelaireano, que puede designar tanto la ruina de una época, como el tedio proveniente de una interioridad del poeta, es aquí enunciado porque puede ilustrar bien las quejas que llegan a nuestros consultorios que envuelven tedio y melancolía. Escogí iniciar de esta forma el presente artículo: nada como los poetas para entender bien el alma humana y nada como Baudelaire, con su ‘spleen’, para ilustrar la inercia y la tristeza que observamos en un gran número de los pacientes que nos buscan.
Destaco Winnicott, como uno de los psicoanalistas que se dedicó a la comprensión y tratamiento de pacientes con quejas de sensación constante de vacío, irrealidad, futilidad e imposibilidad de sentirse creativos. Estamos aquí ante, algunas veces el desespero, otras la apatía, pero fundamentalmente la desesperanza.
Resaltando: Winnicott (1959,1963/1980) estudia y se dedica clínicamente a aquellos pacientes en los cuales predominan los sentimientos de vacío y tedio y la sensación/vivencia de que nada es real.
El “vivir creativo”, del que habla el autor, no corresponde a la elaboración de obras de arte, sino a una posibilidad de salud mental más allá de la ausencia de síntomas. Lo que él denomina “apercepción creativa” (1971, p. 95), refiere que es posible “inventar” una realidad y paradójicamente, tener conocimiento de que la realidad existe no sólo como un “haz de proyecciones”, sino también por sí misma.
No se trata de pacientes neuróticos, ni de casos de colapso total: Winnicott se refiere a pacientes ‘borderline’ y/o psicóticos (1963/1989, p. 93). La psicosis es considerada como una enfermedad que tiene su punto de origen en los períodos del desarrollo anteriores al establecimiento del YO SOY (integración). Son pacientes que viven asustados por el temor a la muerte, al vacío y al colapso.
El colapso temido se refiere a una gran catástrofe en que todas las defensas caerán por tierra y el cuerpo sufrido del ser arderá en carne viva sumergiéndose para siempre en el vacío que siempre temió. Mientras, en el texto “O medo do colapso” (“El miedo al colapso”) (1963), Winnicott resalta que el colapso temido ya aconteció en la infancia muy temprana, cuando el individuo fue expuesto a una experiencia de vacío para la cual no estaba preparado.
Ni esto se siente tal vez
No se siente nada, a no ser un
automático aquí abajo,
El hacer unas piernas que nos
pertenecen golpetear el piso,
En la marcha involuntaria, unos pies
que se sienten dentro de los zapatos.
Ni esto se siente tal vez.
Fernando Pessoa3
Mi propuesta es que el tedio y el vacío a los que se refería Winnicott ya anunciaban una patología de los nuevos tiempos. La sexualidad ya no estaba situada en el centro del sufrimiento psíquico. El dolor se relaciona ahora a “tiempos blancos”, de “horas blancas”, como lo dice Baudelaire (1857), en que la repetición en serie va gestando individuos que ya no pertenecen a ningún lugar ni tienen la posibilidad de singularización. Un tiempo de miseria simbólica.
Subrayo el interés por el estudio de esas vivencias en la medida en que ellas extrapolan lo individual: el ‘spleen’ de Baudelaire formando parte de un mundo desacralizado – depuesto que fuera el mundo anterior por la era de la industrialización.
Luego de esta breve introducción, me concentro en el objetivo del artículo: la descripción de los encuentros clínicos con adolescentes que arrastran en su día a día la sensación de no haber comenzado a existir.
Me refiero a los jóvenes, en su adolescencia arrastrada, adultos que aún no llegan a serlo, con una cotidianidad vacía o atemorizada; pero aquí, lo cotidiano sin sentido deja caer fuera del mundo a estos seres desamparados. Adolescencia congelada, fijada en horas detenidas, los años pasando y la postergación para entrar en la vida. El hielo conserva, pero deja inmovilizados los recursos internos que colocarían en movimiento los procesos de maduración, el colocar la existencia en el devenir. Constatamos además la procrastinación compulsiva, la incomunicación, la inercia psicosomática, el sentimiento de marginalidad, el uso de drogas como recurso y como prótesis de un aparato psíquico que no consigue “imaginar” su vida o proyectar un futuro. Presentan dificultad para ingresar en la vida, temerosos e impotentes para lidiar con el mundo del trabajo y con la adquisición de la identidad adulta.
Es por el encuentro entre el repertorio cultural de ellos y el mío que es posible el inicio de un diálogo. El arte se presenta – cuando la comunicación verbal directa no es posible – como un espacio de interlocución, en que la “ausencia de curiosidad deja de asumir las proporciones de la propia eternidad” (Baudelaire, 1857).
Convido a los lectores a acompañar el relato de mi encuentro con una paciente que solicitó de mí algo más allá de la comunicación verbal.
2 – La Real Academia Española acepta la palabra «esplín» como equivalente en español al término ‘spleen’, que significa melancolía, tedio de la vida (Tomado del diccionario de la Real Academia Española). Decidimos dejar el término como fue usado por la autora, respetando el vínculo del mismo con la obra de Baudelaire, que marca el sentido específico que tiene en el presente texto.
3 – Traducción nuestra